Escenario

‘Estoy todo lo iguana que se puede’ y la experiencia sonorizada en Bellas Artes

COBERTURA. La ópera prima del cineasta Julián Robles se presentó este fin de semana en un evento especial en uno de los recintos culturales más importantes del país

Elenco de la serie "La Casa de las Flores"
Elenco de 'Estoy todo lo iguana que se puede', en Bellas Artes. Elenco de 'Estoy todo lo iguana que se puede', en Bellas Artes. (ESPECIAL TWITTER @quintopodermex)

El Palacio de Bellas Artes sirvió de elegante marco para una presentación muy especial de la ópera prima del actor y director Julián Robles, Estoy todo lo iguana que se puede, donde los invitados a esta cita pudieron disfrutar de la musicalización en vivo por parte de la Orquesta Filarmónica de la Secretaría de Marina en conjunto con el Tambuco Ensamble y la Marimba Nandayapa, quienes interpretaron la música original de Enrico Chapela bajo la conducción de Luis Manuel Sánchez.

Sonó la campana final del llamado cercano a las 7:15 de la noche del pasado sábado, un cuarto de hora después de la cita convenida, donde la orquesta comenzó a afinar sus instrumentos y preparándose en el área de la fosa, justo debajo del escenario del Palacio. Asimismo, el pianista de la orquesta junto a la Marimba y el Tambuco se levantaban para hacer los honores y recibir el aplauso del público presente, adecuada manera para dar comienzo a la proyección que no tuvo palabras de introducción por parte del realizador ni de los histriones, Luisa Huertas, Dolores Heredia, Mayra Batalla y Kristyan Ferrer.

Las luces se apagaron y la experiencia comenzaba ya con las puertas de acceso cerradas. La Filarmónica de la Marina era la primera en lucir ante las escenas de sueños y añoranzas de los miembros de esta familia del poblado chiapaneco de El Palmarcito, parte fundamental para este relato que oscila entre estas escenas líricas con la dura realidad de un pueblo que está a la espera de que suceda un eclipse y en la que el matriarcado ejercido por Dominga vive en un luto del cual ni su hija ni sus nietos pueden librarse.

Los ritmos de la Marimba Nandayapa entran también en este prisma interesante, donde se funde con la realidad de este pueblo, algo que nos aterriza al mundo real de El Palmarcito, escuchándose por primera vez en la playa mientras Gerardo (Ferrer) pasea por la arena entre los conocidos para dar paso al piano nostálgico que remite a una de las claves importantes del conflicto interno del muchacho, su sexualidad. Las notas de ese instrumento y una fotografía brillante hacen que el sueño de estar con su amado, el fotógrafo Mario (Fernando Álvarez Rebeil) respire ante la opresión sentida por su abuela, su madre y la necesidad de liberarse de ello.

El potencial sonoro de las composiciones creadas por Enrico Chapela escuchadas en vivo le da una capa de profundidad sonora a este proyecto, recordándonos el papel tan importante de la música en el cine. Para el filme de Robles, uno que se desenvuelve como si fuera un poema expresado en imágenes, haciendo alusión a ese verso escrito por el autor Carlos Pellicer que da el título a este largometraje, ofrece la sensación necesaria de lirismo con esta mezcla de ritmos que dan vida a un relato bastante folclórico.

Y es que la narrativa de Robles, basada en la obra de teatro de Carlos Olmos titulada El eclipse, muestra claramente ese juego entre la realidad y los sueños, los jóvenes y los viejos, las añoranzas y los cambios que suceden o la renuencia a los mismos, todo detonado por este fenómeno natural que sirve para desatar todo lo que la familia se ha guardado ante los diversos roles que cada uno de nuestros personajes tiene, desatando un melodrama familiar efectivo pero diferente.

Existieron momentos en que esta música en vivo trascendía el drama de la pantalla para provocar un clímax digno de un concierto en el que esperas el momento climático para después dejar caer el desenlace. Y es que escuchar a la Marimba interpretar un vals muy significativo para los protagonistas ligado a la lectura del poema, dando paso a los ritmos de la Filarmónica de la Marina ante los sueños de una celebración de XV años frustrada y de un eclipse que, con su oscuridad mística perfectamente captada por los metales del Tambuco Ensamble, resulta ser el velo que levanta la ceguera de Dominga y su familia, fue algo emotivo y mágico.

Terminada la función, el aplauso de los asistentes no se hizo esperar mientras que el realizador Julián Robles se levantaba de su asiento, invitando a sus compañeros protagonistas del filme a hacer una línea justo frente a la orquesta. Visiblemente emocionado y alegre, agradeció a todos los asistentes el poder disfrutar de la velada y su película, mandando especialmente una cálida gratitud al estado de Chiapas, a sus actores ahí presentes y recordando que esta cinta comenzará su largo trayecto en festivales para eventualmente llegar a carteleras. 

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