El Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF, por sus siglas en inglés) tuvo el privilegio de contar con la conferencia magistral de uno de los actores más multifacéticos de México: Joaquín Cosío, quien acompañado del moderador, su amigo y viejo conocido, el director Emilio Portes, dio una clase magistral donde Crónica Escenario estuvo presente y en la que habló de su carrera, sus anécdotas y ese legado enriquecedor que ha dejado a su paso.
“En realidad nunca tomé la decisión de ser actor. Tenía pensado otro destino. Mi perspectiva era ser un maestro pero mi primera invitación fue en la preparatoria donde de pronto apareció un señor que llegó al salón y dijo ‘soy el maestro de teatro de esta facultad y vengo a invitar a quien quiera inscribirse’”, dijo.
“Él era Octavio Trías y a mí me llamó la atención, así que me fui a dar una vuelta y mi vida cambió totalmente cuando empecé a escucharlo hablar. De pronto, muy nervioso, ya me vi yo actuando. Y descubrí algo, sentí una sensación donde me dije ‘quiero hacer esto’. Me resultó muy grato, divertido, emocionante”, recordó.
El actor habló de sus inicios en la actuación: “De ahí empecé a hacer teatro, una obra tras otra. Vivíamos en provincia, en el interior de la república, una obra, y de pronto nos dicen que va a ir un director muy connotado a Ciudad Juárez para hacer unas audiciones y que quería montar una obra que ocurre en el norte y que quería actores norteños”, expresó.
“Voy a hacer ahí una prueba, me seleccionan junto con otros actores y nos llevan a la Ciudad de México a montar Felipe Ángeles, obra épica sobre un personaje muy importante de la Revolución Mexicana. La obra utilizaba caballos en vivo, aparecían caballos, cañonazos y yo dije, yo quiero hacer esto toda mi vida”, añadió de forma emotiva Cosío.
Durante su vasta carrera, el primer actor nacido en Tepic ha trascendido en los diferentes espacios de actuación pero la televisión jamás le llamó la atención. “Nunca me gustó mucho. Me decían que me fuera a las telenovelas, porque son las que pagan, y yo decía no”, expresó el histrión.
“Tuve la fortuna de poder aguantar, porque tampoco tenía dinero, vivía en aquellos tiempos con unos amigos que me habían hospedado en su casa, pero yo tenía claro que yo no quería salir diciendo ‘te amo, María Angélica’. Quiero trabajar en algo inteligente y por fortuna pude prescindir de ellas y hacer una carrera en cine, que es la que ahora me ha traído hasta aquí”, apuntó.
Para Joaquín, ha sido un camino interesante en el que su formación teatral ha sido clave. “No tuve formación académica, no estudié actuación sino Ciencias de la Comunicación. Aprendí solo, porque tenía mucho entusiasmo y energía por ser actor y sobre todo por representar personajes”, expresó.
“Tomé talleres, pero el teatro en sí fue mi primera y gran plataforma, como la de todos los actores. Creo que la diferencia entre quienes empiezan a hacer televisión sin haber hecho teatro es muy evidente, porque el teatro es el que te enseña a construir el personaje, hay tiempo para prepararlo. Y la televisión y el cine generalmente son rápidos, no hay tiempo de nada”, siguió.
“Muy afortunados somos cuando podemos ensayar una escena. El teatro te da esa posibilidad de construir lentamente un papel, además te da la preparación vocal, hacer un trabajo escénico, de proyección, donde hay que tener capacidad para que el último de los espectadores se conmueva con lo que estás haciendo, que te oiga y sepa lo que estás diciendo. Esa es una escuela fundamental”, aseveró.
Luego habló de su incursión al séptimo arte: “El cine es todo lo contrario. Son dos lenguajes muy distintos y de alguna manera tenemos que aprender todos”, agregó el histrión.
“Por un lado a proyectar con fuerza, con energía, y en el caso de la televisión o el cine, aprender a pensar. Ahí el lenguaje es totalmente concentrado, hacia adentro, la mirada es lo importante, el pensamiento, la concentración. Entonces son lenguajes distintos. El séptimo arte me da la capacidad de pensar y de ser natural, que es una palabra peligrosa”, continuó.
“Pero se dice que los actores tenemos que ser así, que un buen trabajo de actuación es cuando lo ves como si fuera parte de la realidad inmediata. Para eso hay que tener tal capacidad que parezca que es la primera vez que lo estás haciendo porque no hay cosa más aburrida que un actor que repita o que diga un texto sin llenarlo de eso misterioso que es el trabajo del actor”, agregó.
Cosío además habló de un método que él utiliza para sus papeles. “No puedes actuar pensando en lo que vas a decir. El texto lo tienes que olvidar por completo. Tienes que reaccionar a la realidad inmediata que tienes enfrente. Y eso es algo complejo que se va aprendiendo, cómo olvidarte de ello para que se vea espontáneo”, explicó.
“Eso es de lo más complicado que se te puede pedir, y el cine es eso, espontaneidad. Porque tienes otras preocupaciones como de que llegues perfectamente al lugar donde tienes que llegar, por lo que te exige muchos focos de atención de tal manera que el texto no sea lo más importante”, complementó.
Asimismo, el intérprete de roles como El Cochiloco o El Mascarita expresó con sinceridad algo que le ha ayudado siempre a salir airoso. “No me considero un actor muy sagaz. Sin embargo, gracias a la intuición, que es otro gran sentido del actor o del artista, saber algo antes de hacerlo”, comentó.
“Es una especie de percepción extraña. Y los artistas en general, somos personajes así. Lo mejor que hago es siempre convencerte a ti mismo de que te va a salir bien y las más de las veces funciona, hay otras en que no. Esa ventaja también te la da el cine y la televisión en relación al teatro”, sumó.
Aquí, Cosío resaltó cómo el error forma parte del arte en cualquier expresión artística. “El teatro es maravilloso porque está lleno de accidentes ya que es el arte humano por excelencia. Es imperfecto, porque los seres humanos somos así. Entonces, siempre existe la búsqueda de esa pulcritud y de esa exactitud, pero siempre el error es importante”, dijo.
“Me di cuenta, por ejemplo, al ver por primera vez en Guernica, la obra máxima de Picasso, que en una de las esquinas de la pintura hay unas gotas porque le escurrió pintura de los brochazos que dio el pintor, y está manchado. Y eso obviamente es parte del accidente humano y el arte es eso, humanidad, error, conflicto, belleza y en muchos casos eso está en el amor a ello”, añadió.
Otro aspecto que Joaquín destacó frente al público del Teatro de la Ciudad en Irapuato fue la capacidad de asombrarse. “A mí me gusta sorprenderme, es decir, no traer una idea muy clara de lo que va a pasar, para que lo que viva sea una sorpresa. Pero eso es parte ya de mi manera de hacerlo”, comentó.
“No sé si sea una recomendación para los actores, pero dejarte sorprender es lo que consigue el impacto de que pueda parecer real, natural. Ese es el secreto contra mecanizarte. Tienes que tener capacidad para concentrarte o desconcentrarte, escaparte y que la concentración se vaya a otro lado de manera que de pronto ves algo y sí te puedes sorprender realmente. Debemos recordar que, con nuestro trabajo la gente se divierta en el sentido más amplio”, mencionó.
No obstante, el actor multinominado al Ariel enfatizó algo que cualquier actor debe respetar: la relación con su director. “Actuar me ha salvado siempre. Y en el trabajo con los directores, cada uno es muy distinto. De alguna manera, tú quieres convertirte en un cómplice de él. Tú como actor delegas tu capacidad, tu entusiasmo para el proyecto y lo conviertes en una confianza total con él porque es el único que sabe cómo se ve el filme. El ego del actor, que es mucho, lo tienes que someter a lo que diga”, aseguró.
Aunque la mayoría de las veces lo vemos frente a la cámara, Joaquín también ha ejercido su labor en el doblaje de manera exitosa y con todo respeto. “Es muy complicado también. Hay toda una profesión, la del actor de doblaje para eso. Llegué a ello de manera azarosa y lo abordó con una filosofía que desde el principio he pensado: estoy jugando”, destacó.
“En el momento que vea todo esto como una obligación laboral, se me acaba la carrera. Es decir, de pronto hacer una voz, en la pantalla te ponen la escena que quieren que dobles y tienes que ver cómo mueve la boca, emparejarlo con lo que tú estás diciendo. Es algo bien difícil, pero también es muy divertido encontrar el matiz y el énfasis. Esas son las interrogantes con las que siempre llegas pero siempre es divertido”, agregó.
Entre la diversión y la responsabilidad, Cosío ha sabido navegar entre medios, incluso al dar voz a Wolverine en un podcast. Al respecto, habló de sus influencias para hacer este otro papel.
“Lo veo como una nueva manera de llamar a un programa radiofónico y tuve un modelo impactante que era Kaliman, un superhéroe extraño mexicano que tuvo su radionovela. Era maravilloso. Crecí mucho con esa percepción radiofónica, auditiva, de una narración, cosa que desde luego influye mucho en esa parte de mi vida donde trabajé en radio y estudié producción radiofónica”, dijo.
“Es una influencia fundamental y cuando hago Logan fue una cosa increíble. Hacer la voz de este personaje, que es un mutante. Todo se resolvió muy fácil, se la pasa herido, huyendo, hablo como tres líneas nada más, así que no fue tan complejo y se solucionó a través de sonidos guturales”, concluyó.
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