Hace cinco años, Todd Phillips estrenaba una cinta que, para muchos, resultaría sorprendente para el universo de las adaptaciones cinematográficas de cómics.
Tomando como base a Martin Scorsese, director que en algún momento sonó para dirigir el ambicioso proyecto con Joaquin Phoenix como protagonista, Joker fue todo un éxito de taquilla al ahondar en el perturbado personaje de Arthur Fleck, víctima de abuso infantil y constantemente bulleado por una sociedad que lo violentó hasta el cansancio… hasta que él decidió violentarla de vuelta abrazando al payaso interno y desatándolo sobre aquellos que lo molestaron, dando vida al infame criminal.
Coqueteando con dos de las cintas del director italoamericano, Taxi Driver (1976) y El rey de la comedia (1982), Phillips creó un híbrido que buscaba ahondar en la personalidad y mente de un personaje que, sumado a tener un mal día, tenía un severo problema psicológico que lo lleva a responder de forma agresiva a su propia realidad.
Con un final polémico en el que, para algunos, la figura del Joker terminaba por ser elevada como modelo a seguir, y para otros, mostraba las devastadoras consecuencias de la desatención de los problemas de salud mental, la cinta encumbró a Phoenix, que ganó el Oscar por su actuación y mostró una nueva cara de Phillips como cineasta.
Ahora, con una secuela que, al principio, no quería ser hecha, Joker: Folié a Deux llega usando un formato totalmente opuesto a la escuela de Scorsese, inclinándose por la creación de la fantasía musical pero sin la alegría y los buenos momentos de aquellos clásicos, sino como una antítesis, una vía de escape para Arthur Fleck.
Todo esto en una historia que tiene un planteamiento interesante, dado a entender de buena forma por un prólogo a lo Looney Tunes donde vemos cómo el director y su protagonista buscan deshacer el mito del malentendido Joker de la anterior entrega, mostrándolo tal cual es en un filme que, ciertamente, resulta irregular.
En plena Gran Depresión, misma que comenzó en 1929 y se prolongó hasta 1939, arrancó con la caída de la Bolsa de Valores en Nueva York y se extendió como epidemia a través del globo terráqueo.
Es en medio de esta época de crisis donde el desempleo, la falta de desarrollo y los cambios en la economía mundial, el cine enfrentaba también el paso de lo mudo al sonoro, siendo abanderado dos años antes por El cantante de jazz, protagonizado por Al Jolson y dirigido por Alan Crosland. Gracias al fenómeno que fue, Hollywood aprovecharía la oportunidad para comenzar a hacer proyectos de esta índole.
Tal fue el impacto que, justo en 1929, La melodía de Broadway de Harry Beaumont, sería el paso definitivo para el género, mismo que se alimentaría del contexto social para otorgarle a la gente un escapismo de la dura realidad de sus vidas.
El filme incluso se llevaría el Oscar a Mejor Película, siendo la primera cinta sonora en hacerlo. Ese fue el camino inicial del musical, una fuga momentánea a los retos de la vida enaltecidos con música, canciones alegres y más, llevando al extremo esa sensación que el séptimo arte ya ofrecía.
Sin embargo, con el paso del tiempo, el género fue abandonado y reinventado de diferentes formas, encontrado exponentes grandiosos como Jacques Remy en Francia y su obra máxima, Los paraguas de Cherburgo (1964), llegando hasta la explotación más popera o la adaptación de obras de teatro a cine con Moulin Rouge: Amor en rojo (2001) del estridente australiano Baz Luhrmann, o Chicago (2002) de Rob Marshall.
Phillips decide retomar esos orígenes al rendirles homenaje de diversas formas en esta secuela, ya sea desde los pósters de algunas de esas cintas clásicas, hasta la hechura de algunas secuencias dentro de este filme pero con una pequeña diferencia: el escapismo, esta vez, es de la depresiva realidad que vive Fleck en prisión y en su propia mente, tratando de zafarse de la sombra del monstruo que creó.
Uno de los aciertos de Joker: Folié a Deux que molestará a varios es justamente ese planteamiento. ¿Existe entonces el Joker o es solamente una extensión, una personalidad dentro de la mente de Arthur? Esto resulta bastante conflictivo después del plano en que se dejó la imagen del villano por excelencia de Batman.
Sin embargo, este aire un tanto existencialista es válido, pues en sí, el payaso del crímen no depende de un nombre, sino de una idea llevada al extremo de la locura, algo que si bien se manejó en la antecesora de esta secuela, no quedaba del todo claro debido al nombre que opacó por completo el dilema del protagonista.
Como el infame Lars Von Trier y Björk en Bailando en la oscuridad (2000), pero sin la efectiva ejecución de la misma, Phillips usa el musical como un escape mental para Arthur como manera de evadir no sólo su vida gris y patética, sino como una forma de evasión a su propio dolor y penas derivadas de su condición mental.
Es a través de estos números, algunos muy eficientes y otros que son redundantes o simplemente, mal ejecutados e inoportunos, que Joker: Folié a Deux trata de explicar porqué Fleck no es este demente criminal. Y si, esto es potenciado por la aparición de una musa particular, algo que abordaremos a continuación.
Otro factor de los musicales es la usanza del romance como potenciador de las cosas. Aunque no en todos aparece, si suele ser común en esas obras como ese rayo de esperanza por lo que todos cantan y bailan a ritmo de composiciones de Cole Porter, George Gershwin o Irving Berlin.
Aquí, ese factor reside en Lee (Lady Gaga), que desde el momento de su aparición, resulta ser la luz de esperanza en la gris vida de Fleck. Curiosamente, aquí el amor se convierte en traición, nuevamente una antítesis de la naturaleza pura del musical, además de que se suma el factor de que, diferente a las otras iteraciones de la villana del arlequín, Halrey Quinn, aquí ella se vuelve la mano manipuladora sobre Joker.
Este es un aspecto también interesante, pues es gracias a ella y la razón por la que ama la música que Arthur encuentra esa aparente vía de escape. Pero sobre todo porque él, por primera vez desde la ola de violencia desatada al final del primer filme, se siente valorado, querido, apreciado por quien es.
Tristemente, esa idea existe en la trama pero tiene el gran problema de un mal desarrollo por parte del papel de Gaga, que luce toda su dote como cantante pero cuyo personaje aparece y desaparece a conveniencia del relato, creando esta irregularidad en el ritmo que también le pesa a una cinta que muy probablemente genere enojo y decepción en muchos de los que esperaban algo caótico.
A pesar de haber números interesantes como el del Joker, cual crooner, cantando sobre su identidad de eterno payaso, o aquel en donde Phoenix y Gaga simulan perfectamente a un Sonny y Cher en plenos años setenta mientras “To love somebody” de los Bee Gees los acompañan ante una gran revelación que convierte al destino del filme en algo bastante predecible.
Phillips y compañía pecan de la excesiva duración de dos horas con 20 minutos para una batalla psicológica que tiene sus momentos brillantes pero que carece de acción, violencia o todo lo que el groso de la audiencia esperaba de una cinta sobre un villano de cómics, lo cual provoca baches tediosos en su narrativa.
Aunque la fotografía y la música repiten a los exponentes del anterior filme, siendo lo técnico un factor innegable para transmitir las atmósferas de esta existencia gris del protagonista alrededor de una ciudad en donde la luz solamente aparece cuando hablan del Joker y no de Arthur, o en los casos en que él ve siempre a su adorada chica, esta secuela padece de un malestar que va más allá de los problemas de ejecución y tono de Phillips en la dirección, sino del enemigo de las expectativas que ha creado la sombra del personaje y que, desde su antecesora, cargaba con el estigma de esa eterna penumbra que acompaña a Fleck y le daba cuerpo a una idea que, claramente, se aparta de los cómics pero que en el nombre lleva la penitencia.
Si bien existen planteamientos interesantes dentro de la gran irregularidad de su historia, Joker: Folié a Deux funciona cuando Phoenix muestra nuevamente el poder interpretativo que tiene, matando el fantasma oscuro de aquel payaso para referirse solamente a Arthur Fleck en un guión convoluto que resulta pesado, sobre todo al tener a un protagonista tan insano, patético y debilucho como lo fue siempre él.
Algunos pensarán que Phillips mató al popular villano y antagónico por excelencia del Hombre Murciélago y tal vez no estén del todo equivocados, pero solamente queda no cantar más y asumir la triste, pesada e incurable realidad de un ser humano violentado que encuentra su destino final de la manera más depresiva posible. Aunque, eso sí, la idea del mismo, perdura.
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