Escenario

Jorge Michel Grau: “Hay una gran generación anterior a la actual que creció con la base de los padres amorosamente hostiles”

ENTREVISTA. El cineasta mexicano estrenó su más reciente filme ‘Rabia’ en el Festival Intencionalidad de Cine de Guadalajara donde buscará llevarse el Premio Mezcal de la competencia>

El CEO de Google, Sundar Pichai, sonríe a la cámara.
“Los hombres estamos muy acostumbrados a las leyes del no decir, no sentir ni llorar y siempre hacernos los duros”, señaló Jorge Michel Grau. “Los hombres estamos muy acostumbrados a las leyes del no decir, no sentir ni llorar y siempre hacernos los duros”, señaló Jorge Michel Grau. (Especial)

El cineasta mexicano Jorge Michel Grau está de vuelta con su nueva cinta, Rabia, que tendrá su estreno en el marco del 38 Festival Internacional de Cine de Guadalajara, una película que se siente como un regreso a sus bases del género, pero con un toque más personal y oscuro. En Crónica Escenario charlamos con él acerca de este filme que buscará llevarse el Premio Mezcal de la competencia.

Para mí, Rabia es la segunda parte de Somos lo que Hay pues en esa ópera prima todo partía desde la pérdida del padre y una familia que se reconstituía a sí misma en un contexto urbano visitando un mito de terror”, comenzó declarando Grau, remitiéndose a esa gran cinta del 2010 que lo puso en el mapa.

“Ese mismo triángulo estructural es el que me puse como meta para esta nueva cinta, donde la pérdida de la madre nos lleve a explorar una situación familiar extrema con una mirada muy oscura en las relaciones entre padres e hijos dentro de la urbanidad mientras se alimenta de un mito como lo es la licantropía, de la cual hay muy pocos ejemplos en el cine mexicano”, añadió el realizador que dejó las series de lado para volver al mundo de los largometrajes.

El uso de la licantropía es algo que llama la atención de este universo creado por Rabia, lo que representó cierto reto para Jorge Michel. “Existía esa dificultad latente de adaptar una leyenda tan europea pues normalmente las historias de hombres lobo tienden hacia los lugares con bosques o una ambientación gótica. Aquí tuvimos que traerlo a un lugar más familiar para que la gente pudiera sentirlo como un monstruo propio”, señaló.

A pesar de ese aire de horror y suspenso que rodea al filme, existe una base que es la guía de toda la cinta: el amor entre padre e hijo, pero visto desde un enfoque agresivo. Al respecto, Grau explicó. “Hay una gran generación anterior a la actual que creció con la base de los padres amorosamente hostiles. Me tocó vivirlo en la década de los ochenta, donde los papás no sabían cómo demostrar su amor o comunicarse y que por nada del mundo entendían la vulnerabilidad de sus hijos. Su forma de educar era con una firmeza violenta. Ahí es donde radica este relato, mostrando esos patrones de conducta de hostilidad y violencia de la educación paternal. Afortunadamente, eso ha ido cambiando y mejorando”.

Asimismo, Rabia plantea interrogantes acerca de la masculinidad tóxica y los entornos que consumen las almas. “Los hombres estamos muy acostumbrados a las leyes del no decir, no sentir ni llorar y siempre hacernos los duros. Eso te va carcomiendo y despedazando por dentro. Es una cuestión de salud emocional que acaba siendo un factor determinante para que estemos descompuestos y tengamos que hacer un largo camino para curarnos de la obligación de tener ciertos roles donde se cree que jamás puedes demostrar cariño, amor o empatía porque eso te hará ver como alguien débil. Esos cuestionamientos están ahí presentes”, apuntó Jorge Michel.

Existe también la percepción del monstruo, ese que existe y que, al intentar acabar con él, nos convierte en eso mismo. “Curiosamente nunca lo vemos. Aunque lo tengamos parado frente a nosotros nunca sabemos qué es en realidad o porqué. Me gustaba la idea del hombre lobo como mito porque él mismo no es consciente de lo que es. Si bien se transforma y es una bestia, cuando vuelve a su forma normal no recuerda lo que hizo. Es incapaz de saber lo que puede hacer a través de ese impulso monstruoso, que en la licantropía lo da la luna llena. Esa exploración me gustaba, el hablar de lo inconscientes que somos ante lo monstruoso que podemos ser o las monstruosidades que llegamos a hacer”, aseveró el alumno de Berlinale Talents.

También sobresale otro punto que genera esa tensión en la relación de padre e hijo y ese es su entorno, mismo que resulta ser un reflejo de la sociedad actual. “El marco en el que ambos viven no ayuda a este monstruo porque es algo muy urbano pero desolador. Es un núcleo social agresivo y peligroso para las infancias y lamentablemente es lo que pasa en el país en varias ciudades. En la CDMX simplemente, como esta unidad habitacional de la película, deben existir unas 40 por alcaldía en la que toda la gente sobrevive, sean burócratas, mano de obra, entre otros. Ese es el verdadero México y uno tiene que sobrevivir a su contexto pues es un medio ambiente que te descompone inevitablemente”, afirmó.

“Me gusta explorar esos espacios porque yo crecí en ese tipo de ambiente que te destruye o te construye. Poder examinar esos lugares tiene su encanto porque ofrece mucho color, riquezas y beneficios, pero hay que encontrarlos para poder sobrevivir. El problema es que aquí, la educación del padre lo va deformando y eso no le permite al niño encontrar las salidas a su contexto. Creo que es un reflejo de cientos de juventudes que tienen esa situación en la relación con sus padres”, agregó el oriundo de la CDMX.

Detrás de este relato oscuro también hay decisiones arriesgadas, como mostrar al pequeño fumando cigarrillos. “Me parecía el lugar adecuado para mostrar esa exploración de niño a hombre. Esa necesidad de crecer y sentirse adulto más rápido lo da las cosas prohibidas que solamente ellos hacen. Todos los jóvenes tienen esa curiosidad de crecer, dejar toda la niñez y adolescencia atrás y poder hacer todo lo que los grandes hacen. Esa escena donde fuma era la forma en que, para mí, podíamos entender a este niño que está corriendo a la adultez con una situación extrema”, reflexionó Grau.

Si, fue una decisión arriesgada hacerlo pero obedece a la misma oscuridad del relato. Platicaba con la productora, Mayra Espinoza, que no sabía lo que iban a censurar, si la violencia o este tipo de escenas donde el niño está haciendo cosas de adulto que no son propias”, agregó Jorge Michel.

La tensión en Rabia también se siente gracias a la música y el diseño sonoro de la misma, algo que fue mutando conforme el proyecto tomaba forma. “La película pasó por diferentes estadíos. El aspecto musical primero pasó de mi necesidad de explorar con la corriente del noise hasta la psicodelia con bandas de rock mexicano. Había muchos experimentos sonoros que quería tener en el filme pero finalmente decidí que el score fuera más convencional con tintes del género de ‘ruido’. Tuve la fortuna de hacer un ensamble increíble con Hugo Quezada, con quien ya había trabajado antes, Mabe Fratti y Diego El arte que crearon esas sinfonías que se complementaron muy bien con el diseño sonoro de Sergio Díaz”.

“Queríamos reflejar un universo animal, descarnado, canino, lleno de rabia. Fuimos tejiendo ciertos acercamientos sonoros que encajaban muy bien con las escenas, logrando que se vieran como me las había imaginado. Ese díptico entre el diseño sonoro y la música tienen un aterrizaje increíble. Creo que funcionan muy bien para construir la violencia, la tensión y el universo emotivo de cada uno de los personajes ante un tema que se va descomponiendo hasta volverse doloroso”, complementó el director.

Otro aspecto que fue cambiando con el tiempo fue el título del filme, pasando por varias alternativas hasta que Grau decidió que lo había encontrado. “Empecé a creer que Rabia era el correcto porque me daba la sensación de que hablaba de dos universos. Primero, el canino, que está ligado directamente con la imagen de un perro enfermo. El otro venía de la emoción, de saber que la rabia proviene de la frustración, que es por lo que pasan los personajes. Existe una rabia por no poder comunicarse, no entenderse y que se va desencadenando hasta llegar a entornos muy violentos”, confesó.

Finalmente, Jorge Michel define esta película no sólo como una secuela espiritual de Somos lo que Hay, sino como algo mucho más “Definitivamente creo que es mi película más oscura por todo el contexto que conlleva detrás de ese minimalismo expresado por la cámara. Rabia, sobre mis otros proyectos, es muy honesta y personal pues ofrece un clavado duro hacia la relación que tuve con mi papá en esos tiempos. Es una mirada sobre el Jorge Michel hijo y cómo traté de desentrañar mi infancia y poder proyectarla hacia una historia”.

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