Hace 51 años que el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrelló en los Andes, dando pie a una de las historias de supervivencia más célebres del siglo pasado. Ahora, el cineasta español Juan Antonio Bayona busca trasladar al público a aquel avión y contar la historia de quienes no regresaron de la montaña.
“Yo pensaba que conocía la historia, pero el libro (el relato homónimo del periodista uruguayo Pablo Vierci en el que se basa su nuevo film) es muy introspectivo y habla de la tragedia desde un lugar muy humano, muy espiritual y casi filosófico”, dijo Bayona (Barcelona, 1975) en una entrevista con EFE con motivo de su presencia en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, el más prestigioso de Latinoamérica.
Reconocido por el certamen, que le entregó el Premio Ástor a la Trayectoria, y valorado por sus admiradores, que acudieron a una charla magistral en un teatro de la ciudad costera argentina, Bayona conversó tranquilo, aunque ilusionado por que este proyecto vea la luz.
Desde que comenzó su carrera en 2007, con El Orfanato, uno de los mayores éxitos de la historia del cine español, no ha dejado de encadenar éxitos comerciales producidos en España y en Hollywood.
Su segundo largometraje, Lo imposible (2012) también relataba una historia de supervivencia inconmensurable, la de española María Belón en el tsunami del océano Índico de 2004.
Para La sociedad de la nieve, Bayona tuvo claro desde el principio que una historia así “se tiene que contar desde dentro porque no se puede juzgar lo que (los supervivientes) hicieron en la montaña desde otra parte”.
En este sentido, su cinta no tiene reparos en mostrar el horror del accidente o los episodios de antropofagia sucedidos durante los más de dos meses de supervivencia en la montaña de los jóvenes jugadores del Old Christians Club uruguayo.
“Lo más realista posible”. Esa fue su máxima durante toda la película, rodada en español, con actores locales (argentinos y uruguayos) y que podrá verse en salas y en línea gracias a Netflix.
Bayona cree que la crudeza de la película también es un acto de sinceridad y respeto.
“Creo que era importante no suavizar el relato en exceso ni tratar la historia con algún tipo de condescendencia y ser honesto a la hora de reflejar las emociones para que el público entendiera y asumiera las vivencias que allí pasaron y las decisiones que se tomaron”, aseguró, al tiempo que puntualizó lo escrupuloso que fue para que el acercamiento a la catástrofe se diese “con el máximo respeto e intimidad”.
Una buena muestra es una de las escenas iniciales de la película, en la que no escatima en imágenes terribles para reflejar el accidente.
“Tenía que ser algo casi físico”, apuntó Bayona, que recuerda a EFE una frase del libro de Vierci: “El aprendizaje que tuvieron en la montaña no fue gradual, sino que fue a palazos”. El cineasta considera que el choque fue la primera de una serie de enseñanzas fortuitas y la más fuerte.
Un relato así, que concita tantos sentimientos y que fue llevado al cine a principios de los noventa, requería una colaboración casi absoluta de los supervivientes y de los familiares de los fallecidos.
Bayona y el resto del equipo artístico se reunieron varias veces con ellos en Uruguay, la última el pasado fin de semana, cuando el cineasta visitó Uruguay antes de recalar en Argentina.
“Cuando veo la película con ellos me doy cuenta de que quizás lo que faltaba era relatar la experiencia de los que no habían tenido una oportunidad, y creo que para los que sobrevivieron ha sido algo hasta ‘sanador’ poder haber devuelto esa parte de lo mucho que les dieron”, afirmó.
Para ello, contó con la ayuda inestimable de sus actores, que también le acompañan en el festival.
Con “los chicos”, como los llama, la comunión fue ideal desde el principio.
“Como director siempre intentas buscar con los actores que tengan una emoción parecida o un sentimiento análogo con lo que cuentas (…) Rodamos esta película en condiciones muy parecidas (en los Andes y en España), en la nieve, en el frío, con los actores sometidos a una dieta muy estricta y lejos de sus casas”, relató Bayona.
El barcelonés reconoce que el rodaje de La sociedad de la nieve fue “estimulante” y tuvo mucho de “aventura”, pero también asume el cansancio que ha supuesto este desafío: su cuarto proyecto en siete años.
Por ahora, aquel niño que veía Tarzán con su padre en televisión, y que después fue un joven fascinado por los casi extintos videoclubs necesita descansar, leer y pensar antes de volver al lugar desde donde mejor entiende la vida: el cine.
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