Las películas de terror basadas en hechos reales causan un morbo inexplicable en el espectador. Cintas como Henry: Retrato de un asesino (1986), Terror en Amityville (1979), Mar abierto (2003), El exorcismo de Emily Rose (2005) o El exorcista (1973) juegan con hechos registrados que van desde lo sobrenatural, pasando por la psicopatía o el abandono, mismos que han encontrado un espacio en el inconsciente colectivo para enfrentar estos temores en la pantalla grande.
Producida por Rigoberto Castañeda y dirigida por Henry Bedwell, llega a cines una historia real de una familia asesinada en Durango por lo que se presume fue un ente diabólico durante la década de los 80 en Karem: La posesión, que busca aterrar a la audiencia mediante la dramatización terrorífica de un relato que a la fecha no encuentra explicación por parte de las autoridades mexicanas.
No es la primera vez que el género se encuentra con estas posibilidades. Recientemente, encontramos el proyecto de Paco Plaza llamado La posesión de Verónica (2017), ubicada en Madrid a principios de los 90 en donde el director tomaba el conocido Expediente Vallecas, donde por primera vez un oficial de policía declaraba en un informe policial la presencia de actividad paranormal como factor del caso.
Bedwell intenta ir por el mismo camino, ejecutando toda clase de clichés y convenciones del género de posesiones, intentando darle un toque a la mexicana, jugando con el hecho de una familia agnóstica que llega a una ciudad de carga católica enorme y que habita una casa donde un demonio aprovecha esta falta de creencia para hacer sus maldades. Sin embargo, el realizador vuelve a caer en los problemas usuales de su filmografía.
Como en el remake del filme clásico de Carlos Enrique Taboada, Más negro que la noche o en su anterior largometraje, Forward, Bedwell intenta crear una atmósfera de terror creíble para su pequeño universo pero no lo logra del todo, cayendo en los usuales clichés de las cintas similares, lo cual causa que la fórmula resulte un tanto cansada, predecible o hilarante por momentos.
La labor actoral tampoco ayuda al propósito de la cinta ya que los padres de familia se sienten sobre actuados, sobrados y mal desarrollados. Ni Dominika Paleta ni Daniel Martínez se sienten preocupados y el guion no les ayuda con sus torpes posturas o la escasez de justificación en sus actos, haciéndolos planos. En ese tono, los que mejor hacen su labor son Miranda Kay como la hermana mayor de la niña poseída y la breve participación de Ramón Medina, que se sale de su arquetípico villano en el género para hacer algo diferente pero de poco peso.
Incluso la joven protagonista de Karem, la actriz Raquel Rodríguez, tiene un desbalance notorio entre hacerle creer a la audiencia si está poseída o si simplemente se convierte en una bully que se venga de las peores formas ante sus compañeras, convirtiéndose en alguien que no genera mucha empatía ante su situación como sí pasa en otros ejemplos de cintas del subgénero como Emily Rose o Regan, olvidando incluso el punto de la familia agnóstica en un lugar tremendamente cargado por los pensamientos religiosos.
Los efectos especiales también dejan mucho que desear, ya que se sienten hechos para una cinta serie b, además de que el diseño sonoro también está hecho con el afán de generar los famosos jump scares de manera forzada o muy predecible, lo cual no ayuda a la creación de terror o de atmósferas efectivas.
Sin embargo, hay dos puntos muy destacados. Primero, el diseño de producción donde Bedwell decidió tomar como locaciones algunos edificios en Durango que funcionan bien en la idea. Y qué decir de la fotografía, realizada por el legendario japonés Junichiro Hayashi, que es por mucho lo más rescatable del filme y que ayuda en algunos momentos a que la sensación de la casa maldita se sienta bastante bien a pesar de las desavenencias en el guion.
Así, Karem: La posesión es otro intento que no logra convencer ni provocar miedo por parte de un director que está en la constante búsqueda de generar un buen relato de género pero que no ha encontrado la idea que consolide sus buenas intenciones ni el conocimiento que tiene del género, cayendo en clichés muy conocidos, salidas fáciles de fórmula o remakes no muy efectivos que hacen de esta posesión algo no tan peligroso ni provoque tantos sustos a pesar de estar basado en un hecho misterioso, brutal y real que merecía un mejor enfoque.
Copyright © 2021 La Crónica de Hoy .