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Tras siete años políticamente “brutales” en Brasil, el “sentido de la dignidad” y “el respeto” han vuelto al país y eso es “esperanzador”, opina Kleber Mendoça Filho, que presenta en Cannes su última película, el documental Retratos Fantasmas, donde hace un recorrido por su Recife natal.
“El sentido de la dignidad ha vuelto al país y creo que es increíblemente importante. El sentido de la democracia y del respeto ha vuelto”, señaló en una entrevista con EFE este domingo, dos días después del estreno del filme dentro de la selección oficial del Festival, pero fuera de la competición.
Para Mendoça -que en 2021, durante el mandato del presidente conservador Jair Bolsonaro, hizo público su apoyo al Partido de los Trabajadores que ahora gobierna de nuevo con Luiz Inácio Lula da Silva-, los años precedentes rompieron algo a nivel filosófico en su patria, incluso aunque a nivel práctico no hubo tantas consecuencias, excepto por el “increíblemente irresponsable y asesino tratamiento de la pandemia”.
Ocurrió sobre todo por la forma en la que el “fascismo” salió del armario y sus ideas de pronto se podían decir en voz alta y en televisión.
“La gente se puso físicamente enferma por la forma en la que se hablaba de las mujeres, las derechos de los gays, el Amazonas, los nativos brasileños, la cultura... A todas las cosas que son importantes para un país les faltaron al respeto”, argumentó.
El reciente cambio político, según él, ha devuelto la esperanza al país, que antes iba como un avión que caía en picado, directo a estrellarse, según él, y ahora al menos ha logrado remontar el vuelo. “Es mucho trabajo para el Gobierno, pero está sucediendo”, añadió.
Es un cambio que se ve, por ejemplo, en el mundo de la cultura: la sabotearon, “pero ahora con el nuevo Gobierno se ha reconectado la maquinaria y está funcionando de la manera que debería”.
En Retratos Fantasmas, Mendoça ha vuelto al registro documental, aunque asegura que es algo que surgió así, inconscientemente, más que algo planeado. “Este film va mucho sobre cosas que me gustan: los ciudadanos, la idea de mirar a imágenes del pasado, imágenes de ahora”, indicó.
Por la forma en la que las imágenes recorren la casa en la que vivió el realizador de Aquarius, este filme ha sido descrito como su proyecto más personal e íntimo, pero él no lo siente necesariamente así.
“Los otros filmes también se sentían muy personales, pero en las otras películas te escondes detrás de la ficción”, explica. De hecho, para él, lo más duro de este proyecto no fue tanto la exposición de su intimidad, sino el tener que escuchar su propia voz, que narra en off todo el documental.
“Pensé que lo pasaría mal en la proyección oficial -confiesa-, pensé que estaría removiéndome en el asiento, pero luego lo estuve viendo como una película y es casi una película de ficción. Se sintió natural, no me incomodó la exposición. Yo estoy feliz conversando sobre los elementos de la vida”.
La película se divide en tres partes: una que muestra su casa y, sobre todo, la importancia que ha tenido este escenario en su carrera; otra que nos lleva de viaje por las salas de cine de Recife y otra que habla de las iglesias (muchas de ellas antiguos teatros de proyección reconvertidos en templos por el “boom” del evangelismo).
“Fui criado como católico (...) No soy una persona religiosa ahora, pero llevo conmigo estos elementos católicos”, detalló.
Las tres partes, además, solo surgieron en el montaje de la película, para el que no tenía un guión previo. Lo mismo ocurrió con los pequeños pero brillantes pasajes de humor sembrados por el documental, que en general tiene el tono pausado e intimista de alguien que comparte sus recuerdos y pensamientos.
“Recife tiene elementos muy interesantes. Una parte es increíblemente nueva, capitalista y estúpida y destructiva. Pero hay otro lado que está siempre resistiéndose”, describe sobre su ciudad.
Y es esa naturaleza de resiliencia la que le interesa particularmente y la que le ha hecho volver la cámara hacia su ciudad para componer esta película que, en realidad, lleva escribiendo toda su vida.
“Si no me hubiera rendido”, piensa el realizador, que en su última visita a Cannes ganó el premio del jurado por Bacurau (2019).
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