Escenario

‘Mal de ojo’: Un terror auténtico desde el misticismo de nuestras raíces

CORTE Y QUEDA. Afortunadamente, en tiempos presentes existe una generación de cineastas que, gracias a su gusto por el género, han logrado posicionarse en el gusto del público, incluido el cine de Isaac Ezban>

La niña de la lámpara
Fotograma del filme ‘Mal de ojo’ Fotograma del filme ‘Mal de ojo’ (Cortesía)

El cine de terror en México ha tenido importantes representantes en realizadores como Carlos Enrique Taboada y sus cintas clásicas del género, Juan López Moctezuma y su excentricidad en Alucarda: La hija de las tinieblas (1977), incluso con cintas que resonaron al revivir mitos como La Llorona (1933) de Ramón Peón o reinterpretaron la leyenda de los ‘strigoi’ con El Vampiro (1957) de Fernando Méndez.

Afortunadamente, en tiempos presentes existe una generación de cineastas que, gracias a su gusto por el género, han logrado posicionarse en el gusto del público. Entre esa lista existen nombres como Emilio Portes, Lex Ortega, Gigi Saúl Guerrero e Isaac Ezban, que está de vuelta con un relato de brujería vista a través del lente latinoamericano con Mal de ojo, título que hace referencia a una creencia popular supersticiosa asociada a la figura de las brujas y su capacidad de producir daño a otros.

La historia nos presenta a Nala (Paola Miguel), una joven de 13 años con una hermana pequeña, Luna (Ivanna Sofía Fierro) que padece una extraña enfermedad al parecer incurable. Por ello, sus padres deciden llevarla con su abuela (Ofelia Medina) a su casa en el campo, alejada del ajetreo citadino. Sin embargo, Nala se dará cuenta de que encontrar la cura no será tan sencillo, pues las leyendas de brujas y terrores nocturnos harán que este reencuentro familiar dé un giro inesperado, sospechando que la abuela oculta algo.

Desde sus inicios, Ezban ha mostrado la capacidad para trabajar en atmósferas interesantes. Desde El incidente, su ópera prima, pasando por los pequeños segmentos en antologías como Deathcember o México Bárbaro, hasta su misterio al más puro estilo de la Dimensión Desconocida, Los parecidos, el mexicano ha demostrado una evolución no sólo en los temas que le atraen, sino también en su técnica como realizador.

En Mal de ojo se muestra a un director y guionista más maduro que, con ayuda del productor y escritor Edgar San Juan e inspirados en la historia original escrita por Junior Rosario, encuentra un balance interesante de cómo hablar del tema de la brujería con una visión latina, dotándola del folklor y la mitología mexicana y caribeña acerca de ella, lo cual la hace alejarse de las convenciones de este subgénero, dejando de lado las cuestiones políticas de Salem o la mirada europea acerca de lo que significa ser bruja.

Ese es uno de los sellos más aplaudibles de este filme, además de tener una estructura típica de cuento de hadas oscuro, recordando que el terror encontró una vertiente en esas fábulas de los Hermanos Grimm y otros cuentistas en donde las imágenes ilustrativas de sus relatos servían para generar miedo en los pequeños y así aprender una moraleja importante de ellos. Si bien Mal de ojo no deja esa sensación, si coquetea con esa fórmula al relacionar una especie de leyenda con los hechos de los que somos testigos en el filme.

Otra parte digna de reconocimiento es el cast de la película, comenzando por Ofelia Medina que demuestra las tremendas tablas actorales de su carrera en el papel de la abuela, mostrando diferentes facetas que van de lo tierno a lo diabólico de manera muy convincente. 

A ello se suman las jóvenes actrices que hacen de sus nietas, sobre todo Paola Miguel que es capaz de ponerse al tú por tú con Medina en algunas escenas, cuyo descenso hacia este mundo de la brujería va rompiendo y desarrolla de mejor forma a una niña que parecía antipática pero que acabas por querer ayudar para que salga de la maldad que la acecha.

Es en la dinámica que ellas conllevan que reside el corazón de la cinta misma, uno que plantea una película llena de este enfoque femenino a través de la figura matriarcal de las brujas, mismas que son motivadas a actuar a través de la sangre, de los lazos que las unen, algo que no se hacía desde los tiempos de La tía Alejandra (Ripstein, 1980) y que en estos tiempos resuena más, dándole una sensibilidad diferente a este relato de horror a través de las protagonistas, similar al corto Hijas de brujas (2021) de Faride Schroeder.

También existe un factor positivo en la música compuesta por Camilla Uboldi, que da el salto de los cortometrajes y documentales a su primera incursión en el terror, haciéndolo de gran forma, potenciando las situaciones y usando ritmos latinos en algunos momentos para mostrar ese toque diferente de la brujería de la que somos testigos.

Asimismo, la fotografía de Isi Sarfati, que se reencuentra con Ezban después de crear esa escala de grises particular en Los parecidos, encontrando un recurso en el color para transmitir las atmósferas debidas en la casa de la abuela, en la naturaleza exterior y sobre todo para transmitir diversos estados emocionales en momentos cruciales, usando el rojo, amarillo y azul de buena manera.

Es así que Mal de ojo funciona como un cuento de brujas con tintes de folk horror a la mexicana, algo poco visto en el cine nacional pero que tiene como referentes a esas creencias que nos caracterizan en Latinoamérica. Esa es la verdadera riqueza de este terror provocado por Ezban y compañía, una que reside en ese sello característico de nuestro país y que no cae en las convenciones usuales del subgénero sino que amplía el espectro usando nuestras raíces místicas, jugando con lo pagano, lo sobrenatural y las tradiciones para generar un terror auténtico.

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