Una tórtola posa su nido en los cables de electricidad frente a una casa en la calle de Malintzin, en Coyoacán. Desde la ventana del número 17, hogar de Eugenio Polgovsky y su hija, se gesta una historia que habla de naturaleza, de la urbanidad y de los padres e hijos. Esto es Malintzin 17, ganador a Mejor Documental de la más reciente entrega del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM). En Crónica Escenario charlamos con Mara Polgovsky, hermana del realizador que se encargó de darle forma a este trabajo póstumo del importante documentalista mexicano.
Malintzin 17 ocurre en un encierro, donde a partir del espacio cerrado se genera esta narrativa íntima entre Eugenio, su hija y la tórtola. Al respecto, Mara comentó: “Es interesante ya que fue filmada en 2016, antes de la pandemia, pero muchas de las experiencias sensoriales, visuales y auditivas que tenemos al ver el documental son exactamente aquellas que vivimos durante el confinamiento generalizado y las vidas e universos se hicieron chiquitos. En gran parte, hice la cinta sin tratar de hacer un homenaje, más bien de completar la obra de Eugenio, mi hermano. Él había filmado este material y tenía planeado editarlo para que alguien la hiciera una cinta pero me parece que no debería quedarse lo que filmó en un disco duro debido a la belleza y el esfuerzo detrás como para abandonarlas así”, expresó.
Polgovsky agregó que había algo en este material que le resonaba a anteriores obras de Eugenio. “Me di cuenta al ver el material, esto después de la muerte de Eugenio, que además de la parte estrictamente documental en relación a la vida en Coyoacán y la relación con esta pequeña ave, existía algo muy rico acerca de la relación entre Milena, su hija, y mi hermano. No sé si planeaba o no meter esa parte en la película pero a mí me pareció trascendental incluir esta visión en la obra de Eugenio porque, de alguna forma, es orgánica con la evolución de sus temas y estética pues se mantiene esa relación con los niños que presentó en Los herederos o Trópico de Cáncer, así como la relación del ser humano con la naturaleza y los temas ecológicos, una de sus grandes pasiones”, enfatizó.
“Aquí se siguen explorando todos estos temas pero existe un cambio en la escala hacia lo íntimo y lo que le llaman a veces la microhistoria. Y me parece que si pensamos en un creador que está explorando géneros narrativos, aquí existe una nueva exploración que incluye otras preguntas acerca del potencial afectivo y narrativo justamente de un documental”, acotó la realizadora de esta ópera prima.
Algo que para Mara era de suma importancia era serle fiel al trabajo de su hermano, Eugenio. “Intenté editar con él mismo tipo de principios que él seguía así como trabajar el sonido, con esa lealtad a lo real y al sonido directo aunque también hubo un trabajo en la creación de varias capas en el mismo. Existe la cámara que es muy corporal y sigue los movimientos del mismo. Aunque artificialmente se pudo haber estabilizado el material, me pareció que habría que ser fiel a lo construido en su carrera tan importante como cineasta y así se sintiera como una película más de él. En ese sentido, solamente participé como colaboradora y testigo de esta estética y es justo ahí donde se vuelve un homenaje, pues se convierte en su primer filme póstumo que confirma sus valores y todo lo que innovó en el cine documental en México”, afirmó.
Un aspecto interesante del filme póstumo de Eugenio en colaboración con Mara es la impresión que ha dejado en la audiencia que la ha podido ver fuera del país. “Les resulta una mirada fascinante de México. Les encantan esos personajes urbanos que, a lo mejor nosotros como mexicanos estamos ya muy acostumbrados a ver. Está el vendedor de camotes, el tamalero y así pero para un extranjero eso implica una riqueza cultural y etnográfica que la cinta comparte de manera fiel, nada exagerada ni folclorista o falsa, sino que se apega a los ritmos de la vida cotidiana y ve como dentro de ella hay muchísima magia y mucho qué descubrir. Es como una invitación a mirar atentamente lo que nos parece muy ordinario”, expresó la realizadora.
Hay un factor interesante que la realizadora mexicana también destaca y esa es la mirada inocente de una niña a través de su ventana y el mismo lente. “En esa mirada nos podemos percatar de que hay seres vivos que luchan por su supervivencia o la relación que tenemos con los niños. Esto último me parece interesante porque parece que el documental captura la mentalidad de una niña de cinco años y universaliza esa fascinación que tenemos los adultos por la manera en que ellos piensan, se convierte en un retrato de la infancia en ese sentido, llevando a que Milena incluso se vuelve por momentos directora del filme, indicándole a Eugenio qué era lo que tenía que grabar. Creo que ahí viene un mensaje amplio acerca de la educación”, manifestó Mara.
“Eugenio me da una lección sobre una relación paternal que no es controladora ni autoritaria, que permite que su hija se sitúe como la adulta. Es interesante verlo ponerse como en la situación del niño para que ella le dé las explicaciones, escuchar sus respuestas conmovedoras que nos hacen pensar con reflexiones incluso acerca del significado de filmar. Habla de temas profundos como la violencia y poder de la cámara al filmar al pajarito y lo transmite de una forma muy natural”, añadió.
El mensaje ecologista que tanto preocupaba a Eugenio también resuena en este proyecto, pues las tórtolas se convierten en una guía para mirar el mundo y las consecuencias de la urbanización descontrolada. “A nosotros nos parecen muy comunes en la ciudad, pero en Inglaterra están en un proceso de extinción. Entonces, incluso estos animales que se nos han hecho como compañeros urbanos en el marasmo de la CDMX, son criaturas que algún día podrían ya no estar ahí. El documental funciona como una alegoría también de eso, de la naturaleza adaptándose al contexto urbano cada vez un poco más violento. De ahí que nace la idea de los pájaros robots y la importancia de esta idea pues es cierto que los humanos estamos desarrollando pájaros falsos y puede que esos sean los únicos que queden en el porvenir”, reflexionó la también editora.
“Eugenio buscó desde un comienzo hacer una película ecológica pero desde un nuevo punto de vista porque estamos muy acostumbrados al discurso ecologista y a veces se deja de escuchar debido a que lo encuentras en todas partes. Este es un acercamiento totalmente innovador en el que, finalmente, todo gira en torno a un solo ser vivo que no es el oso polar o algún animal mítico o en peligro, sino un ser vivo más y al cambiar ese punto de vista se abre una nueva reflexión donde terminamos haciendo un ejercicio de mirada desde el punto de vista de la tórtola. Eso me pareció muy creativo”, amplió en el tema Mara.
Además de las imágenes, la labor de Polgovsky en su ópera prima como realizadora tuvo que ver más con la construcción narrativa y la experiencia del sonido, algo en lo que ahondó. “Eran apenas seis horas de filmación, mi sobrina no estaba presente en mucho de ese material. Poder hacer una historia a partir de los pedazos de realidad y darle una forma costó mucho trabajo de edición. Y es que mientras más material grabado tienes, más se facilita esa labor. Aquí no podíamos volver a filmar y tocó ver cada instante, cada voz en off, construir un rompecabezas que tomó casi un año de hacer”.
“Javier Gutiérrez me ayudó en el diseño sonoro, es un gran amigo que entendió muy rápido que queríamos ser fiel al realismo del sonido pero que dentro de eso mismo había mucha riqueza que se podía potenciar, como piedras en bruto esperando ser pulidas. Realmente fue algo muy delicado de meter chiflidos de hombres que están en la cárcel y ponerlos en la calle, hacer que se sienta la fuerza de la lluvia con esas gotas que, en un cine con sonido Dolby, sientes que estás en esa tormenta”, declaró Polgovsky.
Y es que, para ella, la belleza de Malintzin 17 radica mucho en la experiencia sensorial que brinda este filme. “Mucho de la película tiene que ver con los sentidos que tenemos. Con escuchar, mirar muy de cerca, hasta olfatear lo que está pasando en la calle y justo con ese trabajo sonoro transmitimos al espectador las estructuras sonoras de esta calle mítica de México llamada Malintzin. Me considero como la traductora del trabajo de Eugenio, de su obra hacia el presente, entre los vivos y los muertos”, expresó de manera emotiva.
Es aquí que un poco de nostalgia ante la pérdida de Eugenio, algo que no fue sencillo de enfrentar para Mara pero que, con resiliencia y tesón, supo enfrentar para poder entregar este primer trabajo póstumo de su hermano. “Lo más difícil de este proyecto fue justo la ausencia de Eugenio, hubo varios momentos en que pensaba que iba a desistir de hacer este filme. Pero encontramos ciertos métodos de comunicación, a través de los sueños y demás. Tuve también apoyo de Pedro González Rubio, que fue mi coeditor y gran compañero en este trabajo. Fue difícil ser directora pues esta es mi ópera prima y tienes que enfrentarte a gente de la industria con más experiencia que quiere que vayas en otra dirección, sobre todo en la posproducción. Fue duro, pero tuve un gran equipo aprovechando el legado humano que dejó Eugenio y encontré un valioso apoyo también en Julio Chavezmontes, de Piano”, detalló.
Finalmente, Mara Polgovsky confesó que aún hay más cosas por trabajar de lo dejado por Eugenio, incluyendo un próximo proyecto del que nos adelantó un poco. “Tenemos otra película con más material que dejó, esperemos hacerla el próximo año y pues queda aún Eugenio Polgovsky para rato. Agradezco lo que me enseñó de cine y continuar con su trabajo es, para mí, retribuir toda su generosidad como cineasta y hermano. Todo lo aprendí de él fue sin una agenda, abriéndome los ojos al mundo. Y esta cinta que viene tratará de un personaje con una personalidad muy dual y que nos presenta también una mirada a nuestra tragedia cotidiana del mundo de las drogas desde un punto de vista que no tiene nada que ver con lo que hemos visto en torno a ese tema”, concluyó.
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