La directora francosenegalesa Mati Diop, ganadora del premio del Jurado en Cannes por su anterior película, Atlantique, ha encendido este domingo en la Berlinale el debate de la descolonización del arte con Dahomey, un documental sobre la restitución por parte de Francia de 26 obras de arte a Benin.
Diop (París, 1982) ha considerado “humillante” que sean solo 26 de las más de siete mil obras expoliadas por Francia que permanecen en el Museo Quai Branly de París pero ha pedido que no se reste importancia al debate que se está abriendo gracias a ello.
“No es suficiente, es humillante, pero tenemos que ir más allá de la puesta en escena que busca el gobierno (de Emmanuel Macron)”, subrayó en rueda de prensa la directora, que compite por el Oso de Oro del certamen.
“No hay que minimizar el poder que tiene este hecho -prosiguió-, lo primero que hay que restituir es la importancia que tiene devolver obras a un territorio que durante siglos ha sido explotado y dominado y que lo sigue siendo de otra forma distinta”.
El reconocimiento que Diop logró con Atlantique, un drama sobre la inmigración que llegó a la shortlist de los Oscar, lejos de encaminarla a un cine más comercial la han situado en un terreno aún más experimental y combativo, con una película de 67 minutos que ella denomina “documental fantástico”.
Utilizando una simulada voz en off de una de esas esculturas a punto de embarcarse en el viaje de vuelta a su país de procedencia -una figura de madera de un antiguo rey de Dahomey- la primera parte del filme documenta y narra ese proceso que tuvo lugar en noviembre de 2021.
Dahomey es el nombre del antiguo reino africano localizado en el sur de la actual República de Benin y fue fundada en el siglo XVII por el rey Houegbadja que dio comienzo a una dinastía de tres siglos a la que puso fin Francia en 1895 al integrarla en su imperio colonial.
Diop ha confesado que su idea inicial era hacer un filme de ficción porque cuando el presidente francés, Enmanuel Macron, puso por primera vez sobre la mesa, en 2017, el tema de la restitución de bienes coloniales, le pareció “surrealista” y no acabó de creéselo.
“No podía imaginar que algunos artefactos concretos volverían, pensaba que iba a ser algo que tardaría 20, 30 o 40 años, no sabía si yo iba a ser testigo de ello en mi vida, por eso me planteé escribir una ficción que comenzase en el momento del saqueo de una obra y seguir su periplo hasta su restitución, en un futuro imaginado”, ha explicado.
Algo de esa idea ha permanecido en el documental. “El principio formal y estético, pero sobre todo ético, era filmar desde la perspectiva de las obras, es decir, desde la perspectiva africana, hacerles sujetos narrativos de su propia historia”, dijo.
Por ese motivo en la segunda parte Diop da voz a un grupo de jóvenes universitarios de Benin que debaten sobre el significado que tiene esta restitución.
Jóvenes que confiesan haber crecido con las películas de Disney pero ignorando su propia cultura, que critican que Macron sólo busca “promover su propia marca porque sabe que está perdiendo poder en África” o que sienten que lo que les han robado es mucho más que un patrimonio cultural, es “el alma”.
“Una de las razones por las que hago cine es hacer visible, inteligible y sensible la cuestión del colonialismo”, dijo Diop en Berlín, “y no es algo fácil porque la colonización está tan arraigada que es complicado ser consciente de la violencia que ha supuesto”.
“Son solo 26 obras de siete mil pero hay que invertir esta cuestión y hablar de la restitución como un pretexto para cuestionar todo lo que plantea problemas esta relación de fuerzas y todo lo que debe ser restituido”, precisó.
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