Escenario

‘Las momias y el anillo perdido’: Un entretenimiento infantil menor

CORTE Y QUEDA. El filme no es más que un divertimento menor para los espectadores infantiles aficionados a la animación, capitalizando los espacios temporales disponibles en la cartelera comercial

Los tres amigos y el jeroglífico
Fotograma de 'Las momias y el anillo perdido'. Fotograma de 'Las momias y el anillo perdido'. (CORTESIA WARNER BROS.)

La premisa del filme animado Las momias y el anillo perdido (Momias/Mummies, España-EUA, 2023) plantea que, oculto debajo de las pirámides de Egipto; se encuentra todo un reino subterráneo habitado por ancestrales momias, quienes viven una existencia pacífica, apartada del mundo de los mortales, donde lo antiguo y lo contemporáneo confluyen. Una visión conceptual similar a la imaginada por la franquicia de la serie televisiva Los Picapiedra (The Flintstones, 1960), en la cual la vida moderna es reimaginada con la tecnología y los conocimientos propios de tiempos antiguos.

En ese reino habita Thut, un auriga o corredor de carruajes tirados por caballos, quien se ha retirado y ahora vive únicamente explotando sus viejas glorias, al estilo de una celebridad. El motivo de su retiro prematuro se mantiene en secreto, y es algo que lo atormenta y le ha dejado una especie de estrés postraumático el cual, de cuando en cuando, resurge y le atormenta. Pero gracias al apoyo de sus seguidores y sobre todo, de su hermano menor Sekhem, las cosas para él han sido más llevaderas.

Por otro lado se encuentra Nefer, la hija del faraón, la cual está obligada a cumplir con toda serie de imposiciones y deberes propios de su alcurnia, incluyendo casarse con quien sus dioses le indiquen. Pero ella tiene otros sueños, más personales, y tienen que ver con su afición al canto. Sin embargo, dichos anhelos no tienen cabida dentro de las responsabilidades y tareas propias de su estatus nobiliario.

Al encontrarse y conocerse de forma fortuita en las calles de la ciudad oculta, en principio Nefer y Thut no se caen bien. Y menos cuando posteriormente, se les notifica a ambos que, gracias a un ritual llevado a cabo por la Diosa del Amor, han sido elegidos para unirse en compromiso matrimonial. Y al joven consorte se le confía un valioso anillo importante para dicho enlace nupcial, el cual deberá cuidar hasta el día de la ceremonia, so pena de ser severamente castigado si lo pierde.

Y es cuando el destino interviene en la forma de Lord Carnaby, ambicioso y un tanto inescrupuloso arqueólogo, quien se apodera de dicho anillo, y junto con otras piezas, se las lleva de Egipto para exhibirlas en su museo particular en Londres, buscando con ello volverse muy famoso. Aterrorizado por el severo castigo que le espera, Thut intenta recuperarlo, y junto con Nefer, Sekhem y Croc, la mascota de este último (un pequeño y simpático cocodrilo-momia), emprenden un viaje de incógnito a la capital del Reino Unido donde, además de tratar de localizar y recobrar la joya, se toparán con un mundo el cual, por un lado desconcierta mucho a Thut -y gradualmente lo hace encarar sus temores-, pero por otro le ofrece a Nefer un vehículo para alcanzar sus sueños. Y también les permitirá a ambos conocerse un poco mejor.

Más allá de su premisa, lo llamativo de Las momias y el anillo perdido es que procede de un país del cual no es muy habitual que lleguen producciones de este tipo a la cartelera comercial de nuestro país, como es el caso de España. De hecho, es el debut como realizador de Juan Jesús García Galocha, director de arte involucrado en los dos primeros largometrajes de la franquicia sobre Tadeo Jones (2004-2022) los cuales también se han podido ver en México.

De hecho, este trabajo pareciera como una derivación de esa franquicia, sobre todo porque réplica algunas de sus constantes temáticas (la arqueología y un interés en el mundo antiguo) y genéricas (un relato de aventuras con tintes cómicos), para darle vida a una historia de corte familiar la cual no busca sino entretener al público menor de edad con una argumento simple, sin mayores pretensiones, y con uno que otro número musical al más puro estilo Disney, pero en una versión más modesta. Y si bien es cierto que está pensada para narrarse sin demasiadas complicaciones y de modo sencillo y fácilmente digerible, no hubiera estado de más cuidar algunos detalles y evitar un par de errores de continuidad perceptibles en la trama y su desarrollo.

El público más adulto por su parte, podrá encontrar deleite en tratar de reconocer algunas de las referencias cinéfilas y culturales dispersas en la cinta, que aluden entre otros, a películas como Ben-Hur (Wyler, 1959) o Psicosis (Hitchcock, 1960); a músicos y agrupaciones como The Beatles (evocando al legendario concierto en la azotea de los estudios Apple) o Prince (la apariencia de un productor musical quien funge un rol importante en la narración); la ópera Aida de Ghislanzoni y Verdi; e incluso al incidente de la “restauración” del fresco Ecce Homo.

Pero en suma, Las momias y el anillo perdido no es más que un divertimento menor para los espectadores infantiles aficionados a la animación, capitalizando los espacios temporales disponibles en la cartelera comercial, mientras llegan los blockbusters de las grandes casas productoras enfocados a ese segmento del público.

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