“Cuando nacemos ya traemos la muerte escondida en el hígado o en el estómago, en el corazón, que algún día va a pararse, también puede estar fuera sentada en algún árbol que todavía no crece pero que te va a caer encima cuando seas viejo”. Macario (1960).
Tras una semana hospitalizado, el primer actor Ignacio López Tarso falleció a los 98 años la tarde del sábado 11 de marzo, a causa de una neumonía que deterioro su salud hasta un estado de insuficiencia renal, cardiaca y pulmonar.
"Sus funciones renal, estomacal, intestinal, cardíaca, pulmonar, todo está en situación complicada, nada le funciona al 100 por ciento, pero él es un roble, un toro de lidia y está esperando a sus nietos y demás familiares que ya vienen en camino”, explicó el hijo de López Tarso afuera del nosocomio horas antes del descenso.
Las reacciones en cuando se confirmó su deceso, tanto en internet como en los medios de comunicación resultaron de inmediato, entre ellas se encuentras las de La Secretaría de Cultura y la Facultad de Cine que recientemente le rindió un emotivo homenaje por sus más de 7 décadas de trayectoria artistica.
“Le agradezco muchísimo a esta facultad por el homenaje, agradezco mucho por esta placa la cual pondré en un lugar muy visible en mi estudio dónde tengo otras cosas que me han regalado”, agregó durante el mismo.
Hablar de Ignacio López Traso es hablar de una de las figuras más representativas e importantes para la historia del cine mexicano, el artista construyó su carrera con más de medio centenar de filmes, además de 100 obras de teatro y participaciones en series de televisión. El primer actor nació en la Ciudad de México el 15 de enero de 1925.
El primer acercamiento que López Tarso con la actuación fue a la corta edad de 8 años cuando asistió a una función de teatro, poco más de dos décadas después entro a la Escuela de Teatro de Bellas Artes. Para 1954, el actor participó por primera ocasión en cine con La desconocida, filme del director Chano Urueta con el que poco falto para convertirlo en debut y despedida, pues su personaje únicamente participaba con tes palabras.
Pese a la mala experiencia López tarso no quito el dedo del renglón y continuó trabajando en su carrera, El hombre de papel (1963), El gallo de oro (1964), Nazarín (1958), Tarahumara (1964), La vida inútil de Pito Pérez (1969) son algunas de las películas en las que participó Sin embargo, el papel que le valió el máximo reconocimiento en su carrera fue en Macario, de Roberto Gavaldón.
“Una grata e inesperada sorpresa este homenaje, tener una placa con mi nombre. El cine me ha dado muchísimo y también ha dejado de dármelo. Hace 10 años que no hago una buena película, ya no me llaman para cine, para televisión. Ya no me llaman y hace dos años que no hago teatro”, declaró el actor durante aquel homenaje por parte de la Facultad de Cine.
Y es que algo que el actor lamento durante los últimos años fue precisamente no subirse al escenario. La queja de que no lo llamaban para hacer televisión era una constante en las entrevistas que concedía López Tarso: “Creen que a los 97 años soy un cascarón olvidado que no se levanta de la cama. ¡Pues no! Estoy muy activo”, aseguró en una entrevista.
El año pasado corrió la noticia de que tendría una participación en la serie Vecinos, de Televisa, donde interpretó al padre de doña Lorena, interpretada por Ana Bertha Espín.
EL LEGADO
Desde 2016, López Tarso era miembro de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas. Dentro de sus reconocimientos se encuentran el Premio Golden Gate, que obtuvo dos veces; el Ariel de Oro, que le entregaron en 2007 por su trayectoria fílmica, y el Premio Nacional de Ciencias y Artes de 2015.
Cabe mencionar que, a su trayectoria A su trayectoria artística, se suma la sindical y política. López Tarso fue secretario general de la Asociación Nacional de Actores y del Sindicato Gremial de Directores de Cine y Similares; diputado federal de 1988 a 1991, y miembro de la Comisión de Radio, Televisión y Cinematografía del Distrito Federal y de Cultura, entre otros.
Es importante mencionar que durante el ya mencionado homenaje no solo se trató de una placa conmemorativa, sino de la donación de dos becas por parte de la facultad para dos
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