“Su vida y obra fueron un faro de luz en la lucha por la inclusión y la equidad de género”, escribió la Asociación de Mujeres en el Cine y la Televisión para dar a conocer la muerte de Busi Cortés, una cineasta que fundó esta organización dos décadas atrás para consolidar la lucha feminista en la cinematografía nacional.
La cineasta, guionista, documentalista y docente mexicana, murió a los 73 años dejando un reconocido legado que abrió un camino importante para el papel de las mujeres en el cine mexicano, sin darse a conocer aún mayores detalles de su deceso, aunque se sabe que la cineasta había tenido problemas de salud en los últimos meses:
“Busi nos mostró el poder y la importancia de la perspectiva femenina y la visibilidad política de la mujer en nuestro país”, dice el mensaje con el que reconocen su trabajo que abarca tres largometrajes de ficción, tres documentales y varias series de televisión cultural (1984-2021), por las cuales este año recibiría el Ariel de Oro a la trayectoria en la entrega de los Premios Ariel que entrega la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC).
Nació bajo el nombre de Luz Eugenia Cortés Rocha el 28 de junio de 1950, cerca de la Refinería de Azcapotzalco, en la Ciudad de México y en cuyos primeros años de infancia tuvo su primer acercamiento al cine gracias a su papá, un ingeniero que trabajaba en Pemex y su entorno:
“Había un ingeniero que les llevaba cine los fines de semana, tenía un proyector de 16 mm. No sé cómo, pero conseguía películas de cine mudo, de terror y nos la pasaba en el comedor de la refinería, fue una gran infancia”, expresó la cineasta en una entrevista con El Sol de México hace unos años.
Posteriormente vivió en Guanajuato donde comenzó a pulir su mirada hacia los temas que más tarde abordaría en el cine: “Desde mi infancia en Guanajuato fui testigo de la soledad de mis tías mayores, que eran como abuelas para mí. Pasábamos las vacaciones visitándolas en esas grandes casas, donde vivían solas debido a su soltería o viudez. Esta experiencia impregnó mi percepción desde muy temprano”, expresó en otra entrevista en España a propósito de un homenaje que le hicieron en Pamplona.
“Cuando tuve la oportunidad de tener una cámara para contar historias, supe que quería narrar las vivencias de estas mujeres solitarias con universos tan singulares. Incluso en mis trabajos escolares, me inclinaba hacia cortometrajes que abordaban la soledad femenina”, añadió.
Estudió en la Universidad Iberoamericana de 1968 a 1973 sin mucha conexión con el cine, pero luego, por recomendación del productor Alejandro Pelayo, inició sus estudios en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) de 1977 a 1981. Sus primeras incursiones en el cine fueron a través de cortometrajes como Clara (1980) y No es por gusto (1981), en los que ya mostraba un profundo interés por explorar temas sociales y de género.
Algunos de sus maestros fueron Ludwik Margules, Eduardo Maldonado y Jaime Humberto Hermosillo; quizás ellos sembraron alguna semilla con ganas de inmiscuirse en otras formas del cine. Es por eso que también destacó por cortometrajes como Las Buenromero (1979), Un frágil retorno (1981) y El lugar del corazón (1983), pero fue hasta 1984 cuando comenzó con uno de los proyectos más importantes de su vida: la serie De la vida de las mujeres.
“Eran historias de ficción, no eran documentales, tratábamos estas temáticas que están ahora en las muestras internacionales, el aborto, el control de la natalidad, la jubilación, viudez, muchos temas de mujeres en historias que no eran melodramáticas porque toda la gente estaba acostumbrada a las telenovelas, esto no, esto era un programa unitario de media hora donde tratábamos todos estos temas”, dijo.
“Esa fue una semilla para nosotros muy fuerte y poderosa que nos impulsó a seguir adelante y no quedarnos nada más en la televisión en años los 80”, aseguró la directora.
Si bien es cierto que sus inicios como directora se dieron con los cortometrajes también vale la pena señalar que ella fue asistente de dirección de Felipe Cazals, cineasta conocido por proyectos como Las Poquianchis (1976) o El año de la peste (1978). Así llegó su gran oportunidad de hacer un largometraje y fue la que la puso en el mapa de la historia.
El secreto de Romelia se convirtió rápidamente en una obra de referencia. La película, basada en una novela de Rosario Castellanos (El Viudo Román), aborda temas de secretos familiares y la posición de la mujer en la sociedad mexicana de la época. Este filme le valió varios premios y reconocimientos, consolidándola como una cineasta de gran talento y sensibilidad.
En este filme trabajó como directora con actores como Pedro Armendáriz Jr., Dolores Beristáin, Diana Bracho, Josefina Echánove y Arcelia Ramírez: “En ese entonces (el productor) Ignacio Durán Loera era agregado cultural en Londres, le escribí una carta diciéndole que me sentía muy contenta porque estaba escribiendo un guión con elementos de varios programas de la serie De la vida de las mujeres, esa serie fue fundamental para yo poder crear mi ópera prima, en esa serie había de todo, así que esta cinta fue el resultado de dos años de trabajo”, dijo.
Este filme le dio a Busi su primer Premio Ariel en 1989 a Mejor Ópera Prima, además de también ganar en categorías como Mejor Coactuación Femenina para Dolores Beristáin, Mejor Música de Fondo y Ambientación. Además le permitió ser reconocida fuera de México con premios como el ACE de Nueva York, en el Festival de Cine de San Juan, Puerto Rico, también obtuvo el premio a Mejor Ópera Prima en 1990; obtuvo el mismo reconocimiento en la entrega de la Diosa de Plata en 1989.
“Dirigir El secreto de Romelia fue una experiencia transformadora. Fue la primera vez que una mujer logró presentar un cine diferente en esa época. La película se convirtió en un hito en mi carrera y en la representación de la mujer en el cine mexicano. Al principio, enfrentó desafíos para llegar al público. Sin embargo, con el tiempo, ha sido valorada y reconocida. La temática de género y la perspectiva feminista que aborda son ahora apreciadas y discutidas, lo cual me llena de satisfacción”, enfatizó.
Cabe destacar que El secreto de Romelia es la primera ópera prima del CCC dirigida por una mujer. Busi Cortés abrió brecha para muchas mujeres realizadoras.
Aunque El secreto de Romelia ha sido el más destacado, no es el favorito de la cineasta, ya que es su segunda película Serpientes y Escaleras (1992), la que más le enorgullece debido a que logró vencer muchos de sus retos que se propuso, como el de producir.
En este filme Cortés volvió a incursionar en el drama social con una historia que examina las complejidades de la amistad y la traición entre mujeres. La película reafirmó su compromiso con la visibilidad y la representación de la perspectiva femenina en el cine. A lo largo de los años, Busi Cortés también se dedicó a la docencia, formando a nuevas generaciones de cineastas en diversas instituciones educativas.
“Aunque El secreto de Romelia es emblemática por ser la primera película de mi generación en presentar una imagen diferente de la mujer en el cine mexicano, personalmente, siento que Serpientes y Escaleras refleja de manera más íntima mi experiencia en Guanajuato. Esta película encapsula mi perspectiva sobre las mujeres y sus vidas, mostrando su fuerza y determinación”, destacó.
Estos largometrajes destacan porque salieron en un contexto ya no solo en el que el cine mexicano se encaminaba a una crisis de producción sino que además era un contexto en el que las mujeres no tenían las oportunidades tan cómodas para ponerse detrás de cámaras. De hecho ella llegó a denunciar que vivió discriminación en diferentes momentos:
“Veía que los guiones de las mujeres no eran tan tomados en cuenta, porque la mayoría de los consejos estaban formados por hombres y tenían poca sensibilidad en las temáticas y las maneras de abordarlas”, expresó hace una década en una entrevista.
“Pertenezco a una generación, junto a directoras como María Novaro y Maryse Sistach, que transformó la representación de la mujer en el cine mexicano. Nuestros enfoques fueron muy distintos a lo que se había explorado anteriormente, incluso en comparación con los directores de los años setenta”, dijo en otro momento.
“Investigadoras de universidades, especialmente en Estados Unidos, comenzaron a estudiar este fenómeno y a comparar nuestras obras con las representaciones femeninas de la época de oro del cine mexicano. El caso más representativo es el de la madre soltera, un personaje que ahora es retratado como alguien normal, una mujer empoderada y autosuficiente, lejos de estereotipos dramáticos”, complementó.
Es por eso que, además de su carrera como directora y guionista, Cortés fue una ferviente activista por los derechos de las mujeres en la industria cinematográfica. Fundó la Asociación de Mujeres en Cine y TV en México, cuya misión es promover la igualdad de oportunidades y luchar contra la discriminación de género en todos los ámbitos de la producción audiovisual.
No obstante uno de sus grandes retos ha sido el de muchos en el cine mexicano, que es el de conectar con la audiencia: “Hasta mi tercera película, siempre tuve el reto de llegar al público mexicano. El panorama estaba fuertemente influenciado por producciones estadounidenses, lo que dificultaba conectar con el público local”, comentó.
“Al principio, las condiciones eran adversas: salas de cine antiguas, problemas de sonido y proyectores deficientes. La gente estaba acostumbrada a ver películas americanas subtituladas, lo que generaba ciertas percepciones sobre la calidad del sonido, ya que al estar acostumbrados a leer, el sonido de nuestras películas les parecía malo, cuando era exactamente igual. Sin embargo, a lo largo de los años, logré superar estos obstáculos”, añadió.
Sus historias de ficción exploran la femineidad desde ámbitos mexicanos; le ocupan los espacios lejos de la urbe, sus recuerdos de la infancia en Guanajuato le motivaron a establecer algunas de sus historias en locaciones casi mágicas, extraídas de ambientes que mezclan las ciudades entrando en la modernidad y un México de amplios paisajes y casonas con vidrios por donde las gotas de los chubascos se confunden entre los gestos melancólicos de sus personajes.
Le apasionaba escribir guiones y sus visiones nos sumergen en las vidas de mujeres de encanto y nostalgia únicas. Las historias de Busi persiguen amores, relatan dolores y resaltan la fortaleza de las mujeres en un mundo imaginario muy similar al mexicano. Su cine tiene un sello distintivo.
Pero también ha participado en series de televisión como Retos y Respuestas y El Aula sin Muros, entre otras. En los últimos años se ha dedicado al video documental y a dar clase en el CCC, la escuela que la vio nacer como directora de cine. Se ha desempeñado como docente en el CCC, el Centro Universitario de Teatro de la UNAM, Universidad Iberoamericana y Cineteca Nacional.
“A los jóvenes les diría que se lancen a la aventura sin dudarlo. Así como en la época de Cristóbal Colón, si tienen la oportunidad de embarcarse en una aventura, que lo hagan. El cine es una expresión poderosa y cada historia merece ser contada”, expresó.
Su último largometraje llegó en 2005. Hijas de su madre: Las Buenrostro, de la guionista Consuelo Garrido y con las actuaciones de Patricio Castillo, Marina de Tavira, Evangelina Elizondo, Adriana Fonseca, Rogelio Guerra, Plutarco Haza, entre otros.
Las películas de Busi Cortés merecen ser vistas en estos tiempos en donde la femineidad se vuelca en el presente y se manifiesta de distintas maneras; podría ser vista como una figura nodal en el papel de las mujeres en las labores cinematográficas en México, si bien, no habrá sido la primera mujer en el cine, su participación ha sido fundamental para hacer visible esos otros puntos de vista, esas intenciones que sólo pueden surgir de la mente de una directora mexicana.
El nuevo milenio nos provoca con cambios en nuestro pensamiento, nuestras maneras de hacer y estar en sociedad, el trabajo de Busi Cortés tendrá que ser recordado como una labor tenaz, ocupada de manera sincera en el cine y sus varias formas de expresarse.
“Lo que más me enorgullece es ver cómo mis películas, incluso siendo clásicas y distintas al cine contemporáneo, logran conectar con estudiantes y público joven, tanto hombres como mujeres. Ver a la audiencia inmersa en mis historias es una gran satisfacción”, dijo.
La Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC), aún no se ha pronunciado sobre la entrega del Ariel de Oro, aunque muchos asumen que se entregará de manera póstuma.
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