Llegó a Prime Video el estreno de una nueva serie mexicana llena de nostalgia noventera acompañada de un interesante relato de amistad y adolescencia en Nadie nos va a extrañar, creada por Adriana Pelusi y Gibrán Portela y dirigida por Catalina Aguilar Mastretta y Samuel Kishi, realizadores con quienes hablamos en Crónica Escenario de este emotivo show que nos reconecta con la juventud y lo duro pero divertido que es crecer a través de 8 episodios ya disponibles en la plataforma.
Narra la historia de cinco “perdedores” que, buscando dinero y popularidad, montan un negocio ilegal en su escuela. Venden tareas y trabajos a sus compañeros, lo que les proporcionará éxito y reconocimiento. Sin embargo, las complicaciones propias de la adolescencia y una muerte inesperada pondrán en riesgo todo lo que han construido.
Para Samuel, hablar de la juventud es algo que siempre le ha llamado la atención desde Somos Mari Pepa hasta la aclamada Los Lobos.
“Bueno, es un terreno ya conocido, pero siempre interesante de explorar, y fue muy chido ir de la mano junto con Cata, explorando estos temas tan cruciales de la incertidumbre de crecer, el tener y encontrar tu identidad, pues siempre la adolescencia es un punto crítico en nuestra vida y explorarlo otra vez en los noventas, que es nuestro mole, pues ahí crecimos, con esta música, con las noticias que pasaban en el país que estaba cambiando también, aderezándolo”, dijo.
“Eso fue lo que me interesó mucho para integrarme a este proyecto con un equipo tan maravilloso, pues los noventas para mí es la adolescencia de México también”, explicó.
Y aunque no es la primera vez que Catalina Aguilar Mastretta se aproxima al mundo adolescente, si fue un ejercicio diferente al elegir este proyecto. “Cuando leí los guiones, lo primero que dije fue ‘desde que tengo 17 años he querido hacer una serie sobre adolescentes de esa edad’ y ésta es exactamente la que he querido hacer siempre, desde que tenía la edad de estos niños”, comentó.
“Porque siento que las historias de adolescencia en general son muy universales y los adultos generalmente nos identificamos con ellas porque a la mera hora uno nunca termina de crecer, uno siempre está pensando en quién es y a quién quiere y por qué y en quién se va a convertir”, señaló.
“Entonces, cuando lo ves en su versión más pura, que es la adolescencia, en este destilado de emociones intensas y en donde nada importa más que lo que está pasando en ese instante, es increíble identificarse. Es como vivir otra vez a través de esos personajes. Entonces, fue una experiencia espectacular y creo que para la audiencia también va a ser increíble volver a identificarse con ellos”, complementó la también realizadora de Cindy la Regia (2020).
Nadie nos va a extrañar se centra en la amistad de cinco jóvenes muy distintos entre sí que encuentran un lazo de amistad inquebrantable, muy al estilo de El Club de los Cinco de John Hughes. Sobre eso, Kishi declaró:
“Cuando te haces amigo de alguien de esa edad, no importa tanto que sean diferentes y te quedas siendo compañero de gente con la que no hubieras hecho amistades después en la vida. Porque hay cierta pureza en la edad y en las emociones, donde te reconoces a pesar de que vengas de lugares muy distintos. Y es lo que es fantástico de los cinco personajes de esta serie”, comentó.
Otra parte clave de la serie recae en su música, no solo por el gran soundtrack sino por la composición original que alimenta esta tragicomedia adolescente. “Fue muy bonito todo lo que fue el proceso creativo para crear la sonoridad y el universo de la serie. Exploramos muchísimo y hablábamos de cuál era nuestro soundtrack que nos iba conectando. Por supuesto, desde los guiones de Adriana Pelusi y de Gibrán Portela ya venían marcadas ciertas pistas e inmediatamente eso nos conectaba”, comentó el cineasta.
“De pronto por ahí tener a Duncan Dhu, Héroes del Silencio, todo esto con lo que crecimos y aparte, la construcción de este universo musical fue aderezado con la música de Kenji (Kishi) y de Álvaro Arce, que también hicieron un estudio de estas sonoridades noventeras”, manifestó el jalisciense.
“Se enfocaron en el New Wave, que nos llegó un poquito más tarde a México, entonces tiene esos tintes como nostálgicos, las guitarras un poco medio de The Cure y todo eso. Fue muy bonito ir creando estas cosas y las reminiscencias de los temas de la música de Caifanes a lo largo de las composiciones de Álvaro y de Kenji”, siguió el realizador.
“Otra cosa que quiero destacar, muy cañón, es el rolón que se aventó Julieta Venegas, que desde los noventas con Tijuana No estuvo pegando, y se convirtió en el leitmotiv de la serie y queremos se vaya convirtiendo en un himno, no nada más para nosotros las generaciones que vivimos en los noventas, sino también para las nuevas”, añadió el director ganador del Ariel.
Y es que el tema de Julieta Venegas describe muy bien lo que estos cinco personajes viven en la serie. “La canción de manera muy linda y muy poética habla de la misma incertidumbre del crecer, entonces, es uno de los aspectos que cuidamos muchísimo para generar este mood bonito, nostálgico y noventero. Nos encanta la canción sobre todo porque hizo una versión de la canción muy actual”, expresó la cineasta.
“Entonces, de alguna manera, tenemos todo este soundtrack noventero puro con el que crecimos y luego tenemos esta canción que de alguna manera conversa con esas canciones de la época, de una artista icónica de ese entonces y de hoy, que de alguna manera se vuelve un puente entre la nostalgia noventera y una cosa muy actual que los chavos de ahorita la están oyendo y les encanta”, afirmó Aguilar Mastretta.
Y el entorno del relato, fijado en el turbulento 1994, también resuena en lo que sucede dentro de Nadie nos va a extrañar de forma inesperada, ligándose bastante a la etapa de cambios que los protagonistas experimentan.
“Los noventas son como la adolescencia de México y por eso esta historia, en esa época, se siente tan natural. A mí me encantan ver historias de la vida cotidiana mientras pasa la historia detrás y esta conversación que hay entre la esfera pública y la esfera privada. Finalmente se puede estar acabando el país y de todas maneras un adolescente va a estar preocupado de si la chica que le gusta le da la mano o no”, dijo.
“Y que esas dos cosas existan al mismo tiempo es lo que nos hace seguir adelante a pesar de cualquier crisis. Eso es algo muy bonito que le da a la serie también otro tipo de volumen, lo que está pasando en este trasfondo mientras los adolescentes siguen siendo adolescentes”, aseveró Catalina.
Para los amigos de este relato existe este lugar sagrado que es el videoclub, algo que también es simbólico para ambos directores. “De una manera muy personal, creo que fue también mi educación sentimental, intelectual y todo el ir descubriendo las películas en este formato VHS. Entonces, hay algo bien lindo”, comentó Samuel.
“Curiosamente, el cast que está lleno de jóvenes, se enfrentaban y entraban al videoclub y era como ‘ah, canijo, ¿a poco así eran las cosas? Me acuerdo que Marcos me preguntó qué pasaba si te llevabas una y no te gustaba. Además de todo el proceso del rebobinado y los videocassettes”, continuó.
“Entonces, ese es el toque y que ese lugar sea el punto de convergencia donde se unen en las tardes las chicas y los chicos, es muy lindo. La educación sentimental, intelectual y todo que recibimos a través del cine, ahí está y forma parte de la educación de nuestros personajes”, afirmó.
Finalmente, ambos directores que son miembros de esa época alocada de los 90, reconocieron que existen algunas partes de este relato con las que conectaron más fuertemente. “Lo del Videocentro para mí fue importantísimo porque nuestro amor al cine nació ahí. Y cuando iba al videoclub de mi barrio, estaban ahí un señor y su esposa y se sentía como un negocio muy familiar”, rememoró Catalina.
“Esta idea de los chavos que viven ahí me pareció tan inmediato y tan reconocible. Y una cosa que al mismo tiempo es como un homenaje a otra forma de vivir sin crear distancia, sin que se sienta como que esta gente no podría vivir hoy. Sus emociones no son atemporales”, agregó.
“En mi caso, desde que leí esta cosa del tráfico del conocimiento, es algo que me pasó a mí en la preparatoria. Tuve una maestra que vio que era medio burro, pero que tenía alguna facilidad con el audiovisual. Me dijo: ‘entrégame todo en video. Entonces empecé a entregar las cosas en video’ y me empezaron a contratar de otros salones para que les hiciera la tarea así”, concluyó Kishi.
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