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“Una vez, a Rodrigo lo agarró la policía. Bueno, muchas veces lo agarraron, pero una ocasión fue yendo hacia Acapulco. Fue exactamente el mismo día que pasó lo de los normalistas”, recordó Natalía Bermúdez. Por la extraña coincidencia de aquella noche del 26 de septiembre del 2014, al principio pensó en hacer un proyecto donde se entrecruzaran ambas historias. “Pero después dije, no. No quiero forzar lo social. Hay que hablar de lo que realmente nos importa y creo que la única forma de conectar con los demás es abriendo el corazón”, señaló la directora y guionista para hablar de su filme documental Norte.
En otro intento por rehabilitarse de las drogas Rodrigo, hermano de Natalia, decide alejarse del ambiente dañino de la Ciudad de México y parten hacia Tijuana, de donde son originarios para reencontrarse con su familia. Entre discusiones, recuerdos de la infancia y momentos llenos de amor fraternal, los hermanos vuelven a conectar después de una vida rodeados por las consecuencias que conlleva la drogadicción.
“Rodrigo decidió que la película se iba a tratar de que él se ponía bien y que su manera de ponerse bien era yendo al norte, donde está la familia, como regresar a nuestros orígenes”. Al principio, el documental se llamaría El niño, porque desde muy joven comenzó con las drogas. Sin embargo, cuando empezó a desarrollar el documental se dio cuenta que esta película no solo es de él, “es de nosotros, es de mi familia y yo soy un personaje”.
En trabajos previos como su cortometraje Golden Malibú (2018), reconocido por festivales nacionales como el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) e internacionales como el Houston Latino Film Festival y Palm Spring International Film Festival comienza a plantear el contexto que comparte con su hermano mayor desde que era niña. “Lo que pasó con Rodrigo es una situación que me ha definido toda mi vida. Para mí esta es mi huella de dolor primaria”, mencionó la directora.
Su habilidad narrativa con el manejo del lenguaje audiovisual la ha llevado a ser parte de producciones como Stories of a generation de Netflix y Marea alta de Vix. “Soy obsesiva del lenguaje, soy perfeccionista y me encanta trabajar narrativa, pero yo entendía que esas historias ya estaban definidas”, a comparación de Norte en la que lo único establecido era que solo ella y Rodrigo tomaran la cámara. “El ser un personaje lo fui descubriendo. Para mí es muy linda la parte del cine que trata de descubrir y encontrar ese balance, entre la planeación y la incertidumbre”, explicó.
“No sabía dónde acababa la Natalia directora y dónde empezaba la Natalia hermana, porque esto se entremezcla. Entonces, había cosas que yo detonaba”. Una de estos momentos fue cuando puso en el carro “Que grosero” de las Ultrasónicas. “Mi papá las conoció cuando estaban empezando, porque donde él tocaba guitarra, ellas ensayaban y no me dejaba cantar esta canción de morrita porque me decía, no digas verga”, compartió.
A pesar de que la licencia de esa canción se llevó más del 80% de su presupuesto, era importante incluirla “porque la música también es el norte, siento que hace una gran labor dentro de la sanación”. La cercanía con la música la tienen por su padre que toca en un ensamble musical y durante el documental es evidente la paz que Rodrigo encuentra al tocar la guitarra.
“Until” de Sting es una de las canciones especiales que los unen pero no se logró incluir en la película. Sin embargo, Antonio Tranquilino, uno de los hermanos de la banda Yokozuna, creó la música original. Toda la música fue un regalo, desde el jingle navideño hasta una suite que explora musicalmente lo que representa el documental. “¡Está cabrón, es un genio! y soy muy afortunada de que haya querido participar en Norte”, expresó.
“Toda la gente que aparece me pidió estar en la película. No fue una cosa que tuviera que estar convenciendo. Norte fue el imán que las atrajo”. A pesar de manejar una historia personal, Natalia logró conectar, no solo con su familia y con las personas que participaron en la producción, sino también con varios espectadores que compartían una historia similar.
De este suceso fue testigo la edición número 26 del Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF, por sus siglas en inglés), en donde después de las proyecciones del documental “muchas personas se me acercaron para contarme de su tío, su hermana, su papá y me decían, quiero hablarle ahorita, reconectar, porque en ciertos momentos se te olvida que son personas que amas y los que es matar”. Ahora el filme forma parte del Festival de Cine Documental de la Ciudad de México, Docs MX.
“No creía en hacer catarsis con las películas. De repente me preguntaba ¿Por qué nos estamos gastando el presupuesto del Estado en hacer películas de automasturbación? Después de Norte reconozco que sí sirve hacer catarsis a través del cine. Este documental mutó mi familia y transformó la relación con mi hermano. No es mentira lo que está ahí, es completamente honesto”, expresó la directora.
Natalia quería ser actriz y cuando entró a estudiar cine, sintió que “este arte estaba muerto”, por todos los procesos burocráticos que lo envolvían y donde la mayoría de los proyectos forzaban lo social, “se siente que les vale madre lo que están retratando”. Con este documental y su recorrido en el GIFF 2023, entendió que “el cine puede ser un bálsamo, que si compartes tu dolor es probable que ayudes a otros a sanar el suyo”. Así, con un destacado discurso donde hizo énfasis en los aprendizajes y el amor que rodeó este proyecto, recibió el premio como Mejor Documental Mexiano.
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