Los rostros diarios de una sociedad mexicana ultrajada por actos de violencia mutan en expresiones indiferentes que normalizan al terrorismo local, por miedo, poca empatía o simplemente resignación. Esta es una de las aristas de la ópera prima de Natalia López Gallardo, quien presentó Manto de gemas (2022) en la edición 20 del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM).
Tres mujeres, tres historias paralelas convergerán en un contexto diluido en el aislamiento social y judicial. Isabel (Nailea Norvind) vive una vida semipacífica en el campo, hasta enterarse que su ama de llaves, María (Antonia Olivares), tiene una hermana desaparecida, uniendo fuerzas para lograr localizarla. A su vez, Roberta (Aida Roa) quien forma parte de la policía local, lucha por separar a su hijo de la vida delictiva.
El largometraje de López orbita en el terreno del crimen que padece México actualmente, enfocándose más en planos personales que sus personajes desarrollan a partir de un conglomerado de situaciones derivadas de una sociedad que parece pasar de largo constantemente:
“Creo que la película por sí sola, se desprende de los temas recurrentes en el cine nacional contemporáneo, como lo es el narcotráfico o la violencia, sin embargo, si se sitúa en dicho contexto que pertenece a la realidad de cualquier mexicano o mexicana, la cual podemos percibir y palpar; hay tantas películas con estas reflexiones porque es una tragedia que estamos viviendo hace muchos años, y que necesitamos expresar a futuro hasta que se le dé la vuelta”, expuso la directora sobre la naturaleza de su trabajo.
La cineasta apela a una síntesis más interiorizada por medio de sus personajes femeninos, los cuales se instalan en un sistema corrupto tanto social como gubernamentalmente, aterrizándonos en una empatía más cercana ante situaciones similares que pueden afectarnos en nuestro propio entorno:
“Este trabajo intenta formarse a través de algo más abstracto, no contando una historia, sino tal vez acercándose más a una experiencia, tratando de evocar el miedo que podemos tener todos en relación a esto que vive con nosotros paralelamente”, analizó la realizadora sobre la esencia de su ficción, la cual está impregnada de una realidad dura y absoluta.
Bajo un tratamiento obvio para la López Gallardo, las figuras femeninas transitan bajo un esquema de equilibrio narrativo, mostrando constantes matices determinados por su propia situación, las cuales son rodeadas por personajes masculinos que parecen no tener puntos intermedios en sus accionares:
“Las películas se construyen por capas, transformándose en un proceso de develación, que te confrontarán con ciertas ideas claras que transmite la cinta, y el conocimiento de este proceso lo adquirí gracias a la experiencia que me brindó el hecho de trabajar como editora. Escribí personajes femeninos por razones obvias, ya que son entidades con las que me identifico mejor y puedo desarrollar de una manera más amplia”, remarcó la también guionista.
Alejándonos de las grandes ciudades que posee el país, parecería que estamos rodeados de una estructura anárquica que simula un estado de abandono y desolación, provocando sensaciones de nerviosismo e indiferencia, como el propio filme puede llegar a establecer por momentos:
“Mi idea principal al acercarme a este contexto retratado en la historia fue el de imaginar una especie de gotera que está mojando todos los muros de una casa, siendo algo que puede proyectarse a todos los estados de diferentes maneras, afectando a las personas de diversas formas. Esto ha penetrado en el tejido social de una manera definitoria, lo que lo hace sumamente complejo”, puntualizó el artífice de Manto de gemas.
Se ha logrado una afectación tan tajante que es difícil imaginar a una sociedad acabando con el virus de la violencia que ha afectado al mencionado tejido social, y es la directora quien nos brinda su punto de vista sobre un esperanzador cambio de paradigma, sobre este tema, en el futuro:
“Si llega a existir una solución a largo plazo para estos conflictivos fenómenos sociales, tiene que ver con una construcción diaria y la colectividad. Si se llega a reestablecer el amor de los habitantes por cuidar a su comunidad, el tejido social renacerá, lo cual viene derivado de capas psicológicas, educativas, o de muchos rubros, que abogarán por la cooperación y el poder identificarse con el prójimo, teniendo en cuenta que estamos en un país donde hay una multiplicidad de niveles sociales presentes en nuestra realidad”, dijo la escritora sobre un punto de vista particular de una posible solución de los eventos de violencia suscitados en la nación.
“El final de la película tiene que ver con lo anterior, ya que cuando nos enfrentamos de cara a cualquier tragedia, nos cuestionamos qué tenemos que hacer al respecto, siendo rebasados debido a su magnitud; en general, siento que el mecanismo psicológico de protección está bajo la premisa de ‘esto es tan enorme que yo no puedo hacer nada’, y esta sensación surgió cuando estaba construyendo la película, porque encontré un borde difuso entre ser una víctima y participar de esto activamente al no hacer nada, convirtiéndonos en un espectador pasivo ante un mundo en llamas”, concluyó.
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