La 73 edición de la Berlinale tuvo este miércoles una jornada redonda en su sección oficial, a través de las 20.000 especies de abejas de la directora española Estíbaliz Urresola y de Roter Himmel -Cielo rojo- del alemán Christian Petzold, un habitual del festival alemán, ahora encaminado al Oso.
La aceptación de la diversidad sexual empieza con la de un niño es el mensaje de la directora vasca, seleccionada entre las 19 películas de la sección a competición del festival alemán. La suya es una película que penetra en la vida interna de una familia, como hizo Carla Simón en Alcarrás -Oso de Oro en 2022-.
“Mi deseo fue aportar algo, desde mi ámbito de trabajo, que es el cine, a la tarea de aproximar posiciones que aparentemente están muy distantes”, explicó Urresola (Bilbao, 1984). El cine será la “herramienta” para acercarse al despertar de la transexualidad en Aitor, el niño de ocho años interpretado por Sofía Otero, que no se siente cómodo ni con ese nombre ni con el apodo neutral “Cocó”.
Su entorno es una familia vasca bien estructurada y moderna, pero con goteras: el matrimonio se encamina a la ruptura, la madre busca retomar su carrera como escultora y asoman asimismo los problemas económicos.
Urresola describe en su filme “múltiples despertares”. Uno de ellos es la transexualidad de Aitor que empieza a reconocerse a sí mismo bajo otro nombre -Lucía-. La madre (Patricia López Arnaiz) respetará el derecho de su hijo a vestirse como una niña, pese a reconocerse desbordada por la situación.
El padre (Martxelo Rubio) considerará que a los ocho años es pronto para darle paso a la “Lucía” que clama dentro de Aitor. Son dos de las posiciones “distantes” que plantea la película, junto con la de la abuela católica practicante (Itziar Lazcano) y una tía apicultora (Ane Gabaraín).
Conviven en su película muchas miradas sobre la transexualidad, de la restrictiva a la tolerante. Todo ocurre durante unas vacaciones en la casa de la abuela en el País Vasco. Los menores están más capacitados para encajar los cambios, mientras el mundo adulto no sabe cómo afrontarlos, sea por conservadurismo o por temor a los problemas que aguardan a Aitor.
El peso del filme recae en Sofía Otero, aunque es una película coral con una dinámica intimista similar a la de Tótem, la película dirigida por la mexicana Lila Avilés, asimismo a competición. Ahí la protagonista es Sol, otra niña de edad parecida, hija de un hombre joven que agoniza y al que su familia prepara una fiesta de cumpleaños con sus seres queridos, hermanos, amigos, colegas y la pareja.
En el film de Urresola domina la constelación femenina formada por la madre, la abuela y la tía, aunque finalmente la respuesta adecuada procederá de Eneko, el hermano algo mayor.
20.000 especies de abejas compartió la jornada con el Cielo rojo de Petzold, la segunda pieza de su trilogía sobre el insomnio iniciada con Undine (Ondina).
Retoma a su musa de entonces, Paula Beer, aunque ahora quien no puede dormir es un joven novelista, Thomas Schubert, que va a pasar unos días con su amigo Felix a una casa enterrada en un bosque junto al litoral báltico alemán con intención de trabajar.
Leo, el escritor que interpreta Schubert, es un tipo permanentemente crispado, con sobrepeso y confrontado al trío de esbeltos, lúdicos y constructivos amigos que forman Felix, Nadja y un rescatista de la playa. No puede dormir porque le atacan los mosquitos, porque escucha las noches de sexo de la pareja o porque intuye que su novela es un bodrio.
Ninguno atenderá al incendio forestal que forzó ya a evacuar poblaciones vecinas y que da el título al quinto filme con que Petzold busca su Oso berlinés, entre ellos Barbara -Plata a la mejor dirección en 2012-.
Ambas producciones son firmes aspirantes a los premios, que entregará el jurado internacional dirigido por la actriz estadounidense Kristen Stewart y que cuenta entre sus miembros con Simón, el Oro de 2022.
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