¡Por fin! Luego de cuatro largos meses de espera llega a las pantallas mexicanas la película de los hermanos australianos Cameron y Colin Cairnes, De noche con el diablo (2024).
Y debo enfatizar que valió la pena cada maldito segundo que duró la espera porque la película es simplemente impecable y algo sumamente refrescante en el patético panorama de películas del susto inductivo y previsible tan a la James Wan.
La película cuenta la historia, a manera de documental, del programa nocturno de variedades de Jack Delroy llamado Night Owls no alcanza en popularidad al de Johnny Carson, por lo que Delroy y su productor organizan un programa especial de Halloween donde tendrán, entre otros invitados, a la tutora de una niña rescatada de una masacre de un culto satánico que se presume poseída por un demonio.
Presentada bajo el formato del sub-género de terror conocido como “Metraje Encontrado”, los hermanos Cairnes ofrecen una propuesta de suspenso y horror psicológico que se aleja del terror convencional actual para impactarnos y perturbarnos sin necesidad del recurso milenial del sobresalto visual abrupto ni del sonido estridente inesperado para alterar nuestra atención de manera inductiva y por lo mismo, no natural ni mental. Nada de estos burdos y vulgares recursos actuales están presentes en esta cinta.
Por el contrario, recurren al horror sutil y psicológico de crear un ambiente adecuado en el que el espectador se siente cómodo con todo lo que ocurre a su alrededor y sin darse cuenta, de manera pausada y fluida, van apareciendo pequeñas pistas hasta que, inconscientemente, comienza a inquietarse y tensarse porque presiente que algo aterrador va a aparecer; quedando completamente a merced de la película y sus extraordinarios recursos narrativos y visuales complementados con una precisa paleta de color y grano que nos regresa a los años setenta.
Es un gran acierto el prólogo de la película porque permite a los espectadores, que desconocen el contexto socio-político de lo que ocurría en los EU durante los años setenta, el entender no solo las constantes referencias culturales sino también el por qué se dio la proliferación de tantas religiones y cultos entre los que sobresalen, justamente, los satanistas encabezados por su fundador Anton Szandor LaVey.
Esto se reflejó no solo en la cinematografía estadounidense con películas como El bebé de Rosemary (1968) de Roman Polanski; El Exorcista (1973) de William Friedkin o La Profecía (1976) de Richard Donner sino en la cultura popular al justificar los éxitos o tragedias de los famosos y poderosos debido a su adhesión a sectas donde ofrecían sus almas a cambio de enormes triunfos en sus vidas o, en los casos pro-cristianos, asegurar un lugar en el paraíso; lo que sea que esto significase.
Por supuesto que no es coincidente que en esta década ocurrieran las más grandes tragedias de suicidios y asesinatos colectivos como el de la tragedia de Jonestown en Guyana o la familia Manson por dar solo dos ejemplos.
Entonces, con todo este contexto, los directores entran de lleno a la película dividida en dos grandes actos luego de este prologo.
En el primero; todos los elementos y conflictos son presentados, literalmente, por la guía de Jack Delroy que es interpretado majestuosamente por un luminoso David Dastmalchian. De hecho, el que la película fluya de esa manera tan natural entre el documental y la ficción es gracias a su interpretación y a la química notoria con el resto del reparto; lo que permite tener una empatía instantánea con cada uno de los actores y actrices.
Y el segundo acto es la locura desatada.
Toda la tensión contenida, como en olla de presión, explota frente a nuestros ojos para dejar escapar a los demonios atrapados en lo más profundo de la psique de los personajes (además del ente maligno principal llamado Abraxas; motivo de todo este pandemónium) para llevarnos hacia un final inesperado donde, lo que dábamos por sentado, resulta ser algo ambiguo debido al choque entre lo paranormal, lo religioso y el sencillo, pero igualmente macabro y retorcido, comportamiento humano y sus consecuencias irreparables.
Un final espeluznante y premeditadamente abierto a todo tipo de interpretación que resulta correcta desde la perspectiva de las variadas vivencias personales del espectador.
En resumen, De noche con el diablo guarda una sana distancia con el género al adelantarse unos pasos y mostrarnos algo todavía más espeluznante referente al comportamiento y la psique humana.
Es decir, no tiene nada que ver con el “terror” actual; es una película más cercana al cine de suspenso/terror de directores como Brava, Roman Polanski o Dario Argento. Y si sigo adelante, incluso de los episodios más tenebrosos de series de televisión como Twilight Zone, Night Gallery y Outer Limits que de lo que se acostumbra actualmente por lo que, si lo que pretenden es ver algo parecido a lo que ven en el cine de James Wan, les aviso que se van a decepcionar y mucho; porque esta película es más cerebral, más intensa y sobretodo mucho más elaborada y aterradoramente inteligente.
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