La guerra siempre ha sido un tema de interés no sólo para Hollywood sino para la humanidad misma. Después de dos cruentas batallas mundiales, revoluciones y muerte, parece que nuestra especie no ha aprendido las grandes lecciones dejadas para evitar los conflictos bélicos. Una crítica a ello fue escrita en la novela del alemán Erich Maria Remarque titulada Sin novedad en el frente (1929), donde con sus letras claramente anti belicistas y posturas anti políticas, marcó un punto de reflexión que incluso se ganó en su momento la censura del mismísimo Tercer Reich.
Después de pasar por las manos de Lewis Milestone en 1930 y llevarse el Premio de la Academia a Mejor Dirección y Película, así como a la adaptación de 1979 con Delbert Man detrás de cámaras, la cual tuvo un nulo impacto en la audiencia, llega una nueva versión, la primera en su lengua original, por parte del cineasta Edward Berger, coescrita por Lesley Paterson e Ian Stokell, de esta épica dramática de la Primera Guerra Mundial ahora bajo la producción de Netflix, una que aboga más por la espectacularidad de la crueldad de la guerra que por su lado humano.
La obra original captaba la agonía de los jóvenes reclutas de la absurda ‘Gran Guerra’, sin embargo bajo la mirada de Berger esta adquiere un nivel visual impactante en sus casi dos horas y media de duración en el que el relato parece mezclar la mirada cruenta de Spielberg en Rescatando al soldado Ryan (1998) con la carrera por la supervivencia del joven inocente de 1917 (2019) de Mendes. Esto se demuestra en la larga secuencia inicial previa a la presentación de nuestro protagonista, Paul (Felix Kammerer).
Es ante la presencia de este joven y sus amigos de la escuela, dotados de un patriotismo exacerbado hacia los tiempos finales de la batalla, que entramos de lleno en una travesía digna de aquel viaje del niño ruso que pierde su infancia durante la Segunda Guerra Mundial en Ven y mira (Klimov, 1985). A través de sus ojos, sus experiencias y las pérdidas que va enfrentando en el camino, Berger no duda en exponer la sangre, el caos y la locura desatada por una batalla pero con la característica especial de no ser desde el lado de los triunfadores, sino de aquellos que por un sentido nacionalista fueron envueltos en un conflicto donde, como en toda batalla, el pueblo termina pagando sin importar el lado.
Aunque la inocencia derrumbada de Paul parece ser el centro de atención, se complementa con las vivencias de sus camaradas en batalla, Müller (Moritz Klaus), Kropp (Aaron Hilmer), Tjaden (Edin Hasanović) y el veterano Katczinsky (Albrecht Schuch), quien se muestra como una figura de hermano mayor experimentado que está acostumbrado a la desolación y falta de esperanza que los rodea desde el primer día en las trincheras, mismas que no resultan más que una protección endeble para la ruina traída por la violencia exterior a ellos. Es él quien se vuelve una ligera guía en medio de estos turbulentos tiempos.
También existe otra visión, aquella que muestra un conflicto no tan bien retratado en anteriores versiones. Esa es la de los representantes militares y de gobierno de Alemania, que se pasan gran parte del filme buscando la recapitulación ante las cabecillas de guerra franceses, tratando sin lograrlo de hacer ver lo absurdo de este conflicto pero sobre todo del impacto que esto está teniendo en futuras generaciones que están muriendo por miles. Daniel Bruhl y Thibault de Montalembert tienen un pequeño cameo como líderes de esas delegaciones que no pueden llegar a un acuerdo mientras las cosas en el frente continúan siendo brutales.
Varios puntos destacan en el diseño de producción de la cinta de Berger. Primero, los vestuarios y la fotografía grisácea o incluso azul, que muestra la decadencia de una guerra que no encuentra una causa mejor para seguir. Asimismo, están los efectos de maquillaje que logran mostrar la brutalidad de los disparos, las explosiones y muerte contrastada por pequeños momentos de paz en los que los estragos físicos y psicológicos de los camaradas alemanes se dan un descanso en la eterna espera de encontrar una calma que no depende de ellos, esclavos de una desgracia que los mantiene alejados de aquellos que quieren, contagiando un sentido de impotencia y dolor que se deriva de estos actos bélicos.
Tal vez es aquí donde el relato pierde fuerza con respecto a la adaptación de 1930, pues omite un gran detalle que dota de más profundidad esa brutalidad a la que los soldados son arrastrados una y otra vez. En la obra de Remarque y la cinta de Milestone, se desarrolla una parte clave donde los jóvenes soldados regresan del frente a sus vidas para después volver al final cruento de la batalla, lo que hace más doloroso y complicado el hecho para ellos. Esta parte es omitida en la visión de Berger, lo que ha causado cierta polémica en su tierra natal por opinar que, en lugar de ese mensaje más pacifista o hasta humanista se inclina por mostrar el espectáculo sanguinario de la guerra al más puro estilo de un blockbuster de Hollywood.
Aunque este reclamo es válido, la cinta sobresale por ese realismo intenso de sus imágenes, aquellas acompañadas por la música del compositor Volker Bertelmann que ayudan a acelerar el pulso en cada secuencia bélica. Éste es el verdadero corazón de esta versión, la puesta en escena de grandes secuencias, dejando un poco de lado la visión de primera persona de la novela para mostrar esa subtrama un tanto política que, más que provocar una reflexión acerca del absurdo generado por un conflicto, le quita la aceleración y el trauma a la mirada violenta que plasma Berger.
Alejándose un poco de la complejidad de los personajes involucrados pero dando chispazos de momentos dramáticos emotivos, la espectacularidad de esta visión germana de Sin novedad en el frente resulta ser llamativa pero no tan reflexiva. A pesar de ello, sigue resonando ese título que viene de los reportes militares que ofrecen un pensamiento dotado de mucha ironía, pues un frente de guerra se mantiene en silencio solamente por una razón: la muerte sin sentido de los soldados que luchan en ella, pues en estos conflictos lo único que parece existir es una sensación premonitoria de ello.
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