A veces, el encuentro con una persona puede cambiarte por completo la vida, el día, todo. Esa lección la recordamos con la emotiva cinta francesa del director Christian Carion (Noche de Paz, 2005; Mi hijo, 2021), Un paseo con Madeleine, donde el encuentro de una nonagenaria con un amargado chofer de taxi se convierte en una memorable road movie que nos lleva por los recovecos de París, mientras la memoria del pasado y los hechos del presente adquieren otra perspectiva.
La cantante Line Renaud interpreta a Madeleine, una mujer que, debido a su edad y su condición de salud, será ingresada a una casa de cuidados especiales. Para llegar a ella, contará con la ayuda de Charles (Danny Boon), creando un lazo irrevocable con el que repasamos la dura historia de la mujer, que revive junto con el público a base de flashbacks, las vivencias que tuvo en su juventud, desde su primer amor hasta un problema mucho más grave que ofrece una interesante e inesperada perspectiva sobre la violencia de género.
Si bien la fórmula nos puede remitir a referentes cinematográficos como El chofer y la señora Diasy (Beresford, 1989) o a ese intercambio interracial tragicómico entre Tony Lip y el Dr. Donald Shirley en Green Book: Una amistad sin fronteras (Farrelly, 2018), el bello paseo de Carion resuena más con aquel encuentro de dos viejos conocidos durante una cena en Nueva York llamada Mi cena con André (Malle, 1981), donde la intimidad del taxi se convierte en un confesionario ideal para ambas partes que acabarán por impactar mutuamente en sus vidas.
Carion, en su guión, despoja este viaje de cualquier dilema para hablar de las relaciones humanas, la importancia de sonreír y de cómo una charla puede convertirse en un momento memorable, resaltando la importancia de las relaciones humanas como algo transformador. Algo que, en tiempos post pandemia parecemos haber olvidado, sumado a aquel sentido de respeto por los mayores y sus experiencias, por bellas o amargas que estas sean.
Lo interesante de esta historia es el intercambio entre el presente y pasado de Madeleine. Alice Isaaz interpreta la versión joven de nuestra querida protagonista, comenzando con un idilio color de rosa que la convierte en madre.
Pero también, nos muestra un problema social a través de ese pasado que resuena de forma tremenda en tiempos presentes. Y es que nuestra nonagenaria protagónica, tan alegre y carismática, hizo algo que le costó gran parte del tiempo de su vida al defenderse de su esposo alcohólico y abusador (Jérémie Laheurte).
A su vez, Charles tiene un problema económico, su relación con su hermano es terrible y lo que gana en su labor como chofer de taxi no le es suficiente para enfrentar todo esto. El hecho de tener un paseo con Madeleine que piensa pagarle hasta el final del viaje de todo el día a través de los paisajes parisinos, va cambiando no sólo su semblante, sino las impresiones iniciales que tuvo de su pasajera y hasta de su propia vida. Es ese intercambio entre ambos que late con fuerza mientras Carion saca lo mejor de esta brillante dupla protagónica.
Es innegable la gran química que el comediante convertido en actor dramático Danny Boon tiene con la ex cantante Line Renaud. Son las pláticas, las miradas compartidas a través del espejo retrovisor y esa larga charla que uno desea nunca termine lo que Carion maneja de manera estupenda para hacer de éste un viaje inolvidable para todos sin caer en la comedia burda o en el melodrama exagerado.
Ellos son el alma pura de este paseo que muestra cómo el director sabe trabajar con sus actores, dotándoles del tiempo y la confianza en sus diálogos para crear instantes donde su lazo se va estrechando hasta su destino final.
Mientras Boon muestra una faceta que va de lo estoico a lo amable, Renaud siempre luce amable, irradiando un carisma inigualable incluso cuando su historia se torna oscura. A la vez, la musicalización del filme, a cargo de Phillipe Rombi, habitual colaborador de Francois Ozon, está llena de instantes casi jazzísticos que acompañan el andar citadino de estos peculiares personajes.
El apartado musical se complementa con temas clásicos del cancionero americano como “At last” de Etta James o “This bitter earth” de Dinah Washington que son el perfecto acompañamiento para el relato.
La fotografía de Pierre Cottereau juega con un deslavado que de repente azota los recuerdos de la querida Madeleine, especialmente lo bello, mientras la parte más dura de su resiliente relato adopta otro tipo de color.
Además, es capaz de retratar la belleza y caos que una ciudad como París vive diariamente, todo esto desde el taxi y sus ligeras escenas exteriores, sintiéndose también como un bonito ojo a esta ciudad de la luz que ha alimentado o arrebatado lo que Charles y Madeleine enfrentan o han vivido.
Es así que Un paseo con Madeleine se convierte en un ejercicio que combina el minimalismo de las actuaciones principales con un subtexto doloroso sobre la violencia de género que encuentra cierto resonar en tiempos presentes.
Además, es un viaje que parece resumir la vida y la muerte, empezando con el amanecer iracundo de Charles y terminando con la noche, la despedida y el ocaso de un viaje encantador con una moraleja hermosa que resulta, a todas luces, conmovedora y reflexiva. Y es que una pequeña charla puede cambiar el mundo de cada uno.
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