La realizadora Paz Encina está de vuelta con Eami, un ambicioso proyecto que oscila entre la ficción y el documental, en el que la oriunda de Asunción decide mostrar la situación de los habitantes originarios, en específico los ayoreo, que fueron y siguen siendo sistemáticamente echados de sus tierras desde mediados del siglo XX en una batalla bastante injusta. A través de una visión particular, el filme encuentra un lugar en medio de sus anteriores trabajos. En Crónica Escenario charlamos con ella acerca de todo lo que involucró la creación de este relato hermoso pero cruel.
Por momentos, Eami parece una docuficción bastante bien hecha que sirve como testimonio de este pueblo a través de la mirada, los sueños y la memoria de su protagonista. Sin embargo, Encina declaró que, para ella, no es necesariamente ninguno de los dos géneros: “Para mí es una película, no pensé nunca en términos de que fuera una ficción o un documental. En algún momento, si tengo que llenar un casillero llenaría el de documental debido a que el filme tiene algunos testimonios sino porque también tiene momentos en que el rodaje se me fue de control y lo que tenía planeado para una ficción en el relato no lo pude hacer. En un punto de la grabación me quedé solamente con algunos niños y el chamán. A partir de ello, ver qué era lo que tenía a la mano, es con lo que empecé a filmar”, dijo.
“La escena donde él comienza a sanar a los niños es prácticamente documental y en la cinta existen más imágenes que corresponden a una visión más documentalista que de ficción. El detalle es que este mundo que presentó ante la lente tiene una cosmovisión que es ajena a nosotros. Pero en realidad, solamente me siento como la traductora de ello que una directora de película”, añadió la realizadora paraguaya.
Sin duda, esta cinta funciona como un vehículo de diálogo con los pueblos originarios y las penurias que han atravesado, mismas que no son fáciles de abordar. “El problema de la tierra es algo que predomina en América Latina. Hablar de temas como la propiedad privada, que viene desde los tiempos de la colonización es algo complicado porque sigue vigente hasta hoy. No sólo con los pueblos indígenas sino también con el campesinado. Sin duda me parece que es el gran problema por atender en Latinoamérica”, afirmó Paz.
“En Paraguay, es un tema que no se puede ni tocar. La reforma agraria es algo muy complejo y aún no se puede hablar de ello. De todas maneras, hay un respeto muy grande que tengo por el pueblo ayoreo pues ellos son grandes guerreros. Aprendieron lo que tenían que aprender, supieron crear alianzas y ganar su territorio poco a poco, al menos una parte de ello. Así, han logrado obtener de vuelta unas cuantas hectáreas que les correspondían desde siempre. Con ello han podido preservar su forma de vida. Ahí hay algo muy grande que aprender, me parece”, añadió.
Toda pieza de esta índole implica cierta investigación para poder crear una visión respetuosa y comprensiva de estas sociedades, en este caso el pueblo ayoreo. “Trabajé con tres personas fundamentales para mí. Uno es el líder joven de la comunidad, otro es José Liceche, que trabaja hace 20 años con los pueblos indígenas. Con ello, generé un proceso de conocimiento pero alguien que fue una pieza fundamental es la montajista del filme. Ella entendió en menos tiempo que yo la visión de este proyecto. Con ella trabajamos una pequeña maqueta de sonido y a partir de eso, elaborábamos una imagen. Así, la película realmente se fue construyendo hasta el final. A partir de esa maqueta y las imágenes que veíamos se volvió a escribir el guión”, recordó Encina.
La cosmogonía y visión de este microuniverso parte a partir del nombre de la protagonista, Eami, mismo que puede complementarse con la película: “Es curioso, pues es una palabra que significa mundo. Pero fue mucho después de terminar la película que descubrí que también significa caos. La construcción de esta película intenta reconstruir lo que fue un monte, lo que sigue siendo un mundo pero el proceso realizado dentro de mis parámetros fue caótico por mi percepción del espacio temporal. Pero cuando comprendí que solamente era una traductora, fue una gran revelación que me trajo calma. Y es que Eami, la niña, lleva el relato del monte dentro de ella”, reflexionó la oriunda de Asunción.
Para esta cinta, la conexión con la naturaleza y la sensibilidad de traducir la cosmovisión del pueblo ayoreo es fundamental y, para Paz, es algo que lleva en la sangre: “Viene desde mi infancia, que fue muy rural, dentro de una Asunción de posguerra, aquella en la que peleó mi abuelo. Era un lugar con una dictadura, poco desarrollo industrial, todo eso era parte de mí. Además, es donde me siento en mi terreno y por otro lado es lo que para mi escapa de las maravillas del hombre. Eso no me sorprende realmente, me asombra más las maravillas de la naturaleza y como soy parte de ella”, enfatizó.
Finalmente, la directora espera que la cinta sea algo diferente para quienes la vean en las salas de cine. “Lo que quisiera que el público hiciera es que se entreguen a un viaje. Lo que propone la historia es eso, un viaje sensorial por el monte paraguayo pero también por aquello que todavía nos queda de naturaleza. Es una experiencia muy sensitiva que, si te entregas vas a disfrutar de manera enorme. Verla en pantalla grande es fundamental y fue pensada para eso. Los invito a que vayan al cine, porque será una experiencia inolvidable”, concluyó.
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