Las películas de los países bálticos de Estonia, Letonia y Lituania, a pesar de ser rodadas en idiomas minoritarios, están experimentando un impacto sin precedentes a nivel doméstico, mientras reciben además reconocimiento a escala internacional.
Tan sólo en Letonia se estrenan este otoño una veintena de largometrajes, documentales y cintas de animación, excediendo incluso tiempos soviéticos, cuando el estatal Estudio de Cine de Riga producía una docena de filmes al año.
Varias películas letonas debutarán a escala local en el Festival de Cine Internacional de Riga (RIFF) que comienza el 13 de octubre, pero por lo menos tres de las cintas de esta tanda otoñal ya se han estrenado a nivel internacional.
Enero, de Viesturs Kairišs, sobre los dramáticos eventos de 1991, cuando las fuerzas soviéticas mataron a manifestantes en la capital lituana de Vilna y dispararon contra civiles en Riga, fue reconocida en junio con el premio al mejor largometraje internacional en el neoyorquino Festival de Tribeca.
Un panel de expertos seleccionado por el Centro Nacional de Cine de Letonia la ha elegido como representante del país báltico para los Óscar de 2023.
Kairišs, más conocido como director teatral, ha organizado un pase especial que tendrá lugar el 9 de octubre en Riga y cuyos beneficios se destinarán a cinematógrafos ucranianos.
También en Tribeca se estrenó una cinta que mezcla animación e imagen real, Mi aventura con el matrimonio, de la letona residente en Nueva York Signe Baumane.
Primavera de neón, de Matīss Kaža, se centra en el mundo de las raves clandestinas en Riga y sigue a una joven en busca de su identidad. Se estrenó en agosto en el festival de cine de Edimburgo y ha sido mostrada en Helsinki, mientras que tiene pendientes pases en Riga y en Tel Aviv.
En Lituania, por otro lado, debutó a finales de septiembre el drama de ciencia ficción Vesper, dirigida por la lituana Kristina Buozytė y por el francés Bruno Samper, ganadora del premio del jurado en el Festival de Internacional de Cine Fantástico de Bucheon (Corea del Sur).
Rodada en inglés para llegar a una audiencia internacional, la cinta ha sido descrita como un cuento de hadas distópico que sigue a una chica de 13 años, la protagonista que da nombre a la película, en una nueva "edad oscura" en la que el mundo se ha sumido debido a una catástrofe ecológica.
Las coproducciones bálticas e internacionales están detrás de proyectos de distribución internacional como el de la trilogía medieval detectivesca de Melchior el boticario, dirigida por el estonio Elmo Nüganen, pero con participación alemana, letona y lituana.
También en el RIFF se estrenará Hermanas, el primer largometraje de la letona Linda Olte, que explora las adopciones internacionales con un reparto procedente de varios países y que se filmó parcialmente en Italia.
Otro de los motivos del "boom" de cine báltico es la pandemia de covid-19, que no sólo restringió los rodajes, sino que también cerró los cines en la región impidiendo los estrenos.
Primavera de neón se inspiró en las visitas del director a las raves clandestinas que surgieron en Riga en 2020 cuando entraron en vigor las restricciones por la pandemia y se rodó entonces, aunque no se ha estrenado hasta dos años más tarde, al reabrir los cines.
Además, de los tres estados bálticos, Lituania está adoptando a escala internacional un perfil modesto pero significativo como proveedor de ubicaciones de estudios de cine y de otros servicios para grandes producciones internacionales.
La miniserie de la HBO Chernóbil sobre el desastre nuclear homónimo se filmó en gran medida en Vilna y en las inmediaciones de la planta nuclear en desuso de Visaginas, mientras que los créditos de numerosos filmes en los que aparecen estrellas de Hollywood revelan emplazamientos en Lituania.
Letonia, por otro lado, acogió el rodaje de parte de la miniserie alemana Sissi, disponible en Netflix como La Emperatriz.
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