La cineasta colombiana Yennifer Uribe se encuentra en la Berlinale con su filme debut La piel en primavera, en el que acompaña a su protagonista, Sandra, en su despertar erótico que le permite dejar atrás el lugar en el que la sociedad la tiene encasillada tras años de dedicación a su hijo como madre soltera.
“La revolución femenina, de alguna manera, es la revolución del deseo, como que el deseo en nosotras ha sido algo invisibilizado, ha sido negado, ha sido narrado por hombres, por otros, por otras miradas”, afirmó la realizadora en entrevista con EFE.
Además, agregó, “el deseo femenino se asocia mucho con la perversión”.
Y justamente la madre -esa imagen de la madre, tan pulcra, la mujer buena, la madre que cuida, que protege- “es también una mujer que desea, que siente placer, que busca placer, que tiene una vida íntima”, subrayó.
En el filme, Sandra viaja en el autobús 243 a través de Medellín para ir a trabajar; no quedan asientos libres y la protagonista se concentra en la parada en la que tiene que bajar para llegar a su nuevo trabajo.
En la rutina de tomar cada día el mismo autobús conoce y estrecha su relación con Javier, el conductor; mientras, en su nuevo trabajo como guardia de seguridad en un centro comercial, sus compañeras se convierten en amigas.
Durante quince años, la vida de Sandra ha girado únicamente en torno a su hijo y ahora es el momento de empezar algo nuevo.
Uribe retrata desde la vida cotidiana de Sandra una transformación interior del personaje, “pero a partir de esa misma intimidad, a partir de su propio erotismo”, señaló.
Más que madres, mujeres, con todas sus dimensiones
Según la cineasta, no sólo la sociedad, sino la mujer misma se encasilla en este rol de mujeres que sacan adelante a sus hijos y que muchas veces están solas, sobre todo en este tipo de ciudad latinoamericana, “y que muchas veces olvidan que más que madres, son mujeres”, con todas sus dimensiones y la complejidad que tienen, agrega.
La directora afirma que desde las grandes instituciones que rigen la vida -la familia, la educación, la religión-, en el sistema en el que estamos insertos, a las mujeres se les enseña desde pequeñas a complacer, a cuidad, a proteger, lo que de alguna manera provoca un “desplazamiento del amor”.
“Lo que más nos ha faltado como sociedad es el amor propio, y sobre todo a las mujeres”, afirmó.
En este sentido, la protagonista finalmente lo suelta todo y “se regala un momento para ella misma”, señaló.
La realizadora quería construir además a partir de las diferentes mujeres con las que ha hablado y los diferentes caracteres y físicos que aparecen en el filme la idea de que “somos muchas, y somos muy diversas” y, al mismo tiempo que “una sola mujer tiene en sí misma la historia de muchas mujeres”.
Respecto a Jaime, Uribe señala que “es un medio, no un fin” en este despertar erótico de Sandra, en el sentido de que la protagonista no buscando una relación y “volverse la mujer de alguien”.
En tanto, entre madre e hijo, otra de las figuras masculinas del filme, Uribe quería construir una relación de complicidad.
Se trata, agrega, de una relación con un adolescente que crece en una sociedad occidental muy machista, pero al mismo tiempo es criado por una mujer, solo por una mujer por lo que, dice, tiene que haber algo distinto en este chico.
El hijo tiene momentos en lo que es grosero con su madre, pero en lugar de regañarle o castigarle, Sandra se encarga de enseñarle que la violencia verbal no resuelve nada y ese es su modo de acercarse a él desde la complicidad, señala.
La piel en primavera, que se proyecta en la Berlinale dentro de la sección Forum, está nominada además a mejor ópera prima.
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