Escenario

‘Pinocho’: Especialmente gris, poco innovadora y muy prescindible

CORTE Y QUEDA. Robert Zemeckis dirige el nuevo live action de Disney que no aporta nada a la cinta animada salvo una gran cantidad de easter eggs y la obligada cuota de inclusión y corrección política

Pinocho
Benjamin Evan Ainsworth presta su voz a la versión en inglés. Benjamin Evan Ainsworth presta su voz a la versión en inglés. (CORTESÍA DISNEY)

Fue entre los años 1882 y 1883, cuando el personaje de Pinocho sería conocido gracias a una novela publicada en entregas dentro de las páginas de un diario italiano. Con el tiempo, el muñeco de madera quien cobra vida mágicamente se volvería un personaje muy popular en la cultura pop, sobre todo cuando protagonizó su primera película animada en 1940, de la mano de los estudios Disney, y gracias al trabajo de los directores Norman Ferguson, T. Hee y Wilfred Jackson.

Desde entonces, Pinocho ha sido llevado a la pantalla infinidad de veces, en diversas versiones y distintos formatos. Pero no es sino hasta este 2022 que la casa productora del ratón decidió volver a poner al vivaz títere en el estelar de una nueva producción. Esta vez, en una versión live-action dirigida ahora por el afamado Robert Zemeckis y escrita por él mismo al lado del guionista Chris Weitz.

Esta nueva versión nos muestra a Gepetto (interpretado por Tom Hanks), como un hombre de edad avanzada, dueño de un humilde taller de carpintería, con el que se gana su sustento. El anciano ha diseñado una serie de bellos relojes de pared, pero irónicamente no los tiene a la venta por motivos más bien sentimentales, aunque tiene compradores potenciales que pagaría una buena suma de dinero por ellos.

Aunque tiene por compañía a Fígaro (un gatito juguetón) y a Cleo (una adorable pececita dorada), el carpintero se siente muy solo, y extraña a su familia, en especial a su hijo (ausentes por motivos que el filme no detalla). Esa soledades y añoranzas lo empujan a esculpir la fina figura de un niño, al cual (dado que está hecha de madera de pino), decide llamar justamente, Pinocho.

La noche que Gepetto termina de elaborar al muñeco, y antes de irse a dormir, mira una bella estrella azul en el firmamento, y le pide un deseo. A raíz de ello, cuando él duerme profundamente, en su establecimiento se aparece el Hada Azul (Cynthia Erivo) quien usando sus poderes le confiere vida a la inerte marioneta (creada en CGI y dotada con la voz del actor infantil Benjamin Evan Ainsworth en la versión en inglés). Cuando ella se da cuenta de que este es muy inocente y desconoce totalmente el mundo que le rodea, nombra al pequeño Pepe Grillo (la voz de Joseph Gordon-Levitt) como su conciencia y le encomienda que sea el guía del menor y le ayude a discernir lo bueno de lo malo.

Cuando el anciano despierta y descubre que Pinocho ha cobrado vida, pasa del asombro a un estado de felicidad absoluta, viéndolo como un milagro y volcando en él su amor paternal. Al día siguiente decide – como si fuese un niño cualquiera – enviarlo a la escuela para que aprenda cosas nuevas y se vaya forjando desde ya un futuro promisorio.

Lo que sigue es fácil de adivinar: en el camino se topará con una serie de personajes (encabezados por el zorro John Worthington Foulfellow, “el honesto” – la voz de Keegan - Michael Key - y su compinche el gato Gedeon) quienes le tentarán con variadas (y engañosas) ofertas; le apartarán del camino de la rectitud; y le llevarán a conocer a otros personajes con quienes tendrá toda series de experiencias, la gran mayoría desagradables o de plano pesadillescas. Pero a raíz de ellas, el protagonista aprenderá lecciones valiosas que le permitirán diferenciar entre lo correcto y lo incorrecto. Y de ese modo gradualmente, encontrará de nuevo el camino del bien, que le lleve de vuelta a los amorosos brazos de su padre… y a convertirse en un niño de verdad.

Desde mediados de los noventa, los estudios Disney han tendido a revisitar (y readaptar) varios de sus clásicos animados en formato live-action – auxiliados por CGI –. Solo en este nuevo milenio, baste nombrar como ejemplos Alicia en el País de las Maravillas (Burton, 2010); Maléfica (Stromberg, 2014); La Cenicienta (Branagh, 2015); El Libro de la Selva (Favreau, 2016); La Bella y la Bestia (Condon, 2017); Christopher Robin (Forster, 2018); Aladdin (Ritchie, 2019); Mulan (Caro, 2020); y Cruella (Gillespie. 2021). Y los resultados obtenidos de estas adaptaciones varían de lo excepcional a lo meramente olvidable. Y el Pinocho que Zemeckis ofrece cae en la segunda categoría.

Y es que el cineasta decidió apostar por lo seguro, y presenta una adaptación que es prácticamente una calca de la previa. El producto final en sí no es malo, pero sí innecesario, sólo justificable bajo la excusa de que se trata de una nueva versión para las nuevas generaciones. Y pensando en ellas, tiene ligerísimas variaciones, una gran cantidad de easter eggs vinculados a otras películas del universo Disney-Pixar; y la obligada cuota de inclusión y corrección política acorde a los tiempos que corren. Es decir, una versión mucho más inocua y aséptica de las desventuras del niño de madera. Y una que resulta especialmente gris y predecible.

Zemeckis parece incapaz de insuflar algo de innovación o vitalidad al relato. Aunque acierta en el clavo un par de ocasiones, como cuando decide darle mayor profundidad al personaje de Gepetto, por ejemplo. O con la famosa secuencia de la muy recordada Isla de los Juegos, donde añade a unos amenazantes seres de humo que fungen como ayudantes de El Cochero (un adecuadamente torvo Luke Evans), al momento de arriar a los niños transformados en burros, siendo esta la secuencia más siniestra de la cinta.

Sin embargo, detalles como estos son muy escasos, y la mayoría del tiempo el argumento (y el realizador) prefieren mantenerse en la medianía, en una zona de confort. Para colmo, Pinocho se ahoga no por estar en el vientre de una monstruosa criatura marina… sino por una inacabable serie de números musicales, de los cuales muy pocos son rescatables. Y lo que es peor: queda de manifiesto que algunas ideas y secuencias eran mucho más contundentes, impactantes o por lo menos funcionaban mucho mejor en la versión de los cuarenta que en esta, la cual no es sino un producto 100% mercantil, pensado para aquellos consumidores indiscriminados de cualquier cosa que traiga el sello Disney.

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