Escenario

‘Popeye’: Soy lo que soy y eso es todo lo que soy

CORTE Y QUEDA CLASSICS. Este martes se cumplen 43 años de la llegada del filme de Robert Altman a México, además de que hace unos días falleció Shelley Duvall una de las protagonistas

cine

Fotograma de 'Popeye'.

Fotograma de 'Popeye'.

ESPECIAL

El pasado 11 de julio nos despertamos con la nada agradable noticia del fallecimiento de la mujer de los enormes y expresivos ojos: Shelley Duvall.

Por supuesto que la mayoría de los titulares alrededor del mundo resaltaban su papel de Wendy Torrance en la versión de El Resplandor (1980) hecha por Stanley Kubrik, cuando la realidad era que la Duvall tuvo una muy interesante carrera no solo como actriz sino como productora y realizadora de cine y televisión.

Y en lo personal, al enterarme de su fallecimiento, lo primero que me vino a la mente fue su interpretación como Oliva Olivo en una de las mejores películas de una tira cómica y posterior caricatura adaptada al cine que he visto en mucho tiempo y de la que voy a escribir por el cuadragésimo tercer aniversario de su estreno en México: POPEYE del artesano director Robert Altman.

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El 16 de julio de 1981, meses después de su exhibición en los EU, se estrena en México una de las mejores películas dedicadas a un personaje clásico de la cultura popular estadounidense conocido en todo el mundo: Popeye (1980) de Robert Altman.

Para muchos - yo incluido - este fue el primer acercamiento a un director de la talla de Altman que venía arrastrando una ascendente carrera como director de series de televisión y que afianzó su estilo con películas como M.A.S.H. (1970), Nashville (1975), 3 mujeres (1977) o A wedding (1978).

Sin embargo, fue una sorpresa para otros tantos que habían descubierto en Altman a un realizador serio y osado, dar un giro de 180 grados a su carrera al hacer la “hombrada” de adaptar de forma impecable al cine - no podía ser de otra manera - al marinero tuerto de la tira cómica de E. C. Segar y que después llegaría en su versión animada a la pantalla de la mano de los experimentados Max Fleischer Studios.

Para tranquilidad de sus incondicionales y asombro de los que lo adoptamos en ese momento, Robert Altman manejó la historia como un inteligente musical donde cada uno de los personajes tiene su momento de brillo sin importar si son “buenos” o “malos” dándole a cada secuencia el ritmo y fortaleza necesaria para la trama que oscila entre el drama, la comedia y la historia de amor.

Otra genialidad de Altman es haber creado con lujo de detalle al pueblecito Sweethaven donde todos los habitantes son un ejemplo del comportamiento humano para lograr el contexto idóneo de la trama, un diseño de arte que complementa de forma precisa la manufactura de la realización y actuación.

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Y ya que hablamos de actuación; el reparto elegido por el director no pudo ser más perfecto teniendo a su actriz fetiche Shelley Duvall que no solo es exquisita en el papel de Oliva Olivo, sino que simplemente nació para interpretarla; esto mismo sucedió con el personaje de Bruto que es interpretado por Paul L. Smith a quién habíamos visto un par de años antes como el sátiro Hamidou en Expreso de medianoche (1978) y que hace una mancuerna de química natural con el experimentado actor Ray Walston en su papel de Pappy, el perdido progenitor de Popeye así como también el otro actor fetiche de Altman Paul Dooley como el obsesionado devorador de hamburguesas Pilón.

Y para cerrar con broche de oro la presencia tanto interpretativa como física de Robin Williams como Popeye en su primer papel protagónico en el cine quién lleva sobre los hombros la trama siendo, naturalmente, el eje donde toda la película gira y que resultó superior a lo que se esperaba sorprendiendo a propios y extraños.

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La historia es de tan sencilla una maravilla para realizarse: Un marino forastero llega al pueblecito – el perfecto microcosmos - de Sweethaven buscando a Pappy, su padre perdido; esto hace que los habitantes del lugar vean con recelo al “intruso” dificultando la búsqueda del marinero de nombre Popeye - debido a que solo tiene un ojo - que debe enfrentarse a toda una sociedad para demostrar que no solo no quiere problemas sino que resulta una persona cooperativa, empática y deseosa de justicia.

Esta narrativa es una constante del cine de Altman; colocar al individuo en situaciones fuera de su control donde los inimaginables y muchas veces absurdos conflictos los va resolviendo no sólo por un sentido de ética personal sino también porque esa misma incoherencia en los problemas funcionan a su favor sin proponérselo.

Popeye representa la figura del bien por el bien; sin doble juego ni búsqueda de un reconocimiento, lo que lo convierte en blanco de abusos y engaños hasta que, utilizadas como metáfora de determinación y auto-estima, come espinacas para recuperar su entereza y detener los abusos hacia su persona y a los que lo rodean.

Y, por cierto, en la película Popeye ODIA las espinacas; lo que permite un “giro de tuerca” maravilloso en la resolución de la trama.

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Una de esas obras de arte que pasaron desapercibidas en el cine y que mucha gente no conoce por la poca promoción que se le dio. Sin embargo, está disponible en formato Bluray desde hace un par de años y que vale la pena no solo por ser una de las mejores y constantemente menospreciadas obras de Robert Altman sino por el trabajo de Wiliams, Duvall y en sí, de toda la producción que llevó a la pantalla esta joya llamada Popeye.

Y como mencione en su momento; con el tristísimo fallecimiento de Shelley Duvall, a cinco días del aniversario de su estreno en México, ya están ella, el director y el resto de los protagonistas de la película reunidos nuevamente en ese imaginario Sweetheaven para interpretar, una vez más, a los entrañables personajes creados por E. C. Segar