Por causa de un tanto vergonzoso accidente, el maestro de filosofía Marcelo Pena (Marcelo Subiotto) se ve obligado a deshacerse de sus pantalones y ponerse los de otra persona los cuales, por añadidura, no le quedan bien. Esta humorosa situación es reflejo de lo que le acontece al protagonista en el ámbito académico, donde se encuentra en la disyuntiva de tratar de llenar no los pantalones, sino los zapatos de otro.
Ese otro es el respetado filósofo Eduardo Caselli, quien ha fallecido de modo súbito, y además de dejar consternados a sus compañeros en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, la cátedra que impartía allí ha quedado acéfala. Al ser el discípulo más avanzado de Caselli; Pena luce como la opción más lógica para hacerse cargo de dicha cátedra. Pero a pesar de ser un profesor brillante y muy respetado dentro de su comunidad universitaria, Pena no se siente muy seguro sobre si ello será la decisión correcta, o si podrá estar a la altura de su mentor.
Las cosas dan un giro cuando aparece en escena Rafael Sujarchuk (Leonardo Sbaraglia), otro profesor de filosofía quien ha regresado a su país después de haberse forjado una exitosa carrera en Europa. Pedante y un tanto snob, Sujarchuk se conduce más como una especie de rockstar que como un docente; al tiempo que alardea de traer consigo ideas más vanguardistas y revolucionarias. Su reputación y el aura de glamour que le rodea resulta seductora para alumnos y otros profesores. Sujarchuk pretende volver para quedarse, echar raíces, dar clases en la mencionada universidad bonaerense, y se muestra muy interesado en ocupar el lugar vacío dejado por Caselli.
Al saber de ello, Marcelo (quien no siente mucha simpatía por Rafael) poco a poco cambiará su actitud, y no pasará mucho tiempo para que ambos se enfrasquen en una lucha por el puesto. En dicha pugna, Pena tiene una clara desventaja al no ser tan carismático, ni tan cosmopolita, ni ser tan mediático, ni verse tan joven y sofisticado como Sujarchuk. Pero la vida tiene sus propios planes, y un acontecimiento resultado del ambiente sociopolítico convulso en el que el país entero está inmerso, definirá no solo lo que pase con la cátedra vacante, sino también con los dos maestros y con la universidad misma.
Esta es a grandes rasgos, la trama central de Puan, largometraje dirigido y escrito a cuatro manos por los cineastas María Alché y Benjamín Naishtat en donde, a través de una disputa por un importante puesto docente, los realizadores van agregando capas y capas de reflexión en torno a diversos temas, los cuales son conectados transversalmente por la filosofía.
Así por ejemplo, Marcelo y Rafael representan cada uno no solo un modelo académico distinto, sino una forma diferente de entenderla, practicarla e impartirla. Uno es más ortodoxo y tradicionalista, mientras que el otro pretende ser más moderno y revolucionario. Uno entiende la filosofía como la luz que debe guiarnos como individuos, el otro la ve como un modo de atraer los reflectores hacia su persona. Uno quiere emplearla para crear conciencia, el otro la banaliza.
Pero además, mientras autores como Kant, Rousseau, Heidegger, Hobbes y Locke entre otros, son citados y/o mencionados a lo largo del filme, el espectador atestigua cómo son aplicados (o no) algunos de sus postulados filosóficos por los protagonistas frente a situaciones cotidianas, ante ciertos dilemas que se les presentan (particularmente a Marcelo) y sobre todo, cuando la realidad les asesta un par de golpes.
En ese sentido, la filosofía es empleada no sólo como cuestión anecdótica, ni tampoco se trata de que el filme funcione de forma didáctica como lecciones para los espectadores; sino que va más allá, y a partir de esas situaciones mencionadas, se invita a reflexionar sobre el estatus actual de la misma, y a preguntarse sobre el papel que ella debe de desempeñar frente a un mundo cada vez más caótico, donde la opinión pública es moldeada (y muchas veces deformada) por las redes y el Mass Media, y en el cual se lucha a brazo partido por evitar caer en el individualismo y la deshumanización.
Así, Puan resulta ser no solo una comedia muy divertida a la vez que profunda, es también una incisiva y combativa llamada a la razón en tiempos confusos y difíciles. Sobre todo frente a la complicada situación política y social por la cual Argentina (y buena parte de Latinoamérica) atraviesa en la actualidad.
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