La biopic de la malograda estrella del pop Whitney Houston, Quiero bailar con alguien (Whitney Houston: I wanna dance with somebody) es un desesperado intento de capitalizar la fórmula que el guionista Anthony McCarten realizó en la cinta Rapsodia bohemia (Bohemian rhapsody, Singer 2018), aunque desbordándose en esta ocasión y creando una historia que nunca logra atrapar la imagen de la artista, ni la privada ni la pública, lanzando una serie de viñetas que intentan dar un álbum de la vida del artista, frio y sin emoción.
Dirigida por Kasi Lemmons, quien viene de dirigir la impactante Harriet, la cinta que nos narra la vida de Houston tiene muy claro qué idea desea dar de la protagonista, aunque para ello abuse del melodrama, presentándole como alguien manipulable en exceso e incapaz de tomar las riendas de su vida, aunque no deje de decir que lo único desea es ser ella. La directora se dedica a ilustrar con cierto desgano pasajes que marcaron la vida pública de la cantante, sin lograr dotar de vida la mayoría de ellos y victimizándola en todo momento.
La protagonista de Quiero bailar con alguien es Naomi Ackie, actriz inglesa que ha participado en Dr. Who y la saga de Star Wars, quien empieza deslumbrando con su carisma y presencia, pero que, al igual que Houston, se va diluyendo conforme los problemas personales y de drogas van llevando al personaje a su caída, incapaz de lograr dar una interpretación creíble y entrañable de esos momentos. Hay que recalcar que la mímica que realiza durante las presentaciones en directo resultan bastante llamativas, aunque la mayoría de ellas son saboteadas por el departamento de pelucas, las cuales se ven más que falsas y sobrepuestas.
Destaca la actuación de Stanley Tucci como el mítico productor musical Clive Davis; Tamara Tunie y Clarke Peters como los padres de la cantante; Ashton Sanders como un desangelado Bobby Brown, pero sobre todo la presencia de Nafessa Williams, quien da vida a Robyn Crawford, pareja sentimental de la cantante y quien fuera su directora creativa, uno de los pocos personajes con un arco aceptable dentro de la película.
Para comprender la idea del equipo creativo de ésta cinta es fundamental una secuencia de la cinta, en ella Whitney Houston le explica a Clive lo que el tema “I wanna dance with somebody (who loves me)” significa para ella, una canción de alguien que busca desesperadamente el hallar un compañero de baile, aunque está imposibilitada para hacerlo, tal y cómo hasta ese momento va desarrollándose el personaje, el cual vive su relación con Robyn de la mejor manera puede aunque su educación religiosa y los deseos de fundar una familia tradicional le impiden disfrutar con plenitud ese momento.
Al ser una biopic autorizada se suavizan muchas situaciones que Whitney atravesó, siendo sugeridas, pero desde una forma tan suavizada que, a menos se sea fan de la artista, puede pasar desapercibido, por ejemplo, la película nunca se atreve a presentar la relación con Bobby Brown desde la violencia que la caracterizó, obviando los golpes por amenazas. También su adicción a la droga no se presenta tan brutal como fue, solo remarcando que le afectó en la voz y en sus presentaciones, pero sin hacer mención a los estragos físicos que se van acentuando en sus últimos años. Quizá lo único controversial para algunos sectores vaya a ser descubrir el bisexualismo de la cantante y sus amoríos con Jermaine Jackson.
Los mejores momentos se viven en las partes musicales, destacando el número da título a la cinta, así como “I will always love you” de la película El Guardaespaldas (The bodyguard, Jackson 1992), donde se da crédito a Kevin Costner como el que le sugirió el tema a Houston. El himno de Estados Unidos interpretado durante el Super Bowl XXV, pierde un poco de su encanto por el afán de la directora de hacerlo un momento patriotero y de unión para los norteamericanos. También es importante mencionar que se representa el regreso de Whitney, tras salir de rehabilitación, en el programa de Oprah, con el tema “I didn't know my own strength”. Y el esperado medley de la entrega 21 de los American Music Awards, con cuyo anuncio abre la cinta, es usado como cierre de la misma, en un acto que busca emular lo hecho en Rapsodia bohemia pero que en este caso no funciona, al sentirse impostado y fuera de lugar.
El problema más importante de Quiero bailar con alguien recae en su ritmo, a pesar de la música, los bailes, el melodrama barato, nunca logra sentirse ágil, haciendo que sus casi dos horas y se media se conviertan en algo eterno, aunque hay que aceptar que la gran duración de la misma hace que el espectador sienta estar viviendo de nuevo lo que le pasó a la carrera de Whitney, simplemente deja de importar y ser relevante, yéndose al olvido.
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