Jorge Michel Grau es uno de los directores más sólidos dentro de la escena nacional, desde su ópera prima, Somos Lo Que Hay, atrapó la atención de la crítica especializada y de los espectadores que hallaron en ella una propuesta de terror nacional interesante, sus siguientes películas confirmaron su gran visión y ahora, con Rabia no sólo regresa a las atmósferas de su debut, sino demuestra que es un creador sui generis y dueño ya de una técnica y habilidad maestra.
Alan llega con su padre a vivir a una aislada unidad habitacional después de la muerte de su madre, su llegada es vista con recelo y desconfianza por los demás vecinos, quienes no olvidan las circunstancias que ocurrían cuando su tío, fallecido, habitaba ese espacio. Pronto la tensión, el miedo, la paranoia se apoderará de todos, quienes serán consumidos por la rabia.
Rabia es protagonizada por Juan Manuel Bernal, pero es Maximiliano Nájar Márquez quien se convierte en el alma de la cinta, tras haber sido uno de Los Lobos (Kishi) da un paso adelante con un papel que le exige mucho y que le pondrá en el ojo de aquellos buscan siempre jóvenes actores. En un papel secundario, Mayra Batalla es la voz de la cordura y de la complicidad. Completan el cuadro Francisco Barreiro, Gilberto Barraza, Octavio Michel Grau, Adrián Aguirre, Marco Antonio Argueta y Angelina Peláez, quienes acechan, castigan y se alzan como guardianes de todo ante lo que les pone un alto.
Rabia no es una película amable, amigable, desde sus primeros minutos se comienza a construir una tensión que alcanzará su clímax al final, cuando el espectador ya se encuentra tan absorto con lo que ocurre que es aplastado por ella, donde lo que vemos nos recuerda lo que ocurre con las masas y el miedo. Grau se consolida como un director pleno, gran director de actores, de cámara, con un gran sentido del ritmo, del manejo de las emociones.
La película nos hace recordar La Zona (Plá) pero en realidad es injusto compararle, son diferentes a pesar de que algunos puntos donde pueden cruzarse, hay detalles de Max que nos recuerdan a su personaje de Los Lobos pero son completamente distintos, también es llamativo las alusiones musicales, las cuales nos recuerdan al gran coleccionista de vinilos que es el director.
La cinta también juega con los elementos sobrenaturales, los cuales podrían derivar de situaciones reales, la rabia consume al personaje de Juan Manuel, va cobrando sentido conforme más parece atraparle, la que atrapa a la unidad habitacional tampoco es injustificada, la forma en que se toman las decisiones en ella tensan porque quienes viven en ellas pueden saber lo real es esa cuestión.
A diferencia de Perdida, su trabajo anterior, Grau explora ahora no grandes casas sino pequeñas habitaciones, la unidad donde transcurre la cinta es genérica intercambiable a cualquiera de las que existen en el país, lugares tan pequeños que la claustrofobia sale por la ventana, donde las azoteas forman un interminable cuadro de igualdades. No por ello su dirección deja de ser formal, sus movimientos, sus encuadres, todo forma parte de una visión particular que se ajusta a la intención de crear tensión, debate, donde no hay buenos, no hay malos, sólo personas que son consumidas por su locura interna, la cual se externa de diversas formas.
Rabia es, sin duda, una de las mejores películas mexicanas del 2023, forma parte de la programación del Festival Internacional de Cine de Guadalajara y varias de las cosas que presenta crearan controversia. Imperdible.
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