"M" de Maja absoluta, ¡MajaMotomami! Y se dejó venir esta faena de voz, ritmos y expresividad; una verdadera artista cual torbellino exultante igual ejecuta un flamenco, un reguetón, una bachata, una balada, un… ¿bolero?
(La) Rosalía inició en México su “Motomami World Tour” en América y ejecutó un espectáculo artístico exuberante por su concepto y su pasión. El “Motomami”, lanzado en marzo de este año atisbaba ya uno de los mejores momentos de la música iberoamericana; su ejecución en vivo no ha dejado duda de ello y de la tremenda calidad artística de la española, quien se presentó por primera vez en la capital, acto que repetirá este 15 de agosto para después viajar a Guadalajara, Monterrey, Latinoamérica y EU.
La Motomami mayor apareció en escenario al resguardo de ocho espectaculares bailarines en una introducción llena de corporalidad altiva y turgente, enfundados en cascos de luz y un halo tan cybepunk que auguraban una verdadera locura.
Juntos interpretaron buena parte del nuevo álbum, así como piezas de “Los Ángeles” y “El mal querer”, unos covers de clásicos del reguetón y joyas del pasado a las que les da una nueva vida –“si alguuunaaa vez sentiste algo lindo por mí, perdóóóname, perdóname…”–, para que los chavos y chavas conecten con una tradición musical que va más allá de nuestras generaciones (“W” de Willie Colón).
HIGHLIGHTS.
Su presentación estuvo acompañada de un montaje en video y una cámara inmersiva, cuyo tripulante se mantuvo estoico ante el reguetón más caliente, que jugueteó con dos pantallas laterales que la hicieron más de una vez espejos selfies de los intérpretes. Una pantalla central se tornó en diferentes escenarios y estados de ánimo de la noche.
Los bailarines, excelsos. No fueron un mero fetiche estético para adornar el escenario, sino verdaderos profesionales de danza contemporánea, que igual ejecutaban un frenético butoh, una coreografía de Pina Bausch, o un salvaje reguetón, actos que acompañaron lo que a ratos parecía un performance avant garde, bastante distinto al que otorgó en 2019 en el Festival Ceremonia.
No voy a enlistar las canciones que interpretó. Podría detenerme en señalar la coreografía brutal de “Bulerías…”, los dúos fantasmas con Tokischa y “La combi Versace” (la primera vez que escuché la rola pensé que decía la “cumbia Versace”, pero aún no estamos ahí) o las declaraciones de amor “Hentai” con un piano de cola y esa onda de la “pistola roja”, pero no lo haré. Aunque sí quiero detenerme en “De plata”: ¡PUM!, fue uno de los momentos que me parecieron cumbres, la ejecución de su voz doblega a cualquier escéptico e indolente del arte. Me sacude el corazón sólo recordar ese momento: de eso se trata el arte, chingá, vibrar y conmoverte hasta el tuétano o inundarte ahí, donde las sinapsis hacen su magia.
TREMENDA FANATICADA.
Rosalía no teme a sus fans, se da baños a raudales de ellos. No desde la postura arrogante mascando chicle que le ha dado una fama ridícula en redes, no. Anoche, como seguro en otras presentaciones, bajó del escenario y, al resguardo discreto de sus bellos centinelas, se deja acompañar de esas chavas y chicos y chiques que no vacilan ante el micrófono, quienes se saben las rolas y son impecables. Esto se vuelve de pronto en una pinche fascinante fiesta con tus amigos, con Rosalía haciendo karaoke de sí misma.
Pero estos millenials y centenials son respetuosos hasta eso, no se enciman y arruinan el regalo de salpicarse un poco de sudor de esta maja máxima. Y es que sus fans (hombres, mujeres y toda innovación intersexual por igual) se demostraron sensibles; algunos hasta tuvieron el gozo de subir a bailar la “Gasolina” de Daddy Yankee, cover donde los bailarines hicieron una gala de perreo y kung fu exuberantes, sus movimientos y cachondería eran letales.
Quizá no he ido a suficientes conciertos en el Auditorio Nacional y quizá no conozco el fandom de Luis Miguel y sus llenos de Récord Guinness, pero nunca había visto en el recinto esta verbena apasionada de un público ferviente, agradecido y conmovido por su artista a cada segundo del show –casi siempre uno se va a sentar bien portado al Auditorio.
Cada acorde, cada beat, cada silencio (brevísimo) exprimido y absorbido por cada poro de su público me pareció fascinante. El “Motomami” pudo haber incrementado el número de fans de la artista, pero la autenticidad de su público es irrefutable; en el Auditorio no había villamelones, acompañantes forzados o espectadores impávidos, o bueno, pocos al menos. No, hay aquí hubo fans irreprochables, de esos chidos.
UNA MADRUGADA DE ABRIL.
Meses atrás, mis acompañantes y yo no conseguimos boletos tras la desquiciada e irreal preventa bancaria que cada vez se vuelve más inexplicable, misteriosa y odiosa. Lo que los centenials no sabían es que existe algo que se llama taquilla; nos formamos de madrugada (para mí las 7:00 aún son madrugadas) a las afueras del Auditorio como se hacía antaño –tengo un amigo que hace años durmió una noche en la fila para comprar sus boletos de U2, mismo que anoche se fue antes del encore, los años no pasan en balde, chavos–; fuimos los terceros en la fila de la aún primera fecha de La Rosalía (tras la evaporización de los boletos se abriría la segunda fecha). Los primeros dos lugares eran ocupados por verdaderos fanáticos que aún en su posición se deshacían en nervios y ansiedad juveniles por la posibilidad de no lograr su misión.
Esa mañana muchos tuvimos éxito, el primero fue un chavo de rostro delgado y semblante afable, acompañado por su mamá. Sus historias y su amor por la cantante eran desbordantes, casi tal vez tanto como su timidez e inquebrantable convicción. Esa emoción, esa pasión turgente ante el frío y la proeza de haber sido el primero en formarse en una fila real (no esas mam@das de filas de espera virtual) son la conquista del fan que se merece un espectáculo como el de anoche; esos son los fans a los que Rosalía les entregó su obra.
POST D4TA: No fue uno ni dos, sino ¡TRES! peluches del Dr. Simi los que Rosalía recibió en el escenario. Cortó “orejas y rabo” (práctica salvaje en la realidad) en su primera noche en (M de) México, ¡YEAH!
*HuitzilacSoryu
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