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‘Té de Ruda’: La Revolución Mexicana se encuentra con los monstruos internos

ENTREVISTA. La cineasta Jennifer Remba nos habla de su más reciente cortometraje que forma parte del Festival Macabro

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Fotograma de 'Té de Ruda'.

Fotograma de 'Té de Ruda'.

CORTESIA Festival Macabro

La Revolución Mexicana se encuentra con los monstruos internos de una joven perseguida por un general porfirista en Té de Ruda, cortometraje seleccionado en la competencia del Festival Macabro en su edición 23 en donde ganó el premio a Mejor cortometraje mexicano de horror y en Crónica Escenario charlamos con su directora, Jennifer Remba, que nos ofreció detalles sobre esta poderosa historia catártica.

“En realidad este proyecto es mi tesis de maestría. Entonces, estuve planeándolo durante mucho tiempo, pero la primera intención que me vino a la cabeza fue la locación. Fui a una carne asada con unos amigos a ese lugar en donde terminé grabando el cortometraje, y de entrada dije: ‘tengo que grabar algo aquí porque está increíble’. Después, estuve pensando en un anteproyecto para entregar y me puse a leer muchísimo”, rememoró Jennifer sobre el inicio de este Té de Ruda.

“Había leído a Rosario Castellanos, a Julio Cortázar y a Jorge Ibargüengoitia, que si bien tiene más una idea de comedia cínica y sarcástica en sus textos, me gustó este acercamiento que tenía también a la Revolución Mexicana. Pero creo que el cuento más inspirador de todos fue Bestiario, de Cortázar, que está en el libro del mismo nombre”, dijo.

“Ahí, él utiliza esta figura de una bestia que se aparece en una casa de la manera más normal posible tratando de dar a entender cómo esta bestia representa la violencia que el jefe de familia ejerce sobre su familia”, añadió la joven directora.

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“Si bien mi bestia no es exactamente el machismo, va un poquito por ese lado. Por otro lado, desgraciadamente pasé por una vivencia en una relación en donde se me violentó. Entonces, ésta fue una manera catártica de sacarlo. Esto es una idea de venganza no violenta en la que puedo hablar del tema y cómo es que yo también salí de esta relación. Un poquito por ahí va la idea”, sumó.

Algo que sorprende del cortometraje es la casi completa ausencia de diálogos, situación que presentó ciertos retos para Remba. “Para mí, son una cosa compleja. Siempre he creído que cuando ponemos un diálogo en una película es porque tenemos una carga detrás del mismo que no es nada más dar información y ya, sino que tiene que haber algo detrás más allá que lo que simplemente se está diciendo. Quise trabajar en este sentido porque quería explorar visualmente la narrativa”.

“Quise centrarme mucho en el sonido y en la imagen como los elementos más fuertes del cortometraje. Y también para hacerlo un poquito más universal. Si bien se trata un tema muy mexicano como la Revolución, se traslada a otros lugares del mundo en una experiencia que podemos compartir entre otras personas, y entre otras mujeres especialmente. Fue un poquito difícil pero creo que fue una buena decisión”.

Carla Enciso es la protagonista de esta historia, quien asombrosamente no es actriz de profesión. “En realidad es abogada y toda la vida su familia se ha dedicado a la charrería. A través de ella descubrí todo sobre ello. Tenía muchos prejuicios al respecto porque lo veía como una forma de maltrato animal. Pero al conocerla, estaba buscando a mi Isabel”, recordó.

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“Al hacer un documental sobre la escaramuza, me centré específicamente en ella para realizarlo y me di cuenta que era muy natural enfrente de la cámara. No le daba pena, no era nada tímida. Se movía con mucha naturalidad y estaba muy tranquila siempre. Fue en una de las proyecciones de ese corto que le propuse si quería ser la protagonista de Té de Ruda y me dijo que sí”, señaló Remba.

A partir de ese momento, la construcción del personaje fue bastante interesante con ella. “Le conté un poquito del personaje y a partir de ahí le empecé a hacer preguntas que ella improvisaba la respuesta. Y ella solita le construyó una historia a Isabel y fue conociendo al personaje de esa manera”, comentó.

“Para las escenas de la bestia, que son las que están más cargadas actoralmente, hicimos algunos ejercicios de respiración pero le costaba trabajo porque nunca había hecho algo parecido. Entonces ahí contacté a una amiga, Susana López Fernández, que me ayudó a coachearla para que pudiera recrear escenas en su cabeza, pensando en Isabel, y sacar a la bestia”, añadió.

El antagonista recae en una cara popular del cine y la televisión al que le quedan los papeles de villano: Ramón Medina, con quien fue un proceso diferente de trabajo. “Con él tuve que trabajar un poquito más a la distancia porque vive en Michoacán y nosotros estábamos entre la Ciudad de México e Hidalgo”, dijo.

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“No tenía nada de presupuesto y tuve un poco de miedo porque, desde que escribí el guion, la primera persona en la que pensé para interpretar al general fue él. Pero lo veía como un sueño a largo plazo aunque siempre fue mi referencia”, explicó Jennifer.

“Entonces, hablando un día con la productora de Té de Ruda, ella me dijo, ‘pregúntale’. Y le mandé un mensajito por Facebook y tal cual se dio. Al principio lo noté como un poco dudoso, le mandé el guión, lo leyó y me dijo que sí quería salir, aunque tenía dudas de hacerlo en un corto estudiantil. Pero al ser un proyecto de maestría quizá ya lo tomó en otro sentido”, continuó.

“Y, pues también fue maravilloso trabajar con él. Aunque no tuvimos tanto chance de ensayar ni nada, en cuanto llegó a la locación, impuso. Su mera presencia nos cuadró y eso fue increíble. Fue increíble trabajar con él. No le gusta para nada el maquillaje de prostéticos ni nada por el estilo, ni la sangre artificial. Y se rifó trayéndola durante un buen rato. Ramón es un caballero y además es un gran actor”, agregó.

El vestuario también forma parte de este relato de época de terror. Para Remba, fue algo que también era fundamental para el corto. “Si bien el general era porfirista, quería que Isabel fuera una mujer adolescente muy joven, sencilla, de clase media y que nunca trajera ropa opulenta”, comentó.

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“Estuvimos investigando durante mucho tiempo qué era lo que más nos convenía. Al principio sí teníamos una propuesta más opulenta, pero después pensé que Isabel no podía estar usando esas prensas que, originalmente, eran rosa. Quería que fuera una mujer rebelde, fuerte, y que eso se pudiera demostrar a través también del vestuario”, continuó.

“Así llegamos al vestido blanco pero en lugar de traer una blusa hasta el cuello apretado que traía al principio, se quedó con su camisón porque esto también denotaba cierta liberación. Además de que la sangre resalta muchísimo sobre estos colores”, complementó.

Si bien no hay casi diálogos en Té de Ruda, existe uno que cierra de buena forma el relato que, curiosamente, casi no llega al corte final. “Cuando lo presenté por primera vez con quienes me ayudaron a tallerearlo, me dijeron que lo quitara. Pero fui muy terca e insistí en que tenía que estar”, mencionó.

“Otras personas me llegaron a decir que Isabel no sonaba enojada al decirlo y las primeras actuaciones que Carla daba sobre ese diálogo eran desde ese sentir. Para las siguientes grabaciones que hicimos le dije: ‘dilo con desdén, desde tu paz’. Y así fue que terminó quedando”, añadió.

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“Decidí conservarlo porque no solamente dice, o cierra, o termina de cerrar la idea del cortometraje, o la refuerza, sino que hay un sentimiento cargado detrás del mismo. Ya no lo dice molesta, ya es como de ¿para qué viniste aquí a pararte enfrente de mí? Te dije que no quería. Y ese fue el resultado, así que la cinta no es una venganza. Ella no fue y lo buscó sino que él llegó ahí y por eso le fue como le fue”, agregó.

Jennifer ofreció una última reflexión sobre el terror y su importancia para contar este tipo de relatos catárticos de empoderamiento femenino. “Lo más simple que te puedo decir es que el cine de terror es el género que más me gusta, que lo he disfrutado como durante toda mi vida, y pues quería trabajar en él”, dijo.

“Pero como parte de mi proceso de investigación de la maestría, quería explorar una manera de utilizarlo sin que fuera gráficamente violento. Porque esa también era una manera de reivindicar las situaciones de vida de las mujeres que hemos pasado por situaciones de violencia en donde casi siempre el terror se vuelve muy gráfico, y eso es lo que menos queremos ver”, agregó.

Quería jugar con el terror porque estas situaciones son atemorizantes, y quise jugar con la imagen o la idea del monstruo porque mucho de lo que pasa en las relaciones de violencia que yo experimenté, y que otras mujeres a las que tuve la oportunidad de entrevistar también experimentaron, es precisamente que existe una onda de que el agresor quiere bajarte la autoestima y hacerte creer que tú eres la mala de la historia”, enfatizó.

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Una forma que encontré para salir de esto era esa aceptación de mi propia oscuridad, decir ‘si tanto crees que soy la mala, pues que así sea. Y si crees que soy la que te está lastimando, lo haré’”, complementó la también docente de la Universidad Iberoamericana.

El terror era la mejor manera de expresarlo, justo porque el monstruo, el miedo, el terror, podían representar esta aceptación de las cosas que nos dan más miedo. Tú no quieres ser la mala persona, tú no quieres ser la villana y esta era la manera de abrazar la monstruosidad. Y el terror era el medio para hacerlo”, concluyó.