Mi sueño musical en la vida es ver algún día a Green Day como vi este sábado a The Hives, en un local pequeño, lleno hasta los topes y compartiendo banda y público una energía desbordante. Como si no les hubiera pesado lo más mínimo tocar en el Corona Capital el viernes, la banda sueca se presentó en el escenario como cualquiera que ya los hubiera visto en vivo sin duda esperaba: Entre gritos y declarando pronto sus intenciones de convertir el House of Vans en una sauna catártica.
Con el público ya tenso tras dos horas de espera y entusiasmado ante una de las mejores y mayores bandas que el proyecto de la famosa marca de tenis ha traído a la ciudad, el vocalista, Pelle Almqvist, declaró pronto su amor por México, saludando al respetable al grito de “¡chilangos!”, como si viniera de aprender lo fundamental del español mexicano mientras se echaba unos tacos al lado del metro Tacubaya.
El show, como ya hiciera el de la noche anterior a un público bastante más numeroso, arrancó con las notas de “Bogus Operandi”, uno de los temas más destacados de su nuevo y sorprendentemente excelente álbum, The Death of Randy Fitzsimmons, estrenado en agosto de este año.
Los gritos y empujones que le recordaban a cualquiera que estar atrás de todo en este show era lo mismo que estar en la sexta fila en un festival masivo solo crecieron cuando se sucedieron dos de los mayores éxitos del quinteto, “Main Offender” y “Walk, Idiot, Walk”.
Pero el inicio del show con una canción nueva era una declaración de intenciones, y, de hecho, serían hasta siete las canciones de su nueva publicación las que tocarían durante la noche, incluyendo algunas notables como “Rigor Mortis Radio”, “Stick Up” y “Countdown to Shutdown”.
Nadie, absolutamente nadie, pareció molesto en el público por la sucesión de canciones de las más recientes publicaciones de la banda. Esto, en gran medida, además de porque el nuevo álbum es bueno, porque Almqvist departió exactamente igual que lo hizo hace quince años, en 2008 en la Sala Apolo de Barcelona, Cataluña, la primera vez que tuve el placer de verlos.
Recuerdo al joven yo desconcertado por ver al frontman sueco encaramarse a las estructuras del escenario mientras cantaba. Ahora, con 45 años, Almqvist ya no trepa con tanta facilidad, pero mantiene la vibrante energía que llevó a la revista SPIN a catalogar hace años a The Hives como “la mejor banda en vivo del mundo”.
Si en el Corona Capital el líder del quinteto de garage rock y garage punk se deleitó con el crowdsurfing, en House of Vans optó por robarle celulares a la gente, pasearse por la larguísima pasarela que saluda a quienes se quedaron casi en la puerta y se fue hasta el otro extremo para pasar atrás de todo, casi frente a la barra del bar y a los baños.
Mientras el setlist de la banda discurría exactamente igual que 24 horas antes, el público conservaba el entusiasmo ante la algarabía causada por Almqvist, aunque también se constataba que la irrupción de las nuevas canciones se daba en detrimento de viejos éxitos como “Two-Timing Touch and Broken Bones”, “Die, Alright!”, “Abra Cadaver” o “Won’t Be Long”. Por supuesto, el tema que no faltó es el que es seguramente el mayor éxito de los suecos, “I hate to say I told you so”, que cosechó uno de los mayores bosques de celulares alzados en vertical en toda la noche.
Toda la energía que derrochan Almqvist y los suyos debe pausarse en algún momento; al fin y al cabo, no solo la banda suma años, así que el frontman aprovechó toda su habilidad para propiciar momentos de pausa, como cuando avisó, siempre en un español macarrónico, que “este es un gran final, pero luego hay otro gran final”, desenmascarando el viejo truco del amago de las bandas de marcharse antes de tocar un par o tres temas más.
En su caso, fueron dos, y el concierto concluyó con el crescendo de “Tick Tick Boom”, en que el líder del quinteto hizo tronar rodillas al pedir, no, al exigir al público que se sentase, justo antes de concluir con el último estallido musical de una noche que muchos recordarán para siempre, incluso si la banda ha venido múltiples veces y seguirá regresando a su amado México para volver a ser “Los Jaivas” por una noche más.
Solo esperemos que, si regresan en solitario, los boletos para verlos no se agoten en menos de un minuto, como ocurre sistemáticamente con los conciertos de House of Vans.
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