Escenario

‘Tiburón’: La película que nos hizo pensar antes de meternos al mar

TICKET AL PASADO. Este fin de semana se cumplió un aniversario más desde la llegada de una de las joyas de Steven Spielberg a México, nuestro especialista nos habla de su impacto a nivel personal

Tiburón
Fotograma de 'Tiburón'. Fotograma de 'Tiburón'. (ESPECIAL)

El 15 de abril de 1976, casi un año después de su estreno en EU, llegó a las pantallas mexicanas una de mis cinco películas favoritas en la vida.

Me refiero a Tiburón del entonces muy joven director e igualmente desconocido fuera de los EU, Steven Spielberg. Una película que marcó un parteaguas en el cine de entretenimiento al ser la que estableció el “cine de temporada de verano” entre las distribuidoras.

NADANDO EN LAS OBSCURAS AGUAS DE LA MERCADOTECNIA

A partir de la osada y exitosa estrategia de mercadotecnia de Spielberg en combinación con Universal Pictures para Tiburón, las otras distribuidoras descubrieron el tesoro escondido al fondo de la taquilla y comenzaron también a manejar el abrir una segunda fecha de lanzamiento masivo de películas para los años consecutivos - el primero fue, desde siempre, la temporada de fin de año - que pretendían establecer récord de taquilla y que a la fecha se conserva como una regla al grado que, lenta pero de forma inexorable, se fueron cambiando los calendarios de los estrenos a como son actualmente: Verano para estrenos impactantes que esperan recaudar miles de millones en taquilla e invierno los estrenos familiares y tradicionales que también esperan recaudar miles de millones en taquilla.

Tiburón fue estrenada en plena época vacacional en los EU para mayor impacto no solo entre los vacacionistas - y esto es verídico - que se lo pensaron dos veces antes de entrar al mar sino también en taquilla al aprovechar los días no escolares para llenar las salas de cine donde se exhibió.

Pero no solo eso; la narrativa de Spielberg estableció también ciertos cánones de argumentación en películas donde el individuo se enfrenta a la estructura gubernamental para alertar a la sociedad de un mal en forma de animales o desastres naturales y que debido a condiciones económicas o de orden público las autoridades deciden ignorar para arrepentirse después.

Esto ya era tratado en muchas películas, sobre todo del cine noir estadounidense de los años 40 a los 50 o el de desastres de principios de los años 70, pero debido a la temática de dichas propuestas, no llegaba a los más profundo del núcleo social que era la familia. Por eso es que Tiburón de pronto abrió esa puerta no solo a los adultos sino también a jóvenes, adolescentes y niños que ya podían verla dentro del rango de la clasificación permitida para las audiencias de mediados de los años setenta.

Como bien dice la canción de otro clásico del cine de los setenta: “Money makes the world go round”.

GRITA “TIBURÓN” Y CAUSARÁS PÁNICO EN LA PLAYA

Spielberg aprendió bien las lecciones de sus antecesores en la silla de dirección. Supo cómo aplicar las reglas que ya desde su primera película, Duel (1971) que fue para televisión, manejaba como parte de una narrativa que pretendía tener al espectador atrapado a la pantalla. Lo más natural, pero no por eso reprochable, del suspenso a la Hitchcock más la arriesgada y poco utilizada fórmula de no mostrar el mal durante la primera parte de la película fueron algunos de los recursos de los que se valió en la forma de contar la historia por parte de Spielberg que no quiso utilizar pese a que en la novela de Peter Benchley se nos describe al enorme tiburón desde las primeras páginas.

El director no cayó en esa tentación y, aprovechando que el espectador ya tiene entre sus terrores internos la imagen de que existe una máquina de matar en el mar, decidió permitir formarnos nuestra propia imagen de la bestia con el uso atinado de la cámara y situaciones que nos remiten a los miedos más primitivos donde estamos a completa merced de lo que viene hacia nosotros pese a ser algo desconocido y que puede hacernos daño sin poder evitarlo ¿Pueden pensar en algo más “Hitchcokiano” que eso? Bueno, pues esto es parte de lo brillante de la dirección de Spielberg y la edición de Verna Fields basadas en la fotografía del recientemente fallecido quienes dieron ritmo - ¿A quién le importan los cambios de luz entre escenas? - al brillante guión de Carl Gottlieb y el mismo Peter Benchley basado en su propia novela.

Pero la genialidad no termina aquí.

¿Se imaginan cómo hubiera impactado la película sin la impecable banda sonora del no menos impecable John Williams? Tan es así que puedo apostarte, amable lector que me estás leyendo en este momento, que si pones las primeras notas del “Tudum... Tudum…” a cualquier persona de cualquier país y ciudad del mundo, reconocerá casi inmediatamente el tema de Tiburón desde 1975 a la fecha.

Williams también supo manejar nuestras sensaciones con lo más elemental que es la música. Para lograrlo basó el leitmotiv del score en lo que para él significaba algo brutal que se movía a puro instinto y eso lo reflejo en la melodía que en un principio parece algo lejano y que en la medida que avanza la música y se eleva el ritmo también avanza esa bestia hacia ti dispuesta a devorarte sin que puedas hacer nada para evitarlo.

El efecto se logró con creces convirtiendo esta majestuosa obra de arte musical en la primera de muchas otras colaboraciones icónicas de este par de monstruos de la creatividad e imaginación en el cine.

TIBURÓN A LA VISTA, BAÑISTA

En la Ciudad de México se estrenó en 21 salas entre las que se encontraban los cines Pedro Armendáriz (otrora Cinemex CNA hoy Cineteca de las Artes de la CDMX), Tlalpan, Imán Pirámide (que fue donde la vi por primera vez y que ahora es la sala de conciertos Ollin Yoliztli), Pedregal 70, Tlatelolco, Villa Coapa (que fue donde la vi tantas muchas por ser mi cine “de barrio”) y otras catedrales hoy desaparecidas de las salas de cine en los dorados años 70. Tuvo una duración de 18 semanas en cartelera desde su corrida de estreno para luego salir a cines de toda la república y seguir en cartelera casi un año en México.

Sin embargo y para suerte de muchos en esos años, en diciembre de 1975 el tristemente extinto y entrañable “Círculo de Lectores” sacó la novela de Benchley y meses después, en marzo del 76 salió una edición resumida de la historia de la película, no de la novela. Lo que no logro encontrar en los archivos de la memoria es que si fue publicada por Contenido o la extinta Tele-Guía que no solo hablaba de ella sino también de El Hombre Nuclear, Emergencia y Kojak. ¿A qué viene esta historia? Pues que buscando otra cosa, como siempre pasa en esta vida, me cayó en la cabeza en el sentido más literal posible, una serie de revistas viejas que tengo y ahí apareció esta publicación de 1976 y que, al tener yo en ese entonces 10 años, se me hizo lo más normal arrancar la portada original de las revistas y engrapar los diversos fascículos en la medida que iban saliendo.

Y lo emocionante no solo era la lectura de ese resumen sino la publicación de las mercancías oficiales de la película que estoy seguro los que andan entre los 45 y 50 años viajaran al pasado como yo cuando los vi nuevamente. Camisetas unisex que anunciaban la “tiburomania” con una hermosa Leticia Perdigón modelandola, la barra de chocolate “Tiburón” de la fabrica de dulces La Suiza que aseguraba endulzar la vida, el juego de mesa “Salvamento submarino” en cuya bolsa encontrabas bastantes dulces de la Tutsi Pop por $10 setenteros pesos, un cupón que al ser entregado en las tiendas General Electric te lo cambiaban por un cartel bastante grande de un tiburon blanco real con las fauces abiertas y desde luego el recuerdo que todos los niños de esa edad queriamos por sobre todas las cosas: El “cuerito” de Tiburon con un diente “de la buena suerte” que años después me enteré que era de resina y no real como se veía en el afiche; duro golpe a mis fantasias de niño que se sentia Chanoc al llevar colgado un diente de Tiburón en el imberbe pecho.

Por supuesto que mi mamá, en la medida de sus posibilidades, me compró todos esos productos además de un tiburón alcancía de plástico, adquirido fuera del Imán Pirámide en un puesto improvisado en la banqueta, que estaba sin proponérselo a escala perfecta de un barco plastimarx muy parecido a la Orca que vendían en el mercado de Villa Coapa y también decir que aún conservó un “Cuerito Tiburón” cerrado desde hace 47 años, ahora en poder de mi esposa que también es fanática de la película - de verdad que nadie sabe para quién trabaja - al igual que el póster original de la película, el LP de la banda sonora y muchos de los libros, además de la novela, que yo pedía para estar más enterado de la vida de estos fascinantes peces porque, y aún cuando mi personaje favorito era el Jefe Brody, en mi infantil mente yo me veía como un biólogo marino mezcla del apasionado académico Matt Hooper con el salvaje pescador de tiburones Quint al ser adulto y vivir de corretear tiburones por los 7 mares en un barco como la Orca y tener una casa en la playa... Perdoname Bruce, te he fallado.

VAS A NECESITAR UN BOTE MÁS GRANDE

El día de hoy a 47 años de haber visto Tiburón por primera vez en el Imán Pirámide, que tenía una rampa en la base de la pantalla y que muchos niños utilizabamos como resbaladilla para dejarnos rodar como pandas en bajadita, y siendo ahora un adulto y en parte gracias a ella de oficio crítico de cine - y no biologo marino viviendo en la playa - la película de Spielberg representa no solo entrañables recuerdos de mi infancia y creo que a la de muchos de mi generación por igual sino también un constante reto al tener frente a mi una obra con muchas aristas de análisis que van desde el inicio de la carrera de Steven Spielberg para reconocer esos rasgos que lo acompañarán durante el resto de su carrera hasta una obra que permite un acercamiento hacia la figura del individuo contra el Statu Quo y en momentos el viaje del héroe desde la perspectiva de la obra clave de Joseph Campbell.

Una película que representó una pesadilla para todos los que participaron en ella, como bien describe Carl Gottlieb en su libro El Diário de Tiburón de 1975 pero que se convirtió desde su estreno en un ícono de la cinematografía mundial no solo por lo que aportó a la industria sino porque resulta un material invaluable para todos aquellos que nos dedicamos a entender este apasionante territorio de los 24 cuadros por segundo reflejados en una enorme pantalla como única luz en una sala oscura.

Y a título personal, Tiburón es una película a la que siempre regreso en cualquier momento de mi vida, que tengo en diferentes formatos caseros en mi videoteca personal, que por supuesto vi nuevamente en su estreno en formato digital pantalla IMAX en el 2022 y que si me la pesco en la televisión, en cualquier escena donde la vea, no me levanto hasta que acabe y por supuesto, repitiendo los diálogos de forma inconsciente - una disculpa a todos los que se sientan a mi lado cuando estoy en esa comunión cinéfila - mientras la disfruto con la piel erizada pegado a la orilla del asiento en secuencias que van desde la salida de la Orca hacia alta mar a las diferentes persecuciones de los barriles una vez que vemos salir por primera vez al tiburón mientras Brody echa carnada al agua - ¿Quién no pegó un brinco en el cine? - hasta la llegada de los turistas a Amity el 4 de julio o la muerte de Quint acompañados siempre de la música del Maestro Williams.

SÓLO ES UNA ISLA SI LA MIRAS DESDE EL AGUA

Por eso feliz y eternamente le estaré agradecido a Tiburón que sea mi máquina del tiempo al pasado y uno de los motivos por los cuales me dedico a este oficio de entender las imágenes en movimiento que se presentan en la enorme e iluminada pantalla frente a mi como única luz de la obscuridad de la reconfortante sala de cine. Aunque no tenga una casa en la playa.

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