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‘Tipos de gentileza’: Una muestra de la peor cara del ser humano

CORTE Y QUEDA. El cineasta Yorgos Lanthimos vuelve a hacer mancuerna con Emma Stone en este filme que muestra tres relatos retorcidos sobre la aceptación 

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Fotograma del filme.

Fotograma del filme.

Cortesía

Después de coquetear con el cine industrial, el cineasta griego Yorgos Lanthimos regresa a sus raíces con la retorcida antología titulada Tipos de gentileza, en donde a través de tres pequeños relatos hilvana una narrativa llena de metáforas incómodas y un humor negro bastante enfermizo que nos recuerda aquellos tiempos de Dogtooth (2009), Alpes (2012) y La Langosta (2015), mostrando la vulnerabilidad y lo infame que podemos llegar a ser para ser aceptados.

Encontrando de nuevo a su musa en Emma Stone, la cinta plantea un tríptico en que seguimos de manera directa o indirecta, al señor M.R.F. y su destino. Esto lo hace a través de tres relatos, uno acerca de un hombre humillado carente de decisión y personalidad que está dispuesto a todo por ser amado nuevamente por su jefe. El siguiente muestra a un policía que sufre por la desaparición de su esposa hasta que es encontrada pero cuando ella regresa, todo parece ser diferente. Y, finalmente, una historia sobre un culto que está buscando un milagro mientras evade las impurezas del mundo real.

Una de las cosas más llamativas de esta nueva cinta del cineasta griego es que vuelve a colaborar en la construcción de este mundo con su viejo compañero, Efthimis Filippou, con quien creó ese estilo sórdido de relatos antes de su reconocimiento en Hollywood. Filippou y él optan por volver a una hostil tragicomedia en la que ni los personajes ni el espectador se sienten cómodos, sino que son sometidos a un montón de sinsabores que solamente los protagonistas saben cómo enfrentar y no siempre lo hacen de la mejor forma.

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Otro interesante acierto sobre Tipos de gentileza recae en sus actores y cómo Lanthimos los utiliza para personificar diversos papeles en las tres historias. Esto solo demuestra la gran capacidad que tiene para el trabajo con ellos en sus filmes, destacando la labor de un Jesse Plemmons cuyas transformaciones, sobre todo en los dos primeros segmentos, son brutales en fondo y forma. Todo esto además en una narrativa que simula una oscura fábula llena de humor ácido y locura espontánea al más puro estilo del transgresor director de hace unos años.

Emma Stone nuevamente demuestra que, con Lanthimos, ha encontrado una dupla que la lleva a historias y papeles arriesgados. Si bien aquí no roba cámara como lo hace en sus anteriores colaboraciones con él, si destaca por su entrega y la misma capacidad de metamorfosis. Mismo caso con Willem Dafoe, que con toda la veteranía del mundo ofrece un papel bastante cruel que brilla por su abuso de poder en la primera historia, sin dejar de lado sus apariciones en los posteriores segmentos.

Sin embargo, Tipos de gentileza también presenta algo que, para los viejos conocedores del cineasta griego, ya es un sello. Eso es la voluntad retadora que tiene la cinta no sólo por ser la de mayor duración en su filmografía, sino por los momentos de crueldad y martirio que se cuecen a fuego lento en este tríptico lleno de lo peor de nuestra especie, ofreciendo momentos de verdadero tormento psicológico al espectador no sólo a través de su imaginario visual, sino de otros aspectos que rodean al filme.

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Uno de ellos es, sin duda, la musicalización del compositor Jerskin Fendrix, que repite dosis después de su nominación al Oscar por Pobres Criaturas. Ahora, con solo cuatro pistas que se repiten constantemente en donde sigue jugando con ruidos disonantes y coros tétricos, además de una canción final vibrante, que Fendrix logra generar tensión e incomodidad en algunos de los instantes más molestos de las historias, alimentando un poco esos aires de misantropía en los que Lanthimos no duda ahondar ante la inherente maldad de nuestra especie.

El diseño de vestuario también juega un rol determinante pues acompaña de buena forma, como si fuera una larga obra de teatro, a los protagonistas y los dota de la personalidad variante en el tríptico del que somos testigos. Plemmons pasa de lo formal a lo ‘hippioso’, Defoe va del imponente jefe trajeado hasta el director de una secta en la que todos usan prendas flojas y huaraches. Incluso funciona también en los estilos de peinado y cortes, lo cual dota de una identidad necesariamente variante ante toda la tragedia hiriente de la búsqueda por ser aceptados.

Asimismo, los relatos de Lanthimos y Filippou sueltan críticas a diestra y siniestra sobre las obsesiones, las filias, la toxicidad y el fanatismo religioso, por mencionar algunos tópicos, que resultan perversamente complejos y que nos invitan, de una forma un tanto retorcida, a abrazar sus formas más aberrante y vulnerables. Ni qué decir del juego de las identidades y las máscaras, algo que es notorio en el ejercicio del griego no sólo por usar a los mismos histriones en los tres relatos, sino en la cuestión de los secretos, las obsesiones y los sueños que cada uno oculta detrás de la aparente sanidad.

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Ni qué decir del control y el libre albedrío, algo que es notorio en las historias hechas por esta dupla desde hace años, creando un peculiar ensayo sobre todas estas dinámicas en donde la libertad y la sumisión chocan con la insignificancia existencialista de nosotros como seres humanos. Todo eso aderezado de un humor negro y un trabajo visual exquisito le da a Tipos de gentileza un espacio para la dura reflexión de nuestra naturaleza humana, aquella vulnerable que parece no aceptar los actos de bondad pura ni la capacidad de aceptar nuestros recuerdos, sino más bien huir de ellos hasta que sea demasiado tarde.

Las grandes metáforas y críticas de todo tipo vuelven a Tipos de gentileza en un ejercicio complejo y oscuramente divertido donde lo mordaz y retorcido se juntan con la necesidad de pertenencia y del amor, entre otras capas narrativas que no buscan dar una explicación o justificar lo que sucede, sino simplemente que la arbitrariedad y el caos conquisten este camino para regalarnos una dura moraleja final con todo y su remate en el que la lógica y la congruencia son dignas de la peor cara del ser humano mostradas en sus casi tres horas de duración.