Fue en 1986 cuando el oficial y piloto Pete “Maverick” Mitchell (Tom Cruise) apareció por vez primera en el horizonte del cine, gracias a la película Top Gun: pasión y gloria, dirigida por el ya fallecido Tony Scott. En ella, se narraban las vicisitudes del piloto en cuestión, quien tenía un don nato para el vuelo, aunado a una actitud desafiante frente a la autoridad y sus propios mandos superiores.
Dicha actitud le acarrea problemas con sus mandos superiores y compañeros de escuadrón, e incluso una rivalidad con otro piloto de gran pericia: Tom “Iceman” Kazansky (Val Kilmer). Pero Maverick también logra ganarse su admiración, respeto e incluso establece una entrañable amistad con varios de ellos, particularmente con Nick (Goose) Bradshaw (Anthony Edwards).
Top Gun: pasión y gloria se convirtió en un título emblemático dentro de la carrera del entonces muy joven Cruise, y gracias a su carisma y creciente popularidad, aunado a sus espectaculares escenas de combate aéreo, un soundtrack trepidante (en donde el tema “Take my breath away” de Berlin quedó eternamente vinculado a él), y un guión que desarrollaba una historia de acción, drama, romance y bromance, se convirtió en un hito de la industria cinematográfica ochentera, así como un referente obligado de la cultura pop.
Más de 30 años después, Tom Cruise vuelve a enfundarse en su uniforme de piloto, para protagonizar una tardía secuela la cual estaba programada para surcar las pantallas en 2019, pero por diversas razones (incluida la pandemia, desde luego), el largometraje sufriría una serie de retrasos, hasta ver la luz en este año.
Top Gun: Maverick (Joseph Kosinski, 2022) retoma la historia tres décadas después de donde se quedó su predecesora. Maverick se ha retirado del servicio activo, pero ha rechazado ser promovido a un rango superior, ya que ello implicaría quedarse el resto de sus días trabajando detrás de un escritorio. En su lugar, se desempeña como piloto de pruebas para la marina de los Estados Unidos, en un programa denominado Darkstar.
Sin embargo, el contraalmirante Chester “Hammer” Cain (Ed Harris) tiene otros planes, y busca cancelar el programa y de paso dejar al protagonista en tierra de una vez por todas. Pero antes de que ello ocurra, es requerido (por intercesión de su otrora rival Iceman, ascendido ahora a almirante), para formar parte de una misión secreta. Dicha misión consiste en entrenar a un grupo de pilotos de élite, para llevar a cabo una incursión aérea furtiva en el territorio de un país hostil, y destruir una planta de enriquecimiento de uranio, ubicada en un lugar de difícil acceso, protegido por numerosos misiles antiaéreos, y resguardado por jets de tecnología muy avanzada.
Maverick recomienda una estrategia de vuelo, la cual requiere no solo que los pilotos tengan un conocimiento total del tipo de cazas que deberán emplear, sino además requerirá llevarlos al límite de sus habilidades y de su resistencia física y emocional, con el fin no solo de poder cumplir con éxito la misión encomendada, sino también de volver de ella con vida. Eventualmente –por diversas circunstancias- el propio protagonista se verá obligado a subirse de nuevo a un caza, y encabezar él mismo la peligrosa incursión.
Al principio, los pilotos rechazan a Mitchell, prejuiciados tanto por su edad como por algunos antecedentes de su pasado. En particular, hay notable resistencia hacia él por parte de Bradley “Rooster” Bradshaw (Miles Teller), quien es nada menos que el hijo de su mejor amigo Goose, muerto años atrás en un accidente acaecido durante un entrenamiento. Bradley no solo le guarda rencor a Maverick por la muerte de su padre (porque él piloteaba el jet accidentado en esos momentos), sino también porque este último bloqueó su solicitud de ingreso en la academia naval, provocando así un significativo retraso en su carrera. Las razones de tal decisión (y el curso que su tensa relación tomará) son parte del combustible el cual alimenta la trama.
El argumento central de Top Gun: Maverick no tiene en realidad grandes sorpresas, y en esencia replica la estructura de su precuela, donde la fortaleza y determinación -sumadas a la experiencia y habilidades resultado de cientos de horas de vuelo- del personaje principal no solo lo harán superar la reticencia de sus alumnos (y de Rooster), sino también ganarse su confianza y lealtad. En el inter, recuperará una relación amorosa que se quedó en pausa indefinida con Penelope “Penny” Benjamin (Jennifer Connelly) madre soltera y dueña de un bar, quien viene a ocupar el lugar del original interés sentimental del personaje, interpretado en los ochenta por Kelly McGillis. Y también finiquitará sus asuntos pendientes con el pasado.
Vista someramente, la anécdota que da pie a la segunda (y al parecer última) parte de la historia de Maverick es meramente un pretexto para que él vuelva a cabalgar los cielos en una última gran aventura. De hecho, el desenlace -y algunos elementos argumentales- parecen calcados de la escena climática de La guerra de las galaxias (Star Wars: Episode IV - A New Hope, Lucas, 1977). E incluso ni siquiera se tomaron la molestia de ponerle nombre a la nación antagonista a la cual debe de enfrentarse, mencionando solamente que se trata de “un país no alineado”, aunque es fácil intuir que se trata de alguno de los países recurrentes en las antipatías del vecino del norte. Desde luego, el discurso patriótico e ideológico de la primera parte subsiste aquí, aunque más atenuado.
En resumen, el elemental -pero muy bien aceitado- argumento, es meramente un vehículo para explotar (sentimental y mercantilmente hablando) la presencia de su estrella reinterpretando a uno de sus personajes más célebres (aunque quizás no de los más conocidos por las nuevas generaciones), reciclando adecuadamente los mismos elementos que funcionaron en la primera, adaptándolos a los tiempos actuales, pero además combinándoles con un elemento metadiscursivo desarrollado con sutileza e ingenio, que permite darle al filme más dimensión y aceptar diversas lecturas.
El resultado es en esencia, un relato de tintes crepusculares en el cual, más allá de los sucesos y el desenlace de su trama, permite ver a un personaje quien al único rival que no ha podido vencer es al avance tecnológico. En una época donde las guerras ya se libran a distancia, con satélites y drones; gradualmente Maverick se ha convertido ya en algo tan obsoleto como los cazas que solía pilotear. Y por ello, el retiro parecía la única opción posible. Y se le ofrece la oportunidad de hacerlo a la usanza de los viejos westerns: a través de una misión final arriesgada y potencialmente mortal; con la cual pueda irse con la frente en alto, vivir una última gran aventura, concluyendo con una cabalgata final (en este caso vuelo) hacia el horizonte. Y dejando una genuina añoranza en el espectador por un tipo de héroes que está llegando a su ocaso.
Así, Top Gun: Maverick se suma a la cada vez más larga lista de producciones a través de las cuales Hollywood está jubilando y/o retirando a toda una generación de héroes de acción, y de paso, a una forma de hacer cine. Y se busca para ellos un cierre memorable (y que, desde luego, atraiga taquilla). Algunos de dichos cierres han sido memorables, otros no tanto. Sin duda, este trabajo protagonizado por Tom Cruise figura entre los primeros.
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