En 1996, el director Jan de Bont (Máxima velocidad, 1994) haría su segundo largometraje al lado de Bill Paxton y Helen Hunt. Una cinta de acción pura y dura que no se centraba mucho en el desarrollo de sus personajes sino en la aventura misma de tratar de vencer la fuerza de la naturaleza. Esa era la esencia de Tornado, que fue un gran éxito de taquilla, convirtiéndose en la segunda cinta más taquillera de ese año.
Veintiocho años después y bajo las riendas del director nominado al Oscar por la cinta Minari (2020), Lee Isaac Chung, llega Tornados, una secuela espiritual de aquella locura hecha por de Bont en donde, nuevamente, este fenómeno de la naturaleza es el centro de atención pero ahora es visto desde una visión diferente, sacudiéndose la fórmula de la repetición nostálgica para presentar un drama bien narrado y entretenido sobre las consecuencias y heridas que deja a su paso.
La historia se centra en un grupo de amigos, liderados por Kate (Daisy Edgar-Jones) y Javi (Anthony Ramos) que buscan tener éxito con un proyecto de ciencias que les permita enfrentar un tornado hasta hacerlo perder fuerza y parar su paso destructivo. Sin embargo, ambos son marcados por una tragedia y abandonan ese sueño hasta que, años después, se reencuentran con la posibilidad de concretar ese ideal y, por fin, poder cazar un tornado y domarlo hasta doblegarlo.
En el camino se encontrarán con Tyler Owens (Glen Powell), un popular vaquero estrella de redes sociales conocido como el domador de tornados, que parece tomar como diversión el ir tras estos fenómenos de la naturaleza, creando una marcada diferencia con los ideales de Kate. Mientras el clima en el sur de Estados Unidos genera una creciente presencia de este fenómeno, ambos irán descubriendo que tal vez tengan más en común de lo que creen.
El guión de Mark L. Smith (El Renacido, 2015) basado en una historia creada por Joseph Kosinski (Top Gun: Maverick, 2022) resulta por momentos un curioso homenaje al filme de 1996, coqueteando incluso con repetir la misma fórmula en sus personajes principales pero invirtiendo ciertos detalles de los mismos. Dos equipos rivales, dos científicos expertos, incluso un guiño a aquella máquina de nombre Dorothy usada en la cinta original.
Sin embargo, Tornados da un giro de timón al alejarse de la acción pura y dura de aquella y le añade un arco muy interesante al papel de Kate, además de agregar una reflexión social interesante que permea la cinta y que gira alrededor de aquellos que el tornado deja detrás, creando una cuestión que se aleja de la típica narrativa noventera de “buenos contra malos” para explorar el lado humano de las tragedias provocadas por este brutal fenómeno natural que adquiere su categoría por la fuerza destructiva que suele adquirir.
Chung explora, a veces de más, este problema dejando un comentario sobre el provecho que sale de la pérdida, recordando los problemas inmobiliarios de fenómenos naturales y sus consecuencias como lo fue el huracán Katrina en su momento, pretexto para ejecutar una gentrificación centrada en el dinero más que en el apoyo.
Esa disyuntiva forma parte de este relato que, a su vez, se asocia con el trauma y el dolor de Kate al verse sobrepasada por la fuerza de la naturaleza y ser incapaz de enfrentar ese pasado que, como a toda víctima, le ha dejado marcada.
Daisy Edgar-Jones sabe llevar a buen puerto esa crisis que Kate va poco a poco enfrentando. Pero es Glen Powell y su tremendo carisma el que se roba la atención dentro del filme que también plantea una cuestión de un triángulo afectivo entre el domador de tornados, la científica y su colega, Javi, a quien Anthony Ramos le da un toque curioso pero menor al que ambos protagonistas tienen, existiendo por ahí poco balance en el ensamble actoral. A pesar de ello, el drama es lo suficientemente eficiente para cuando llega el acto final creando un aire de preocupación alrededor de los personajes.
Es ahí que Tornados marca esa diferencia con su antecesora. Si bien la expectativa era generar nuevamente una cinta de pura acción que pudiera resultar absurda pero muy divertida, aquí Chung y compañía se alimentan mucho más del género de desastres naturales explotado a la perfección en la década de los 70 por cintas como Terremoto (Robson, 1974) o La gran aventura del Poseidón (Neame, 1972), mismo que ha revivido en años recientes con proyectos como La última ola (Uthaug, 2015) o El día del fin del mundo (Waugh, 2020), aquellas donde justamente el factor humano se contrapone ante la inevitable fuerza de la naturaleza que, usualmente, sale vencedora.
Eso no quiere decir que Tornados no tenga ese elemento de acción, mismo que tiene sus fallas en la falta de fuerza de su banda sonora, siendo ése uno de los puntos flacos de la cinta de Cheung. La partitura de Benjamin Wallfisch (It, Flash) pasa completamente desapercibida a diferencia de la cinta de 1996 donde Mark Mancina dotaba de intensidad a las secuencias de esta índole. Esto y el excesivo uso de música country en todo momento, le resta méritos a la forma en que la acción de la cacería de tornados es reflejada en esta secuela.
Otro aspecto polémico recae en la cuestión de los efectos especiales pues la cinta no mejora en ese aspecto conforme a su antecesora, sintiéndose como efectos de una cinta serie b un tanto cutres pero que, extrañamente, no desentonan con el espíritu del relato.
Además, Chung demuestra en algunas secuencias, sobre todo la climática, tener buena mano para generar destrucción y adrenalina a buen ritmo, utilizando todos los elementos prácticos y de otra índole para inyectarle emotividad al peligro de un tornado implacable acercándose a nuestro paso, aumentado además con el sentido de vulnerabilidad inyectado en los protagonistas que no se sienten Invencibles.
Con un ritmo que tiene sus altibajos pero una historia que resulta más llamativa que la de su antecesora, Tornados ofrece una experiencia que, a diferencia de otras franquicias que repiten meramente la fórmula sin mucho que aportar (Mi villano favorito 4, por ejemplo), se arriesga a salirse de las repeticiones y ofrece una bien hecha cinta de desastres naturales que nos muestra la posibilidad de la ciencia y la humanidad como factores para sobrevivir el paso inclemente de las fuerzas de la naturaleza sin dejar de funcionar como una cinta que, aunque deja de lado las vacas voladoras, no deja de ser entretenida e interesante por ello.
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