Durante el verano, Sofía de trece años se traslada a la casa de campo, donde su prima Cristina la espera para pasar las vacaciones. Durante estos días de juegos y descubrimientos las dos se verán sumergidas en un triángulo amoroso con un hombre casi veinte años mayor. Su desenlace marcará el paso de la pubertad a la adolescencia de ambas.
Con su primer largometraje como escritora y directora, Anabel Caso se presentó en el Festival Internacional de Cine de Morelia del 2022 con su ópera prima, Trigal; una cinta que retrata de íntima manera la pubertad y la adolescencia femenina, con todo lo bueno y todo lo no tan bueno.
La manera tan formal y sólida con la que la cineasta argentina trabaja la narrativa de su filme es de admirar. Con la constante trata de temas tan sensibles como la primera menstruación en una niña de 14 años y cómo ella se siente al respecto, el despertar sexual, el propio descubrimiento de la orientación sexual, entre otros, era muy propenso que la narrativa se viera, o bien estancada entre un cúmulo inmenso de problemáticas y dilemas, o diluida por constante adición de los mismos.
Afortunadamente tanto para el espectador como para la propia naturaleza de esta película, el manejo de Caso no permitió errores ni en su manufactura ni en su propia estructura, que durante las casi dos horas de duración logró una constante carga dramática en su relato, gracias a sus personajes conflictivos y la propia relación con el mundo que están por explorar.
Gracias a unas notables actuaciones de Abril Michel y Nicolasa Ortíz Monasterio, el retrato de unas jovencitas con sus respectivos problemas internos cobra vida en la gran pantalla, transmitiendo diversas emociones al espectador que en ocasiones dejarán con un nudo en la garganta. Quien no se queda atrás es el propio Alberto Guerra que, gracias a su sólida e imponente interpretación, logra generar terror genuino en el espectador; ya sea por las intenciones de su personaje o por la duda y curiosidad que siembra a las niñas, es un personaje que no dejará indiferente a quien lo observe.
Lo más maravilloso que Trigal, la ópera prima de Anabel Caso, tiene por ofrecer es la manera tan sutil y sensible de retratar un cúmulo de situaciones complicadas que las primas (relación de las dos protagonistas dentro del filme) van atravesando durante su estancia en el rancho. Y es que lejos de intentar manipular al espectador, la fina escritura nos permite identificarnos con ellas, incluso sin la necesidad de que el espectador sea mujer, y eso es maravilloso.
Durante todo el trayecto que las niñas atraviesan, podremos sentir emoción, tristeza, preocupación y hasta miedo por lo que les pueda pasar. El inevitable desenlace que están por enfrentar no es sencillo y eso es algo que la directora sabe muy bien. Es por eso que, durante los últimos veinte-treinta minutos, la carga dramática es mayor; naturalmente por los hechos que estamos viendo, pero también por una dirección de actores espléndida y un manejo de cámara virtuoso para ser una ópera prima.
Como sé que he dejado implícitas y explícitas muchas de las cosas que Trigal aborda, sólo me queda invitarlos a que le den una oportunidad y vayan a verla a una sala de cine. Trigal los dejará con una inquietud e impotencia que permanecerá en ti por mucho tiempo.
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