Escenario

‘Veneno para las hadas’: Una moraleja retorcida sobre el abandono paterno sobre los hijos

CORTE Y QUEDA CLASSICS. El filme, que puede verse en la nueva Cineteca Nacional de las Artes, sirve como una reafirmación de la importancia de un autor y su visión desde el cine de Carlos Enrique Taboada

cine

Fotograma de 'Veneno para las hadas'.

Fotograma de 'Veneno para las hadas'.

ESPECIAL

Si existe una figura trascendental en el cine mexicano de género, ese es Carlos Enrique Taboada, quien desde 1968 comenzó una tetralogía de terror qué ofrecería una visión diferente del mismo. Fue con Hasta el viento tiene miedo que comenzaría un legado interesante que dejó muchos proyectos pendientes como la cinta perdida, Jirón de niebla, hasta los guiones inconclusos de otros filmes, influyendo en muchos autores que, posteriormente, han creado una voz resonante para el terror.

Pero fue hasta su cuarta cinta de género que Taboada logró ser reconocido con cinco premios Ariel, incluyendo Mejor Película y Mejor Director, en el año de 1984 con Veneno para las hadas, donde Carlos Enrique cuenta la historia de Verónica (Ana Patricia Rojo), una niña precoz con cierta personalidad malévola que está convencida de ser una bruja, haciéndoselo creer a su amiga Flavia (Elsa María Gutiérrez), una niña rica y solitaria, gracias a ciertas coincidencias que parecieran ser producidas por magia.

A toda costa, Verónica buscará demostrar que tiene los poderes y la sabiduría de una auténtica bruja. Para ello, ambas viven una serie de juegos aparentemente inocentes que terminan de forma trágica al crear una pócima para matar hadas, las eternas rivales de las hechiceras, teniendo un trágico resultado para ambas amigas.

Lee también

Visionari(e)s: Los directores encumbrados por los Premios Ariel

Ulises Castañeda
Entrega del Ariel a Emilio 'El Indio' Fernández.

El innegable maestro del terror en nuestro país, entregó en su última cinta distribuida y exhibida, una experiencia rodeada de sus atmósferas clásicas para mostrar los peligros de la inocencia desbocada, las envidias y los miedos que los niños pueden provocar entre sí, todo esto a través de un aparente juego de niñas que va mostrando oscuras intenciones en las diferentes personalidades de las protagonistas, sobre todo en las de Verónica, cuya percepción del bien y el mal resulta algo retorcida.

Una de las brillantes decisiones que toma Taboada es evitar las caras de los adultos y mantener la cámara desde la perspectiva de las niñas, siendo éste el punto de vista dominante del relato para darle ese toque de inocencia infantil a su historia. Es a través de las miradas, concepciones y actos de Verónica y Flavia que todo este universo se va componiendo, uno donde no hay cabida para la gente adulta que no cree en la magia ni mucho menos en la brujería. Por ello, las niñas observan a sus padres y maestros solamente borrosos de mitad de cuerpo, de espaldas, se oyen sus voces pero jamás sus rostros.

Otro aspecto interesante es, justamente, el uso de mujeres protagonistas que van en contra de lo racional dándole peso a los sentimientos y a esa confrontación como una vía de escape de la realidad que Verónica enfrenta. Para ella, ser una bruja es alejarse de su orfandad, de su baja clase y de la otredad que la rodea. Curiosamente, es ese mismo juego el que le hace ejercer cierto poder sobre Flavia, llevándola a hacer cosas en esta relación de cariño y odio a la vez, detonada por esas diferencias.

Lee también

‘Jirón’, el documental que desvela el misterio del último filme de Carlos Enrique Taboada

Antonio Tijerino
Fotograma de 'Jirón'.

En medio de esas fantasías macabras existe otro factor interesante: las diferencias de clases sociales que provocan esa sensación de inferioridad en Verónica que, mediante una retorcida pero eficiente vuelta de tuerca, Taboada replantea eso para volver el alimento de la manipulación necesaria. La dinámica de intercambios de poder se basa en contraponer las ideas del rico sobre el pobre, llevándola en el otro sentido hasta sus funestas últimas consecuencias.

Cabe resaltar que el maestro del terror mexicano también destaca por ser uno de los cineastas que más se centra el protagonistas mujeres dentro de su filmografía, mostrándolas como víctimas y victimarias a su vez, rodeándolas de miedos, poder y dudas, donde las circunstancias suelen superar el entendimiento y encararlas ante un peligro que, en Veneno para las hadas, se disfraza de oveja para morder como un lobo feroz.

Esa visión que tuvo con sus protagonistas es llamativa en medio del contexto social mexicano en el que se desenvuelven pues, similar a lo sucedido en Japón, la mujer solía estar ligada a la figura monstruosa del horror pero Taboada se alejó de ello para mostrar su naturaleza más pura que puede llevarla hacia una luz redentora o la temible oscuridad.

Lee también

Cine Fantástico en México: Tiempos dorados en momentos oscuros

Ulises Castañeda
‘Veneno para las hadas’: Una moraleja retorcida sobre el abandono paterno sobre los hijos

Si bien en Hasta el viento tiene miedo o Más negro que la noche, esta deconstrucción de la mujer con sus miedos y pasiones se da en adolescentes, es en Veneno para las hadas donde la imaginación y la inocencia son el caldo para una relación tóxica que va más allá de las fantasías infantiles para caer en lo macabro. Es ese poder imaginativo el motor de Verónica, que en Flavia encuentra la ilusa contraparte para hacerle creer su supuesta estirpe de bruja.

Es a partir de ello que Carlos Enrique ejerce todo lo que está en sus manos para crear una tensión misteriosa entre ambas. Ante la inocente mente de Flavia, los trucos sencillos, artimañas y mentiras de Verónica la envuelven en su red hasta que la somete a su voluntad, provocando que Flavia le entregue incluso sus más preciadas posesiones mientras enfrenta terrores nocturnos, pesadillas y visiones en las que el cuerpo ingrávido y fantasmal de la diabólica niña entra a su habitación para atemorizarla.

Gracias a las actuaciones de Ana Patricia Rojo y Elsa María Gutiérrez, esta perversa dinámica funciona de maravilla. Mientras una va forjando una sugestión mental tremenda en la otra, es el juego aparentemente inocente de dos buenas amigas el que genera una química peligrosamente oscura que plantea el dilema de las malas influencias a través de un terror que, al más puro estilo de Taboada, reside en lo psicológico potenciado por la naturaleza de las cosas que rodean a las niñas, incluyendo los elementos naturales así como una estética preciosista que dota a este perverso cuento de hadas de una esencia especial en el cine de género.

Lee también

Cine documental en México: Cronología de un género menospreciado

Ulises Castañeda
‘Veneno para las hadas’: Una moraleja retorcida sobre el abandono paterno sobre los hijos

Por ello, Veneno para las hadas, a pesar de no ser la cinta más vista de Taboada, sirve como una reafirmación de la importancia de un autor y su visión. Con la fuerza de uno de esos cuentos clásicos con moraleja retorcida, las metáforas de abandono paterno sobre los hijos y la subestimación de sus alcances se conjuntan con los miedos e inseguridades de dos pequeñas cuya fantasía las lleva a vivir una pesadilla para entregarnos un peculiar elixir peligroso que detona, ante una música erizante, lo siniestro detrás de un juego de niños. El filme puede verse en la nueva Cineteca Nacional de las Artes.