Escenario

‘Wonka’, un amable relato infantil sobre la importancia de soñar

CORTE Y QUEDA. Timothée Chalamet protagoniza este musical que conecta con la primera cinta adaptada del cuento de Roald Dahl, lanzada en 1971 por Mel Stuart y con Gene Wilder como el chocolatero mágico>

Willy Wonka
Fotograma del filme. Fotograma del filme. (Cortesía)

Si alguien ha probado ser un director capaz de hacer cintas familiares de forma efectiva, ese es Paul King, que después de un paso de muchos años por la televisión británica y de crear una ópera prima cómica con una road movie a la inversa (Bunny and the Bull, 2009), llegó a darle vida al oso más popular de Inglaterra, Paddington, en dos ocasiones, logrando un gran balance dentro de su adaptación del personaje creado por el escritor Michael Bond. Por ello, no es sorpresa que este realizador sea el elegido para retomar otra icónica historia con Willy Wonka.

Alejándose por completo del remake de Tim Burton del 2005, donde Wonka era interpretado por un perturbador y malicioso Johnny Depp, King y compañía deciden ir más atrás para crear una precuela que se liga de cierta forma con la primera cinta adaptada del cuento de Roald Dahl, lanzada en 1971 por Mel Stuart y con Gene Wilder como el chocolatero mágico e imaginativo. Esta vez, Timothée Chalamet se pone el saco morado y las ganas de cantar con Wonka, donde conocemos los inicios de este personaje de culto que busca superar las adversidades en pos de cumplir su sueño.

Para aquellos fanáticos de Dahl y de esa versión setentera, Wonka ofrece muchos guiños que ligan al proyecto directamente con alusiones a lo hecho por Wilder, no sólo su vestuario sino algunas de las formas de expresarse y posturas. Asimismo, la música también alude al tema emblemático de la cinta de culto de 1971 e incluso uno de los grandes villanos, Slugworth, aquí interpretado por Paterson Joseph, quien tiene mucha importancia como la ruin competencia que impide a Wonka cumplir su cometido junto al resto del denominado Cartel de Chocolate. Esos pequeños detalles le añaden un sentido nostálgico necesario a esta nueva entrega.

A pesar del encanto extraño de Wilder, Chalamet se adapta de buena forma a Willy Wonka, capturando la vivaz imaginación y carisma de su versión madura setentera. Asimismo, el joven actor demuestra su buena intención en el canto gracias a temas como “A hatful of dreams”, “You’ve never had chocolate like this” o “A world of your own”, donde el protagonista al lado de sus compañeros de cast, hace gala de una versatilidad interesante que dota de sentido a su personalidad.

El diseño de arte encuentra un medio camino entre la psicodélica mirada de la versión de los setenta y una auténtica mirada mucho más londinense, similar a lo logrado en Paddington, creando su propio universo que no se siente alejado de nuestra realidad a pesar de los elementos fantásticos dentro de él. Esos aires realistas ayudan a que el viaje de Wonka por cumplir su sueño sea empático.

Asimismo, Chalamet cuenta con personajes secundarios que ayudan al equilibrio del buen humor en el filme, tales como Keegan Michael Key como un glotón policía amante del chocolate o la ganadora del Oscar, Olivia Colman, como la despótica dueña del hostal que esclaviza a sus huéspedes.

En este universo creado con pura imaginación, destaca también la labor de Hugh Grant como Oompa Loompa, dándole un balance entre lo absurdo y lo serio de su labor. Verlo con el maquillaje naranja y la peluca verde, tal cual como los vimos en la cinta setentera, es hilarante. A su lado tenemos también a la ganadora del Oscar, Olivia Colman, como la malévola Señora Scrubbits y al salido de Downton Abbey, Jim Carter, así como pequeños cameos de histriones como Sally Hawkins o el mismo Rowan Atkinson, mejor conocido como Mr. Bean, quienes complementan un ensamble bastante atractivo.

Aunque el relato se centra en los años mozos de Willy Wonka, también destaca el personaje de Noodle (Calah Lane), que pareciera tomar el lugar de la mirada inocente que brindaba en el relato original Charlie. Ella, a la par de Chalamet, tiene un arco interesante acerca de una búsqueda por pertenecer y cumplir sus sueños, completada por un trágico abandono. Entre ambos aparentemente huérfanos se entienden. Aunque la historia alrededor peque de vez en cuando de ser un poco empalagosa, cumple con este nuevo concepto híbrido de Wonka que King, junto a su coguionista, Simon Farnaby, dotan, en aras de repetir la sensación de cuento de hadas al más puro estilo de Dahl.

Si bien Wonka apega a un sentido de amabilidad, magia y esperanza, es de apreciarse que la historia también abarca temas más adultos como las desigualdades sociales o la ambición desmedida que lleva a la acumulación de recursos y los problemas que eso presenta para la sociedad, representada por el Cartel del Chocolate, señalando problemas de corrupción y perversidad con una perspectiva inocente. Willy Wonka representa todo lo contrario a ellos.

Aunque no es tan mordaz como la versión de Wilder y Stuart escrita por Dahl, Wonka sabe tocar la esencia fantástica de un relato infantil que muestra la importancia de soñar y de la imaginación en una etapa anterior a su adultez, dejando de lado las lecciones morales del cuento original para llevar por otro tipo de enseñanza la amplia moraleja donde la amistad vence a la soledad en una visión mucho más optimista y alegre de este gran chocolatero.

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