Hablar a la española fue por mucho tiempo la manera correcta de expresarse. Incluso hasta mitad del siglo XX en las ceremonias protocolarias era bien visto referirse al público con el pronombre “vosotros”. Hoy eso sería inconcebible, señala el escritor y traductor Felipe Garrido.
Sin embargo, quienes iniciaron ese movimiento de liberación del lenguaje fueron ni más ni menos que los escritores de la Revolución, esos combatientes en pos de una forma propia de hablar, tal como se puede apreciar en la reciente compilación de cuentos: El apóstol y otros cuentos de la Revolución, donde Felipe Garrido recupera esas historias variopintas que captaron plumas como Rafael F. Muñoz, Ramón Rubín, Nellie Campobello, Julio Torri, Mauricio Magdaleno y Mariano Azuela, donde nació el español mexicano.
Como detalle curioso, recuerda Garrido en entrevista, en el primer Congreso de las Academias de la Lengua Española que se realizó en México (1951), el discurso del presidente Miguel Alemán Valdés refirió al público con el pronombre “vosotros”. Y lo mismo hicieron José Vasconcelos, Martín Luis Guzmán y extranjeros como el padre Restrepo.
El volumen también incluye narraciones como ¡Bah, un borracho! y El apóstol de Ricardo Flores Magón; Trigo de invierno y El caso de Pancho Planas de Francisco Rojas González; El fusilado de José Vasconcelos; La juida de Dr. Atl; Cuadros de México de John Reed; El hijo de la tiznada de Carmen Báez.
PRIMERA GENERACIÓN. Fueron los escritores de la Revolución quienes formaron “esa primera generación que abandonó la idea de que escribir a la española, y utilizaron con gran libertad el lenguaje mexicano”, afirma el también Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
Editado por Jus, la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) y Conaculta, El apóstol y otros cuentos de la Revolución, presenta 31 cuentos de la Revolución y dos posteriores, un de Juan Rulfo y otro de Juan José Arreola, “concentrando los cultivadores más representativos del género”.
Por las páginas de El apóstol y otros cuentos de la Revolución transitan el tísico y la pepenadora que reflexiona sobre la miseria, los muertos colgados, bandoleros y las armas ocultas en un torito al estilo guerra de Troya.
TENDENCIAS. Para Garrido, la Revolución llevó a que muchos escritores y periodistas volvieran la vista al país, por lo que de este movimiento surgió la narrativa indigenista, la proletaria, el estridentismo y la generación de contemporáneos como Salvador Novo, Carlos Pellicer y Xavier Villaurrutia”.
“No podemos olvidar que en la literatura de la Revolución hubo dos tendencias divergentes. Por un lado existió la poesía que se centró en la exaltación y mitificación de la Revolución, pero por el otro lado estuvo el cuento y su andanada de críticas en torno a lo que sucedía”, detalla el autor.
CONTRASTES. Para el también autor de Para leerte mejor y Una breve historia contada a los jóvenes, el cuento de la Revolución alcanzó mayor popularidad en 1928 con la aparición de El feroz cabecilla, de Rafael F. Muñoz.
Otra de las cualidades de la narrativa de la Revolución fue que rompió con los modelos realistas y modernistas –tal como el autor escribe en el prólogo–, con su forma afrancesada, refinamiento, personajes aristocráticos y pintorescos.
Aunado a esto, “en sus relatos habitan el heroísmo, el valor, sacrificio, estoicismo y la hombría, con la crueldad, la avaricia, injusticia y traición; y sus personajes son esos viejos conocidos: la tropa, los caudillos, las mujeres y los hombres de a pie que pelearon”, concluye.
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