En un ambiente de magia, colorido y oraciones, fieles a sus costumbres y tradiciones centenares de indígenas purépechas de la región del Lago de Pátzcuaro revivieron con devoción y fe el ritual de velación pagano-religioso de la tradicional “Noche de Muertos” en un reencuentro con los que ya no están.
La ceremonia de velación ha perdurado dentro del marco de su genuina naturaleza e identidad desde su surgimiento en la época prehispánica.
Esta vez, hubo un aumento del turismo, la capacidad hotelera fue de 100% y también resucitaron las ventas en restaurantes, tianguis artesanales, muestras gastronómicas y comercios.
Ni el intenso frío, ni la pobreza, impidieron a los indígenas purépechas acudir a los cementerios a venerar a sus fieles difuntos, mediante tradicionales ceremonias de velación que surgieron hace 503 años.
Los rituales de velación se llevaron a cabo con rezos ante altares adornados con flores de cempasúchil y velas en la zona lacustre, la cual incluye los municipios de Tzintzuntzan, Quiroga, Erongarícuaro y Pátzcuaro, donde sobrevive esta tradición.
Asimismo, la singular e impresionante ceremonia de velación conocida en purépecha como Animecha Kejtzitakua, se llevó a cabo en los 25 cementerios de la región, entre los que están los de Pátzcuaro, Cuanajo, Tupátaro, Tzintzuntzan, Jarácuaro, Huecorio, Tzurumútaro, San Pedro Cucuchucho, Ihuatzio, Arócutin, Santa Fé de la Laguna y Erongarícuaro, Arocutín, , así como en las islas de Janitzio, Yunuén, La Pacanda y Urandén.
Tzintzuntzan, es un pueblo indígena, ubicado entre Pátzcuaro y Quiroga, que en su momento fue capital del imperio purépecha.
Con el aroma de las flores de las ofrendas, la espectacularidad de las celebraciones pagano-religiosas de la Noche de Muertos en la zona del Lago de Pátzcuaro en Michoacán ha cobrado ya renombre internacional.
Incluso, muchos de los indígenas pidieron dinero prestado para adquirir las flores, panes, frutas y los alimentos que les gustaban en vida a sus familiares fallecidos, para instalar sobre los sepulcros sus altares en los panteones, frente a donde los velaron y recordaron con la mirada triste.
HUMILDAD
Vistiendo sus ropas tradicionales humildes, algunos con gastadas suelas en sus zapatos y otros con sus huaraches viejitos, los purépechas mujeres y hombres, jóvenes, adultos y ancianos con sus hijos y nietos no faltaron a su compromiso de acudir a los panteones.
De los más de 300 mil visitantes que arribaron, un 40 por ciento vino del interior de esta entidad, mientras que el resto llegó procedente de la Ciudad de México, Jalisco, Guanajuato, Estado de México, Colima y Querétaro.
En relación al turismo internacional, en su mayoría vinieron procedentes de China, Bélgica, Italia, Francia, Rusia, Corea, Alemania, España, Inglaterra, Estados Unidos, Canadá, Japón, Noruega, Suiza, Alemania, Francia y Cuba, entre otros países.
Asimismo, esta tradición, en 2003 la UNESCO la declaró como una Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad y refiere que es una de las representaciones más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo, y como una de las expresiones culturales más antiguas y de mayor fuerza entre los grupos indígenas de México.
Sobre el ritual de velación considerado como una de las tradiciones más grandes de las y los michoacanos., el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla expresó su respeto a las costumbres y tradiciones de los indígenas purépechas.
También, el mandatario estatal llamó a los habitantes a atender bien a los visitantes nacionales y extranjeros, para que regresen.
Puntualizó que el crecimiento del turismo es muestra clara de la confianza que tienen los turistas en Michoacán como un destino seguro y, sobre todo, son muestra de la riqueza cultural que preserva y atesora la entidad.
Ramírez Bedolla refirió que la presente temporada genera una reactivación en la derrama económica por la ocupación hotelera, venta de artesanía y consumo en el sector restaurantero.
A su vez, el secretario de turismo en la entidad, Roberto Monroy García reportó saldo blanco tras la celebración de Noche de Muertos, como resultado del despliegue de más de mil 500 elementos de seguridad, quienes apoyados por efectivos de la Guardia Nacional y de la Guardia Civil, garantizaron la seguridad de los habitantes de la región del Lago de Pátzcuaro y de los turistas.
Destacó que en Pátzcuaro la ocupación hotelera fue de 100 por ciento e hizo notar que la mayoría de los visitantes se está quedando en los hoteles de Morelia, la capital del estado.
ISLA DE JANITZIO
El ambiente de Janitzio y de las demás islas y poblados en la víspera del día de muertos es de gran fiesta, hasta que empieza el lúgubre tañer de las campanas.
Al conjuro mágico de los sonoros bronces, las almas de ultratumba se presentan y los vivos, mujeres y niños, como fantasmagóricas figuras, van llegando silenciosas al panteón para buscar las tumbas de sus deudos.
Negras siluetas van apareciendo por doquier. Llenas de amor van llegando almas piadosas con las ofrendas, cortan flores, llevan dulces, consagran alimentos como panes y frutos que tanto deleite causaron en vida al difunto.
Con ellas erigen un altar sobre la tumba y se sientan resignadas y llorosas a contemplar las llamas de los cirios y hacen oraciones por sus muertos.
Las velas y cirios van encendiéndose y de pronto el camposanto iluminado parece un ascua de luces misteriosas.
A intervalos se arrodillan ante la cruz que indefectiblemente preside el rito, y quedan pensativas como evocando a los difuntos añorando su presencia.
Una campana colgante del arco que da acceso al cementerio, discreta y tristemente tañe toda la noche llamando a las ánimas a que se presenten a la gran ceremonia.
El cementerio se inunda con el eco de los cantos en purépecha, llenos de suaves cadencias que imploran el descanso para las almas de los ausentes y la felicidad de los que quedan en la tierra. Los hombres, desde las afueras del camposanto, contemplan atentos lo que ocurre dentro del panteón.
DEBER SAGRADO
Para los indígenas de la isla, participar en este tradicional ritual, es un deber sagrado para con los difuntos.
Janitzio es una de las bellas islas del Lago de Pátzcuaro que impresiona por la forma y belleza de sus construcciones, donde sobresalen las blancas paredes con techos de madera y teja, diseminadas en forma disímbola por la isla.
Tiene además Janitzio, un nombre y celebridad debidamente conquistados por la celebración de la “Noche de Muertos”, el día 1 y 2 de noviembre.
Aunque las celebraciones son las mismas en toda la región lacustre, se le han otorgado a esta isla como ejemplo. Toda la vida de la isla vibra en torno a la ceremonia de velación.
LA LEYENDA
De acuerdo con la leyenda, en esta noche, al ocultarse el astro brillante surgen las sombras de Mintzita, hija del Rey Tizintzicha y de Itzihuapa, hijo de Taré y Príncipe heredero de Janitzio.
Locamente enamorados, Mintzita y Itzihuapa no pudieron desposarse por la inesperada llegada de los conquistadores. Preso ya el Rey padre de Mintzita, por Nuño de Guzmán, quiso la Princesa rescatarlo ofreciéndole un tesoro que se encontraba bajo las aguas, entre las islas de Janitzio y La Pacanda.
Y cuando el esforzado Itzihuapa se aprestaba a extraerlo, se vio atrapado por veinte sombras de los remeros que lo escondieron bajo las aguas y que fueron sumergidos con él.
Itzhihuapa quedó convertido en el vigésimo primer guardián de la riqueza.
Sin embargo, en la noche del día de muertos, al lúgubre tañer de los bronces de Janitzio, despiertan todos los guardianes del tesoro y suben la empinada cuesta de la isla.
Los dos príncipes, Mintzita e Itzihuapa, se dirigen al panteón para recibir la ofrenda de los vivos a las luces plateadas de la luna.
Ahí, ambos espectros se musitan al oído palabras cariñosas y ante las llamas inciertas de los cirios, se confunden y ocultan de las miradas indiscretas de los vivos.
En tanto, las estrellas fulguran intensamente, las campanas repican y abajo, las aguas del lago gimen como un alma en pena.
UBICACIÓN
El Lago de Pátzcuaro y su isla de Janitzio, cerca de donde también se encuentra Tzintzuntzan, la otrora capital del imperio purépecha, se ubican a 60 kilómetros de Morelia, capital del estado de Michoacán, que se comunica por dos carreteras, una que parte de la federal 15 en Quiroga y otras dos modernas de cuatro carriles por Tiripetío y Cuitzeo.