Queridos lectores, es un placer reencontrarme con ustedes a través de esta columna, un espacio que nos permite mantenernos conectados con el conocimiento, la reflexión y el diálogo, siempre con el objetivo de estar en avant-garde.
Hoy deseo compartir con ustedes una experiencia reciente que tuve al conversar con el Doctor Rafael Repiso Caballero, profesor titular en la Universidad de Málaga. Un académico cuyo currículum es impresionante, pero que, aún más allá de su formación, deja una huella profunda por su personalidad. Rafa es, ante todo, un gran amigo, un intelectual y un consejero. Además, en ocasiones, es esa voz que, a través del diálogo, te devuelve a la realidad, invitándote a reflexionar y a cuestionar.
Nuestra conversación: “Desentrañar la paradoja de la Inteligencia Artificial (IA)”. Yo le compartí que mi perfil humanista me había hecho inicialmente ser renuente al uso de la IA, ya que, desde mi perspectiva y conocimiento introductorio sobre el tema, temía que se perdiera el pensamiento crítico, la perspectiva sapiencial, el amor por la verdad, entre otros.

A esto se suman las críticas que se le han atribuido a la IA, como la que Gartner hace de ChatGPT, al describirlo como un “loro estocástico” al mencionar que se basa en la programación y predicciones avanzadas, pero que carece de razón y comprensión. Según esta visión, la IA no genera contenidos nuevos, sino que únicamente recombina el contenido existente, dándole un contexto y una estructura (Gartner, 2023).
Ante esto, Rafa me interrumpió y me comentó que la IA, más que ser lo que imaginaba, tiene una enorme importancia como herramienta. Para ilustrar su punto, me contó un mito fascinante sobre la importancia de las herramientas y el conocimiento.
El mito de Prometeo y Epimeteo, en su raíz filosófica, se desarrolla en los diálogos de Platón, donde se discute la “gracia” humana y su relación con los dones divinos. En este contexto, Prometeo y Epimeteo, conscientes de que los dioses habían otorgado cualidades a los seres divinos, pero no a los humanos, decidieron robar un “don divino” para la humanidad, los mortales. En su búsqueda por un obsequio digno, llegaron al taller de Hefesto en Éfeso, donde robaron el don del fuego, símbolo de la capacidad para crear herramientas. Este fuego no solo tiene el poder de mantener la vida, sino que se convierte en el símbolo del conocimiento y la habilidad técnica humana. De alguna manera, el fuego permitió a la humanidad avanzar, creando herramientas no solo físicas, sino también el conocimiento necesario para transformar su entorno y avanzar como civilización.
En el contexto filosófico de Platón, este mito refleja una visión sobre la lucha por la gracia humana y el deseo de obtener algo que permita al hombre alcanzar su máximo potencial, enfrentando las limitaciones impuestas por los dioses. El robo del fuego, es un gesto de empoderamiento, permitiendo a los humanos desarrollar herramientas. Así, el mito refleja cómo, a través del fuego, los hombres adquirieron el conocimiento necesario para transformar su destino y avanzar como civilización. Hoy en día, el fuego y la capacidad de crear herramientas siguen siendo símbolos de nuestra capacidad para generar conocimiento y superar nuestras limitaciones iniciales.
Con base en este mito, Rafa me invitó a reflexionar sobre cómo la IA funciona de manera similar: más que sustituir nuestros conocimientos o a nosotros mismos (como ocurre en algunas profesiones), la IA se presenta como una herramienta que optimiza y maximiza varios procesos. La IA apoya en tareas relacionadas con el tratamiento de la información, el conocimiento y la comunicación.
La IA es un asistente, pero, como tal, debemos recordar la reflexión fundamental: “Para trabajar con un asistente, es importante saber qué es lo que le quieres pedir”. Con esta premisa en mente, Rafa me proporcionó un decálogo para el uso de la IA:
- La inteligencia artificial solo puede asistir al autor de la creación.
- La regla de oro para tener asistentes, es saber hacer lo mismo.
- Las afirmaciones del asistente deben comprobarse.
- Quod natura non dat, ia non praestat | Lo que la naturaleza no da, el azar no lo otorga.
- Ergo, no se puede hacer con IA, aquello que uno no domina.
- Los procesos de análisis deben ser replicables y transparentes.
- Se debe indicar siempre la aportación de la IA.
- La IA es subjetiva y contextual en muchos casos; no es replicable, ya que cada IA se alimenta de datos y métodos distintos.
- Para los malos académicos, la IA se convierte en una especie de ‘autotune’, ya que permite la creación de contenidos superficiales sin un análisis profundo. “Uno de los problemas fundamentales de la masificación del uso de la IA radica en que, mientras algunos la emplean con juicio y responsabilidad, otros simplemente copian y pegan sin comprender ni analizar adecuadamente el material. La dificultad surge porque no siempre es posible distinguir entre quienes hacen un uso reflexivo de la IA y quienes no. Esto se agrava por el hecho de que muchos individuos sin credenciales se presentan como investigadores, lo que convierte a la IA en una herramienta que favorece la proliferación de impostores dentro del ámbito académico, generando así una ‘fábrica de farsantes’ (Machin-Mastromateo, 2025).
- Solo una inteligencia natural puede trabajar con IA.

La IA, como herramienta, aumenta y automatiza, pero nunca sustituye. Un claro ejemplo de su utilidad es en la investigación, ya que puede asistir, analizar, generar, revisar y corregir. Actualmente, existen diversas herramientas de IA que invito a usar de manera ética: Perplexity (evaluación de modelos de lenguaje), Elicit (recopilación de datos), Scispace (colaboración científica), ChatGPT (generación de texto conversacional), Deepseek (búsqueda semántica), Fliki (creación de videos a partir de texto), DeepL (traducción automática) y Grammarly (corrección gramatical).
La IA debe chocar contra el muro de la verdad, es decir, debe someterse a la comprobación y verificación de la información a través de fuentes confiables, como las Bibliotecas.
Estamos en una época crucial, que bien podría parecer sacada de una película de ciencia ficción. Rafa concluye nuestra charla resaltando la importancia de usar la IA como herramienta, pero con cuidado, especialmente en la época universitaria, que es el momento de máxima expresión, generación de ideas y creatividad. Perder o sustituir esto a través de la IA podría hacernos más perder, que ganar. Atrevámonos a utilizar la IA, pero siempre con conciencia, ética, responsabilidad y valores. Al final, como personas, esto es lo más importante.
Estimados lectores, me despido dejándoles esta reflexión en su cancha. No dejemos de pensar en todo, como Platón, señalando el mundo de las ideas, y Aristóteles, señalando la realidad está en el mundo material. Les deseo, como siempre, que encuentren ese rayo de luz que los inspire por la mañana hasta convertirse en un sol, y que, a su vez, ustedes sean ese rayo ⚡que forme un sol 🌞 en el otro.
Nos leemos hasta la próxima.