Jalisco

La autora argentina reafirma su voz como una de las más potentes en la literatura contemporánea con su nueva entrega

“El buen mal” de Samanta Schweblin: la extrañeza de la soledad

En El buen mal, Samanta Schweblin regresa a ese terreno inquietante donde lo cotidiano se desdibuja sutilmente hasta volverse extraño. Fiel a su estilo, la escritora argentina nos sumerge en escenarios donde reina la incomodidad emocional, pero esta vez no a través de lo descabellado o grotesco, como en algunas de sus obras anteriores, sino desde una inquietud mucho más silenciosa y persistente: la soledad.

Este nuevo libro, compuesto por seis relatos trabajados simultáneamente por la autora, mantiene la esencia de la literatura de lo extraño: ese tipo de narrativa que incomoda, que perturba sin necesidad de grandes sobresaltos, y que transforma lo familiar en algo ligeramente torcido, desconcertante. La extrañeza aquí no está en lo sobrenatural, sino en lo profundamente humano, en esas emociones tan específicas que se vuelven difíciles de comunicar y que Schweblin logra plasmar con una intensidad contenida.

"El buen mal" Samanta Schweblin (Especial)

Las acciones en estos cuentos se desarrollan con calma, los espacios se mantienen cerrados, y los diálogos –largos, densos, introspectivos– funcionan como intentos fallidos de alcanzar una identidad que se escapa. Hay una búsqueda constante, un deseo de conectar, pero todo está teñido por una distancia emocional que se vuelve atmósfera. Y esa atmósfera –gris, pegajosa, desconcertante– es quizás el mayor logro de este libro.

Lo novedoso en esta entrega es el uso de los animales como conductores narrativos. Cada relato presenta a un animal que, más que simple decorado, se convierte en guía, símbolo o catalizador de lo que ocurre. Este recurso, nuevo en la obra de Schweblin, le da al libro una dimensión más instintiva y orgánica, conectando el mundo racional de los personajes con una fuerza más primaria y salvaje.

Para Schweblin, escribir parte siempre de una emoción final, esa sensación perturbadora que da sentido al texto completo. Ella misma lo expresa: “si las emociones no fueran tan perturbadoras, ¿qué sentido tendría escribir?” Y en El buen mal, esa perturbación no explota: se arrastra, se insinúa, se queda.

Más que una antología de cuentos, El buen mal funciona como un cuerpo narrativo unido por un mensaje común: la soledad es una forma de extrañeza, y enfrentarse a ella nos confronta con lo más incómodo de nosotros mismos. Con este libro, Samanta Schweblin no solo reafirma su lugar como una de las voces más singulares de la literatura contemporánea, sino que también expande su universo, explorando nuevas formas de inquietud.

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