
“Nadie sabe para quien trabaja.”
Sabiduría popular.
¿Usted cree que la policía o el gobierno dejaron perder el dinero de esos capos?
Se trata de fortunas enormes; le comparto unas notas para formarse una idea.
1.- En 1985 Caro Quintero ofreció pagar la deuda externa de México que, para ese entonces andaba sobre ochenta mil millones de pesos; cuando fue condenado en 1989 él disponía de cien mil millones de pesos; ¡Casi la podía pagar de contado!
El no generaba ni el 10% de los ingresos del Cártel de Sinaloa durante los últimos 20 años.
2.- En 2009, “Forbes” publicó que la fortuna del Chapo Guzmán andaba sobre cien mil millones de dólares, lo ubicó entre los más ricos del mundo, mucho más que Caro Quintero.
3.- La riqueza del Mayo, debía ser superior por sobrio, no despilfarraba y llevaba más tiempo operando como ‘Jefe de Jefes’.
4.- Según la DEA, el cártel de Sinaloa bajo el mando del Chapo y del Mayo distribuye drogas en 47 países y emplea 26,000 personas aproximadamente.
Evidentemente son capitales inconmensurables, sin impuestos, cargas sociales o sindicales; hay países que juntos no tienen esa solvencia.
¿A poco se pueden ocultar al gobierno riquezas de esa magnitud?
¡Claro que no!
Para asegurar ese dinero, el estado mexicano tiene instituciones dotadas se tecnología, atribuciones y pistoleros, como la FGR, su Unidad de Inteligencia Financiera, la Guardia Nacional, el SAT, la SHCP, La Comisión Nacional Bancaria, el Ejército, la Marina, las policías, el CISEN, etc.
Pues bien, ¿Dónde quedó ese dinero en efectivo, empresas o propiedades?
Si no han reportado el aseguramiento de esos recursos, lo razonable es asumir que ¡Ya se clavaron gran parte de ese dinero! ¡Igual como antaño con el de Caro Quintero, Don Neto, los Beltrán y tantos otros!
Esos recursos debieron utilizarse para ayudar a viudas y huérfanos de la violencia de cárteles o para causas nobles, ¡Vaya ingenuidad!, no pasó, ni pasará.
Tampoco con la riqueza mal habida de expolíticos que consumaron y continúan haciendo fechorías abusando de sus cargos ante la contemplación de quienes les suceden.
La cacería de criminales ciertamente es peligrosa, pero al igual que los cargos públicos, ofrece una irrepetible oportunidad de hacer dinero fácil, incita abdicar de los valores como la honestidad, probablemente asumiendo que “ladrón que roba a ladrón, tiene en el cielo 100 años de perdón”.