Cronomicón

Carlos era un hombre que se hacía notar con esa forma de narrar hasta lo más mundano y embriagar a su auditorio de palabras e historias antes de sentir el paso del tiempo

SOCIEDAD FANTÁSMICA: Legado

La verdad es que no recuerdo cómo conocí a Carlos Bustos. Debió haber sido hace más de 10 años, cuando yo me separaba de la música para enfocarme en la narrativa, en las historias que buscaban, impetuosas, salir de mi cabeza; y la entonces Coordinación de Artes Escénicas y Literatura de Cultura UDG me dio cobijo, cuando conocí a mis primeros compañeros, amigos y maestros en las letras.

Fue también la Coordinación quien, en 2015, ofreció “Bajo el arcoíris negro”; un curso/taller dividido en módulos que, a través de géneros especulativos y varios profesores, nos llevó a revisar personajes, historias, ambientación y otras sutilezas de la narración. Ahí sí lo recuerdo claramente porque Carlos se encargó del terror (por supuesto) y, a manera de ejercicio, nos dio 10 minutos para escribir un cuento basado en alguna fobia. A mí me tocó la lupolipafobia. «Temor a ser perseguido por un hombrelobo alrededor de una mesa de cocina mientras andas en calcetines y el suelo está encerado», eso decía el papelito que Carlos me entregó con esa sonrisa afable. La noche que terminamos el curso, todavía se dio el tiempo para convivir un rato con nosotros en el Salón del Bosque.

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            En los meses siguientes, entre los eventos culturales donde tuve el placer de coincidir con él, una vez me preguntó qué estaba escribiendo. A grandes rasgos, le conté la historia de Luca, un chico que a los 11 años conoce a su abuelo millonario del que nunca había escuchado y decide cruzar el país para descubrir el suceso que había dividido a su familia antes de que naciera. Me soltó varias preguntas que servirían para enfocar lo que realmente quería contar. Por si fuera poco, con ese entusiasmo genuino y la cordialidad que lo caracterizaba, se ofreció a leer el manuscrito y hacerme notas. ¡El maestro Carlos Bustos se había ofrecido a leer mi manuscrito y hacerme notas! Un gesto que para mí fue equivalente a ganar algún concurso nacional.

Empecé este ensayo aceptando que no recuerdo el momento preciso en que lo conocí porque me es tremendamente insólito. Carlos era un hombre que se hacía notar de inmediato con ese carisma, con esa sonrisa que inundaba el salón (el de clases o el del Bosque), con esa forma tan exquisita de narrar hasta lo más mundano y embriagar a su auditorio de palabras e historias antes de sentir el paso del tiempo. No sé cómo ni cuándo lo conocí, pero estoy seguro de que, mientras las neuronas me den oportunidad, no lo olvidaré. Nos dejó muy pronto, pero también nos dejó sus cuentos, columnas, antologías, consejos y recuerdos; impulso la narrativa en toda Latinoamérica, no sólo entre amigos, colegas y alumnos; entre quienes, además, plantó la semilla de Fóbica, el festival de terror y horror que, año con año, acompaña a tapatíos y visitantes durante el otoño.

  El legado es enorme. El cariño también.

* Sergio Yalú (Guadalajara, 1982); además de narrar sus propias paranoias, hace chambitas literarias como corrector, diseñador editorial y escritor fantasma. Su proyecto más reciente es la “Caja de herramientas invisibles” (IG: @herramientasinvisibles), una plataforma de cursos on line de escritura creativa.

 

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