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La culpa es de las madres

México es un país paradójico: la maternidad es una aspiración para muchas mujeres que ven en ella una forma de reconocimiento social. Una maternidad amorosa y comprometida es sinónimo de respetabilidad, gratitud y festejo. Excepto si causas disturbios de tráfico con tu manifestación; excepto si “ensucias” la ciudad con una ficha de búsqueda; excepto si espantas al turismo y desprestigias a las autoridades o —¡ahora resulta! — al cártel; excepto si buscas a tus hijos desaparecidos y encuentras una fosa común o un campo de entrenamiento. Entonces, el amor y el compromiso se convierten en motivo de ataque y cuestionamiento.

El cartel y las autoridades coinciden: las madres buscadoras tienen la culpa. Para los supuestos integrantes del CJNG, las mujeres que día con día recorren el país con picos y palas son instigadoras que “sembraron e idearon una película de terror”. En una extraña maniobra discursiva, la responsabilidad de los horrores de un campo de exterminio es de ellas que, en palabras del encapuchado, “buscan causar asombro y pánico”. Gerardo Fernández Noroña, presidente del Senado, está de acuerdo: todo es una maniobra, una campaña de difamación, pero contra el gobierno federal.

Búsqueda Madres buscadoras con las fotografías de desaparecidos. (Una Luz en El Camino)

Ya en febrero de 2022 Alfaro había advertido tener “mucho cuidado con estos grupos que llegan de no sé dónde a hacer no sé qué (…) ese tipo de acciones que tienen la buena fe de las familias pueden estar acompañadas de otro tipo de agendas que no conocemos”. No fue la única vez. Un año y medio más tarde, pretendió culpar a los colectivos de buscadoras de la muerte de seis policías en una emboscada en Tlajomulco.

Ellas, que viven la película de terror cada día, ya se han asombrado suficiente, desde el momento en que pidieron ayuda a las autoridades: “Señora, si usted no sabe dónde está su hijo, ¿cómo voy a saberlo yo?”, le dijeron a una madre que fue a presentar una denuncia. Desde ese instante, se dan cuenta que algo cambió, su comunidad las rehúye, causan incomodidad, malestar… se las acusa de un fallo en su misión principal: cuidar y educar. También la sociedad las declara culpables.

Pero estas madres deciden no conformarse, no aceptar el papel de víctimas abnegadas que se les asigna. Dejan su vida de lado y se convierten en expertas en derecho, protocolos de búsqueda, técnicas forenses, en escuchar e interpretar. Deciden no callarse ante los despropósitos de las autoridades, ni frenarse ante los criminales. Las madres que debían vivir su dolor en silencio hablan alto y claro. Además, saben de lo que hablan, y no se venden. Eso hace que sean peligrosas.

Excavación en busca de personas desaparecidas
Madres buscadoras continúan con su a pesar de la falta de apoyo de las autoridades/ Madres buscadoras continúan con su a pesar de la falta de apoyo de las autoridades/ (Archivo/Cuartoscuro)

Quizás por ello ha comenzado la campaña de difamación en las redes sociales, buscando quitarles el prestigio adquirido ante la ciudadanía por su lucha. Que su causa sea justa no significa que sean seres inmaculados: son personas comunes, con sus virtudes y defectos. Las mamás, señores, no son perfectas. Pero no tienen la culpa de que sus seres amados hayan sido desaparecidos. Esa responsabilidad es de otros.

Delincuentes y políticos, que no entienden esos códigos de honestidad y de amor, se indignan. En palabras del supuesto vocero del cartel: “¿Qué están escondiendo?, ¿quién las respalda, por qué intentar perjudicar (…) con mentiras e historias inventadas y sin fundamentos?”. Las mismas preguntas que parecía hacerse Alfaro. O Fernández Noroña.

Y como si fuera poco, añade, atronador: ¿qué buscan? La pregunta parece una broma siniestra. Buscan a sus hijas, buscan a sus hijos. Cada día, sin opción. Y sin ayuda.

Las autoras son académicas del Centro Universitario por la Dignidad y la Justicia del ITESO

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