Las obras viales emprendidas por Gabriela Cuevas en la delegación Miguel Hidalgo no tienen otra finalidad sino llamar la atención, darse baños de importancia y presumir sus carencias.
La clausura por parte del GDF significa en sí misma una idéntica actitud: llamar la atención, darse baños de importancia y presumir sus carencias.
Decía Newton sobre la acción y la reacción: son de igual fuerza y dimensiones pero en sentido contrario.
Y la falsa (y también farsa) política en el DF, ese remedo de juego democrático en el cual las delegaciones se convierten en ínsulas para proteger los privilegios de quienes promueven a los jefes delegacionales (casualmente nunca son los ciudadanos, sino las tribus perredistas o las cuotas panistas) nos permite ver casos tan grotescos como los del pasado fin de semana.
Gabriela Cuevas disuelve (para “poner ejemplo”) y en venganza (por eso y por la Torre del Bicentenario y por los mandos policiacos) el gobierno de Marcelo Ebrard le cierra una obra con el pretexto simplón de haber tirado (o querer hacerlo) unos cuantos árboles; especies protegidas pero reemplazables como todas las variedades del mundo vegetal. Si tiran diez pueden sembrar cien; eso es la silvicultura.
Gabriela Cuevas es víctima de sus propios procedimientos en la política. Se ha hecho de una fama de “supermacha” y hoy se ha metido en un berenjenal de cuya ramazón le costará trabajo salir. Y cuando lo haga no quedará ilesa. De esta aventura depende la permanencia de su partido en la delegación Miguel Hidalgo, uno de sus pocos territorios. A duras penas resistieron el paso caótico de Fernando Aboitis y su habilidad para destrozar las zonas residenciales.
Hoy Gabriela Cuevas comienza a pagar aquella multa “en favor” del Peje cuando los días caóticos del desafuero. También paga por los amparos para ingresar a las conferencias de prensa sin ser parte de los medios. Pero la clausura ordenada por la Dirección de Ecología, tan atenta a este caso y tan disimulada en asuntos mayores, nos lleva una vez más a este lance perverso de los partidos en pleitos más ruines todavía, en cuyo desenlace se pone en juego la calidad de la vida en el Distrito Federal, o en el “Detritus” Federal, como sería mejor llamar a esta irremediable teratópolis.
Nadie pudo creer (para ejemplificar más en este juego) en la sinceridad de un político como José Espina, cuando como jefe delegacional en Benito Juárez clausuró (por pocas horas, es verdad) la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (buena o mala, pero escuela superior al fin) sólo por el rendimiento político de esa institución para el enemigo a vencer.
“También es agredida la Universidad de la Ciudad de México —escribió Pablo Marentes—, fundada por el gobierno del Distrito Federal. La hostilizan miembros de un partido político. Buscan pretextos infames para impedir que funcione”.
Pero la lucha por el DF debería darse siquiera como pide la FIFA en un deporte en el cual las patadas son cosa natural, mediante un cierto “fair play”. Ha dicho Germán Martínez, el jefe de todos ellos:
“El Distrito Federal, que produce tanta riqueza para el país, no puede estar desordenado, con un gobierno que fomenta el desorden, el caos y la desigualdad entre sus habitantes; el gobierno del Distrito Federal tiene que ser rescatado para el orden y tiene que ser rescatado para Acción Nacional.”
La pugna es algo natural entre los políticos, pero hasta el absurdo debería conocer límites.
Pero no se les dan. Es como el caso de Alfredo Vinalay, quien ha llenado la delegación Benito Juárez con su enorme y petulante retrato en por lo menos nueve espectaculares con vista al Periférico, en los cuales con la mirada fija en el alto horizonte de sus ambiciones y su imaginaria condición de persona importante o héroe nacional en espera del Bicentenario de sus hazañas, nos ofrece (sujétense todos, no los vaya a arrollar la turbulencia) su segundo informe. ¡Paren máquinas!
Alfredo Vinalay; para quien no lo sepa, es un diputado del PAN a la Asamblea Legislativa del DF, lo cual quiere decir no es casi nada. Ahí manda el PRD con Círigo a la cabeza y los demás partidos hacen muy poco. En afán de pegar aun sin certeza, Vinalay declaraba al aire (ABC) sobre la muerte de dos ciudadanos cuyo piso se perdió en un paso peatonal del Periférico. Nadie murió en ese episodio. Mentira.
De acuerdo con su curriculum, Alfredo (con un espectacular como el espejito de la reina de Blanca Nieves) tiene estudios de postgrado (¿Maestría? ¿Doctorado? o ¿Nada?) en Filosofía Política en la Universidad de Notre Dame en Estados Unidos y por el Phoenix Institute en Roma, Italia, donde fue alumno de Carlos Castillo Peraza (podía haberlo visto en su despacho de Coyoacán; le quedaba más cerca). Además “cursó un diplomado en periodismo y participó como columnista del diario Norte de Ciudad Juárez”. “N´ombre”, ni Hemingway…
Copyright © 2008 La Crónica de Hoy .