
Las tormentas de arena del desierto del Sáhara en África son las reguladoras de la actividad de huracanes en el Océano Atlántico, aseguran científicos estadunidenses que encontraron que, de 1982 a 2005, de acuerdo con estudios satelitales.
Es decir, a mayor cantidad de polvo del desierto, hay menos huracanes, en un factor que no se había tomado en cuenta y que desdibuja las recientes afirmaciones que responsabilizan al calentamiento global como “combustible de huracanes”.
Los hallazgos de expertos de la Universidad de Wisconsin son publicados en la revista Geophysical Research Letters.
Amato Evan, experto en geofísica, explicó en el artículo que no se tiene claro el mecanismo por el que sucede lo anterior, “pero las evidencias son muy robustas. No conocemos la relación causa-efecto, pero los ciclones tropicales y el polvo del desierto tienen una relación directa”.
Aun si conocer el impacto potencial del polvo, es conocido el efecto óptico sobre los atardeceres en Puerto Rico —un espectáculo bellísimo en el horizonte—, pero son posibles por todo el polvo que hay en el cielo algunos veranos. Ese polvo viene de África, aseguran los expertos.
Hace poco, diversos estudios indicaron que la elevación en la temperatura del agua funcionaba como combustible para huracanes, especialmente en cuanto a su potencia.
“Seguramente se trata de un asunto de varios factores. Pero la evidencia casuística está ahí”.
El polvo del desierto esparcido por las tormentas en el Sahara se extiende ampliamente, y no es inusual que sea detectado en el Caribe, incluso en Florida.
Los investigadores sugieren tres posibles mecanismos por el que el polvo afecta a las tormentas tropicales.
Primero, por la introducción de aire seco en un sistema de tormenta, que puede causar corrientes descendentes, bloqueando la elevación de ráfagas de aire, necesarias para alimentar una tormenta.
Un segundo escenario es que los vientos de nivel medio que acompañan al aire del Sáhara causen una desviación de las corrientes. Un cambio en la dirección combinada con la altitud evitaría que se formaran las corrientes de chorro, típicas de las tormentas.
La tercera probabilidad es que el polvo absorba el calor en el aire, lo cual estabilizaría las condiciones y evitaría —algo que sí se sabe que ocurre en otros sistemas— la formación de tormentas.
La discusión ahora se dará entre quienes dan mucho peso al cambio climático, ya que probablemente la ocurrencia de tormentas en África sea la verdadera reguladora de huracanes en el Atlántico, y la temperatura del agua sea sólo un factor de aceleración menor.
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