De las escenas dantescas en Bombay, una simboliza el desafío del terrorismo islámico a Occidente: los “muyahidines” que tomaron el hotel Taj Mahal decidieron el destino de los huéspedes según su pasaporte. La delgada línea roja entre la vida y la muerte dependía de si el aterrorizado cliente del hotel presentaba un pasaporte británico, estadunidense o israelí, en cuyo caso era tomado automáticamente como rehén, o de otra nacionalidad, en cuyo caso las posibilidades de salvarse eran mayores.
Ese mismo infausto día, el FBI alertaba de una amenaza “verosímil” de ataque terrorista contra el metro de Nueva York, en una especie de remake del 11-S.
Y es que, a dos meses para que entregue el poder a Barack Obama, el presidente George W. Bush ha fracasado en su “guerra preventiva contra el terrorismo”: Osama bin Laden no ha sido capturado y sigue amenazando de muerte a Occidente (y a sus aliados, ya sean árabes, judíos o en este caso hindúes); su organización no ha sido desmantelada y sus aliados talibanes ganan terreno en Afganistán y cruzan la frontera para refugiarse en Pakistán, cuya región limítrofe se ha convertido en un santuario de terroristas islámicos. La auténtica “zona cero” del mal no era Irak sino Afganistán y Pakistán.
A estas alturas ya ni siquiera hace falta que el jefe de Al Qaeda ordene atentados. Cualquier organización que crea que el Islam bendice el asesinato de “infieles” y cualquier combatiente que crea que se convierte en “mártir” por el hecho de morir matando personas inocentes, y por tanto con pasaporte directo al Paraíso, se animará a cometer crímenes contra la humanidad, como el ocurrido en Bombay.
A este “yihadismo” sangriento que estremece al mundo cada cierto tiempo (recuerden Nueva York, Madrid, Londres, Argel, Buenos Aires, Bali, Nueva Delhi, Islamabad, Bombay...) se unen causas más complejas, como el conflicto religioso-territorial en Cachemira, cuya parte en poder de India reclama la musulmana Pakistán por ser esa región mayoritariamente de confesión islámica.
Por culpa de Cachemira, India y Pakistán han ido tres veces a la guerra y si no hay una cuarta es porque ambas potencias se han hecho con armas atómicas y saben que apretar el botón nuclear sería el fin.
Pero esa paz frágil auspiciada por EU, Rusia y la vecina China frustra el anhelo de musulmanes de recuperar Cachemira, por lo que, a priori, el grupo Deccan Muyahidin, que se adjudica el ataque a Bombay, podría tener como objetivo forzar una devolución de Cachemira, aunque el modus operandi del atentado de Bombay lleve ese sello indiscriminado de Al Qaeda y los grupos que operan en la frontera afgano-paquistaní.
Falta por ver si el atentado de Bombay es obra del terrorismo doméstico –si es así, habrían fallado trágicamente las fuerzas de seguridad indias– o si, como acusa Nueva Delhi, sería obra de terroristas “de fuera”, lo que pondría en serio peligro la frágil paz entre las dos potencias vecinas.
En ambos casos, y de confirmarse una siniestra alianza entre Al Qaeda y los separatistas cachemires, la India parece abocada a convertirse en el más sangriento campo de batalla del terrorismo internacional en los próximos años.
fran@cronica.com.mx
Copyright © 2008 La Crónica de Hoy .