Metrópoli

En entrevista con Crónica, Nancy Merary Jiménez, investigadora de la UNAM comparte su visión acerca de los retos principales de la AGIR y las oportunidades que implica para avanzar en sostenibilidad

La creación de la AGIR, una apuesta esperanzadora para la gestión de residuos en la CDMX: Experta

Manejo de residuos

La reciente creación de la Agencia de Gestión Integral de Residuos (AGIR) en la Ciudad de México abre un panorama “esperanzador” en el manejo de residuos sólidos y su impacto en la planeación urbana y ambiental. Para Nancy Merary Jiménez Martínez, investigadora del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM, esta iniciativa representa una oportunidad única para unificar las responsabilidades actualmente dispersas entre diferentes entidades gubernamentales, lo que podría transformar la forma en que la capital enfrenta este desafío.

En entrevista con Crónica, la Doctora en Estudios Urbanos y Ambientales, comparte su visión acerca de este esfuerzo institucional, sus retos principales y las oportunidades que implica para avanzar en sostenibilidad, planeación urbana y cumplimiento de metas ambientales de largo plazo.

Centralización: una oportunidad para la planeación urbana integral

“La AGIR representa un cambio de paradigma en cómo se piensa la gestión de residuos en la Ciudad de México”. La investigadora considera que uno de los mayores beneficios de esta nueva agencia es la posibilidad de vincular la planeación urbana con la gestión de desechos, un aspecto que en muchos estados de la República Mexicana ha sido ignorado.

“En varias entidades federativas, no se considera la ubicación de los rellenos sanitarios o plantas de separación dentro de una estrategia de desarrollo urbano. Esto genera conflictos porque los sitios no son elegidos de acuerdo con criterios técnicos ni sociales, lo que deriva en problemas ambientales y territoriales graves”, destaca. Según Jiménez Martínez, la AGIR podría subsanar esta deficiencia al identificar los sitios óptimos para infraestructuras clave como plantas de reciclaje, de compostaje o rellenos sanitarios, y hacerlo con base en análisis técnicos, normativos y ambientales sólidos.

“Esto también podría reducir los impactos negativos de estas instalaciones en las comunidades aledañas, pues muchas veces se generan conflictos sociales por la mala ubicación o gestión de estos espacios. La AGIR tiene la posibilidad de actuar con un enfoque más inclusivo y planificado, y eso podría marcar la diferencia”, subrayó.

Separación de residuos: el mayor desafío

Uno de los retos más grandes que enfrenta la AGIR es lograr que la ciudadanía se comprometa con la separación de residuos desde el origen, un hábito que aún está lejos de generalizarse en los hogares capitalinos. “El problema más grande es que la gente no confía en que separar sus residuos tenga un impacto real. Existe esta percepción de que, al final, los recolectores lo mezclan todo, lo cual desmotiva mucho”, explicó Jiménez Martínez.

En este sentido, es necesario trabajar no solo con los ciudadanos, sino también con los trabajadores de recolección de basura. “Se debe sensibilizar a los recolectores para que respeten la separación y puedan transmitir ese compromiso a las personas. Si ellos no participan activamente, será muy difícil generar un cambio cultural”, comentó.

Para la investigadora, las campañas de sensibilización que ha anunciado la AGIR serán clave, pero deben ir más allá de los mensajes generales y adaptarse a las realidades específicas de cada alcaldía. “No es lo mismo trabajar con zonas de clase media donde hay más recursos para separar, que en comunidades con alta marginación donde ni siquiera hay espacios adecuados para almacenar los desechos. Es importante que la AGIR tome en cuenta estas diferencias y actúe en consecuencia”, insistió.

“Cero residuos sólidos”: una meta ambiciosa

La meta declarada por la AGIR de alcanzar “cero residuos sólidos” en un plazo de seis años fue otro tema central en la conversación. Aunque Jiménez Martínez elogió la ambición de este objetivo, también señaló las dificultades prácticas que implica. “Es una meta importante porque ayuda a establecer un rumbo claro, pero debemos ser realistas: en las condiciones actuales, no es posible llegar a cero residuos en tan poco tiempo”, afirmó con franqueza.La experta explicó que siempre habrá una fracción de residuos que no podrá ser reciclada ni aprovechada, debido a limitaciones tecnológicas y económicas. “El unicel, por ejemplo, es reciclable, pero las tecnologías para hacerlo no están disponibles de manera masiva. También tenemos problemas con ciertos plásticos y vidrios que, aunque podrían ser reciclados, no tienen mercados que los absorban. Esto hace que una parte de los residuos necesariamente termine en rellenos sanitarios”, explicó.A pesar de estas limitaciones, considera que fijar metas ambiciosas es crucial para avanzar. “Aunque no se logre en seis años, lo importante es empezar a movernos hacia esa dirección. Tenemos compromisos internacionales como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y la Ciudad de México no puede quedarse atrás”, señaló.

Economía circular: horizonte distante

Otro tema abordado fue la economía circular, un modelo que busca reducir al mínimo la generación de residuos desde el diseño de productos. Para Jiménez Martínez, la transición hacia este modelo es aún lejana para la Ciudad de México, aunque reconoce algunos avances en comparación con otras regiones.“En México solemos confundir la economía circular con el reciclaje, pero en realidad es un concepto mucho más amplio. No solo se trata de reciclar, sino de rediseñar productos para que duren más, sean reparables y eventualmente puedan reintegrarse al sistema sin convertirse en basura”, explicó.La experta enfatizó que uno de los mayores retos para avanzar hacia la economía circular es la falta de incentivos para las empresas. “El sector empresarial debe jugar un papel central en este cambio, pero actualmente no hay políticas que los impulsen a adoptar sistemas de devolución, reparación o rediseño de productos. Sin este compromiso, es difícil que podamos hablar de una economía circular real”, comentó.Además, destacó la necesidad de fortalecer la infraestructura para manejar tanto residuos orgánicos como inorgánicos. “Es urgente invertir en plantas de compostaje y reciclaje, porque actualmente no recogemos todo lo que se genera y, cuando se recoge, se hace de manera mezclada, lo que limita mucho las posibilidades de aprovechar esos materiales”, añadió.

Impactos sociales y ambientales de la nueva infraestructura

La construcción de nuevas infraestructuras como plantas de reciclaje o de tratamiento de orgánicos será otro de los grandes retos para la AGIR, debido a los impactos sociales y ambientales que pueden generar. “Si no se consideran las características de las comunidades donde se ubicarán estas instalaciones, podrían surgir conflictos. La clave será involucrar a la población desde el principio y garantizar que estas infraestructuras beneficien directamente a las comunidades locales”, destacó Jiménez Martínez.Además, señaló que estas plantas no solo deben ser técnicamente eficientes, sino también sostenibles desde un punto de vista ambiental. “El diseño y la operación de estas instalaciones deben cumplir con los más altos estándares ambientales, porque de nada sirve construir una planta de reciclaje si esta misma genera contaminación”, puntualizó.

Una mirada hacia el futuro

A pesar de los múltiples retos, Nancy Jiménez expresó su optimismo respecto al futuro de la AGIR y su impacto en la Ciudad de México. “Esta agencia tiene el potencial de cambiar muchas cosas si se hacen bien las cosas. Es una oportunidad única para transformar el sistema de gestión de residuos y convertirlo en un ejemplo para el resto del país”, concluyó.Como señala la experta, el éxito dependerá de la capacidad de la agencia para construir un sistema integral que vincule a todos los actores involucrados, desde los hogares hasta los empresarios y los gobiernos locales.

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