Los vecinos colocaron una cruz de madera y un altar donde murieron las cuatro personas, en el árido corazón del cerro del Chiquihuite. Dos piedras descomunales se desprendieron desde lo alto y aplastaron sus casas. Aquel 10 de septiembre de 2021, fueron dañadas las viviendas de 13 familias.
Afloró el dolor y también los peligros latentes en esta área olvidada del municipio mexiquense de Tlalnepantla. La ya desaparecida Comisión para la Regularización de la Tenencia de la Tierra (Corett) otorgó hace décadas títulos de propiedad de manera anómala, en una franja peligrosa, según ha constatado hoy la Sedatu.
“Es una zona de muy alto riesgo. Lo desafortunado es que la Corett emitió títulos de propiedad en los 90´s. El proceso de regularización de la tierra no se ha tomado con la seriedad que se requiere a lo largo de la historia, en muchos casos se regularizó lo que no se debía”, señaló José Alfonso Iracheta, director general del Instituto Nacional del Suelo Sustentable (Insus), sucesor de la Corett desde 2016.
Tras participar en un seminario de vivienda organizado por el Colegio Nacional del Notariado Mexicano, su voz se volvió guía para este trabajo…
De acuerdo con datos de la Sedatu, el 25 por ciento de los mexicanos viven en asentamientos irregulares, ubicados en zonas de alto riesgo, inapropiadas para el desarrollo urbano: laderas, cerros, áreas inundables, derrumbaderos, sobre derechos de vía o puntos de salvaguarda donde proliferan ductos de Pemex o cables de alta tensión. Además, en áreas naturales protegidas o de valor ambiental.
El tema palpita tras el anuncio del gobierno de Sheinbaum de impulsar un programa masivo de construcción de vivienda, regularización territorial y escrituración. Pero el rezago es mucho, tan inmenso como aquellas rocas enfurecidas, causa de desgracia…
“Los asentamientos irregulares se excluyen de los mapas de desarrollo y cartas urbanas, e implican un problema importante porque viven ahí un gran número de personas. No están reconocidos como asentamientos humanos. Por ley, los municipios, responsables del uso del suelo, no pueden llevar ahí servicios básicos”, describió Iracheta Carroll.
“Durante los últimos 40 o 50 años la forma de ocupar el territorio de nuestro país ha sido a través de la informalidad, primero asentamientos precarios, pero hoy prácticamente todo el crecimiento de las ciudades se ha dado fuera de la norma, en suelos que no son urbanizables. Es común encontrar fraccionamientos residenciales de clase media o alta, espacios de actividad económica, centros comerciales y hasta estadios deportivos en zonas irregulares”.
INVASORES.
Los títulos ilegales concedidos por la Corett en el Chiquihuite propiciaron la aparición de invasores y traficantes, quienes aprovecharon la necesidad de vivienda de familias para venderles terrenos en las partes más altas y vulnerables del cerro. Ahí se extendió la desdicha.
“Nosotros compramos hace 12 años, nos salió barato, pero sólo nos dieron una hoja de compra-venta que ni siquiera estaba firmada. Íbamos fincando de a poco, porque la economía siempre ha estado cabrona”, narró a Crónica doña Paola López, quien durante el derrumbe perdió a su nuera, de 23 años, y a sus dos nietos: Jorge, de cinco, y Mayri, de tres.
“Cuando llegamos, todo era polvo. Mi hijo (Jorge Armando Martínez) cayó en las drogas, comenzó a tomar, andaba llorando de aquí para allá, perdió todo en un cerrón de ojos. Se metió en su dolor, hubiera dado cualquier cosa por su familia, aunque viviera en la calle”, refirió don Mario Martínez, abuelo de los pequeños fallecidos.
A doña Paola y don Mario los encontramos en la parte baja del cerro, donde han florecido comercios de forma desorganizada, como todo en esta tierra. Desde hace años viven de la venta de verdura y elotes dulces. “Nosotros estábamos vendiendo cuando cayó la pinche piedra, rozó nuestra cama, si nos hubiera agarrado de noche habríamos muerto todos. Yo me aguanté lo más que pude, tenía que estar fuerte por mi hijo, hasta que un día tomé recio y saqué lo que traía”, contó don Mario.
SIN LÍMITES.
La colonia Lázaro Cárdenas 2ª sección, en el Chiquihuite, comenzó a formarse desde 1969, según cuenta don Sergio Guerrero, de 82 años, de los primeros habitantes. “Nadie puso un límite y la gente se subió hasta arriba, llegaron decenas de paracaidistas. Duramos más de 15 años sin agua y como 20 para tener luz provisional. Durante el gobierno de Salinas nos regalaron un poco de material y entre todos nos organizamos para aplanar algunas calles. No hay alineación en los terrenos porque cada quien hizo su frente como Dios le dio a entender. Todas eran bardas de piedra rústica”.
“Cada que llovía, el cerro escurría. Había un brote de agua que fluía hacia un balcón de roca y eso fue lo que rodó. Algún día tenía que pasar. Las autoridades venían a ver, pero sólo se sacaban la foto”.
Con aquella noticia funesta de 2021 no acabó la pesadilla. El municipio de Tlalnepantla donó al INSUS un predio para la construcción de viviendas en la colonia Caracoles, pero el proceso de reubicación de afectados estuvo amañado. No hubo transparencia en el censo y, algunos oportunistas, ajenos a la comunidad, acapararon departamentos, en perjuicio de verdaderas víctimas.
Ante el desaseo, hoy decenas de familias cuyas casas están en peligro continúan su vida en el cerro. Otros inscribieron en la lista a familiares y conocidos de otros lugares, se hicieron de cuatro o cinco departamentos y hoy rentan sus viviendas desmoronadas a migrantes sin rumbo, en especial haitianos, cubanos, colombianos y venezolanos. Una de las casas atestadas de sudamericanos es donde aquel día de septiembre quedó atorada una de las rocas. Hoy cuelga un letrero de advertencia: “¡Riesgo inminente!”.
El hogar más próximo al área destruida es el de doña Alma Rosa García. Las piedras arrasaron con más de 20 metros cuadrados de su casa: el baño, entonces de reciente construcción, quedó demolido. El municipio prometió levantarlo de nuevo, pero lo dejaron a medias; una cimbra de madera carcomida por el tiempo es prueba de la burla.
“No nos vamos a salir, así nos digan que viene una lluvia de piedras”, ha dicho doña Alma a sus tres hijos y lo repitió a las autoridades encargadas de colocar los sellos de peligro. El motivo del enojo, explicó Vanesa, su nuera, es la arbitrariedad en la reubicación:
“Sólo nos ofrecieron un pequeño departamento en Eduardo Molina, cuando aquí somos tres familias. Hubo quien, con mañas, acaparó varios departamentos. Nuestra casa fue la más afectada, pero como no somos políticos”.
-¿No tienen miedo de otro derrumbe?
-Ya será cosa de Dios.
Don Ricardo, dueño de otra de las casas en terreno inseguro, ni siquiera metió sus papeles. “Mi papá la dejó intestada. De haber sabido que habría tanta trampa, sí me registro. Muchos que no eran de aquí terminaron con departamento. El censo valió madre. Se prestaban papeles unos a otros. Hubo documentos falsos. Anduvieron sacando credenciales del INE de a montón para ser beneficiarios”.
Según don Luis Ramos Sánchez, de 76 años, otro de los veteranos en la colonia, también hubo “chanchullos” en la repartición de apoyos para rentas temporales. “Al principio nos desalojaron casi a todos. Prometieron apoyos de 5 mil pesos mensuales para el pago de una renta provisional. Le dieron al que quisieron. Muchos se quedaron sin nada. Y a mí me fue peor”.
-¿Por qué?
-Llegaron unos ingenieros del gobierno que iban a revisar el cerro y los riesgos para las casas. Dijeron que trabajarían de manera permanente y por eso me pidieron la casa en renta. Estuvieron casi dos meses, y cuando me di cuenta ya se habían pelado, ni siquiera me pagaron.
-¿A usted no le tocó departamento?
-Sí me apunté, pero me traían vuelta y vuelta.
NECESIDAD.
Doña Paola subió a uno de los puntos más altos del cerro, al decaído cementerio de la comunidad, para dejar flores en las tumbas de su nuera y nietos. Después de una batalla de 2 años y 8 meses, en mayo de 2024, le entregaron a la familia un departamento de 65 metros cuadrados en Lomas de San José (Caracoles), donde se construyeron otros 210. “Las 13 familias más afectadas anduvimos deambulando de un lado a otro, exigiendo justicia al gobierno y gastando tiempo y dinero. Otros, con papeles amañados, salieron ganones. Dicen que van a repartir más departamentos en Aragón y Eduardo Molina, ya las pirañas están viendo qué cachan”.
-¿Les gustó su nuevo hogar?
-No es de que guste, es necesidad. Al menos ya no caen piedras. Muchos se han estado quejando de fugas, grietas, humedad, pero estamos en planito.
-¿Y tienen escrituras?
-No, ni cajón oficial de estacionamiento, nos dijeron que en cuatro meses nos entregarían papeles, ya vamos para nueve meses y nada.
Don Mario, aferrado al recuerdo de sus difuntos, expresó: “Andamos como en el cerro, sin papeles, y con el dolor de haber perdido a la familia. Volvimos a ser paracaidistas, ¿qué se le hace?”…